Ideologías y coaliciones

Las últimas elecciones andaluzas han pergeñado una situación política poco habitual en los parlamentos autonómicos, pues las combinaciones de pactos y coaliciones se han multiplicado. Las consecuencias son variadas pero, entre ellas, se debaten las posibilidades y peligros de los nuevos partidos a la hora de llegar a acuerdos con los tradicionales. La fuerte, y altamente estéril, dicotomización del discurso político español en izquierda y derecha lleva indefectiblemente a un alto grado de gárrulo sectarismo. Medios de comunicación, votantes y muchos partidos operan al unísono con un código binario que a todas luces es un tanto tosco para dibujar nuestras plurales sociedades modernas. Sin embargo, parece llegado el momento en nuestra democracia de asumir pactos variables con una cierta temperancia.

Un vistazo a la situación alemana puede quizá ayudarnos en estos trances.

En Alemania los partidos han ido a lo largo de las últimas décadas silabeando dispares alianzas de gobierno en los diferentes niveles político-administrativos. Y ello tanto en el ámbito federal como en el de los 'Lände'r, donde se consignan hasta 69 gobiernos de coalición desde la fundación de la República Federal. Dejando a un lado las grandes coaliciones entre democristianos y socialdemócratas, dos partidos han contribuido al abigarrado panorama de coaliciones: los liberales (FDP) y Los Verdes. Ambos se han movido históricamente en una franja de entre el 5-12% de apoyos electorales.

Ideologías y coalicionesLos liberales alemanes han sido, sin duda, el perejil de buena parte de las salsas políticas que han terminado en coaliciones de gobierno. Hasta el punto de que han desempeñado tareas de gobierno en el ámbito federal incluso más tiempo que el propio partido democristiano. En 46 de los 66 años que tiene la República Federal Alemana ha habido algún liberal ocupando un sillón del Gobierno. Han gobernado con casi todos los cancilleres: desde los democristianos Adenauer y Merkel hasta los socialdemócratas Willy Brandt y Schmidt, así como por supuesto con Helmut Kohl, al que acompañaron durante sus dieciséis años de mando. Han logrado que en ocho ocasiones su jefe de filas fuera nombrado vicecanciller, han situado como ministro de Asuntos Exteriores a cuatro de sus correligionarios (con nombres tan relevantes como el de Hans-Dietrich Genscher) e incluso con las figuras de Theodor Heuss (1949-1959) y Walter Scheel (1974-1979) han llegado a colocar a dos presidentes de la República.

Aunque es cierto que la situación del partido, hoy en día, es delicada por los pésimos resultados de los últimos años que han llevado incluso a su desaparición del parlamento federal, es menester no darle por enterrado, pues sus resultados electorales fluctúan con asombrosa rapidez. El tiempo dirá qué derrotero tomará la evolución en el hoy por hoy cambiante panorama político alemán.

Por su parte, Los Verdes, que gobiernan como partido mayor el 'Land' de Baden-Württemberg, presentan un perfil de coaliciones más reducido, aunque se han vivido y se viven combinaciones inusitadas. Una mayoría de sus coaliciones han sido labradas con el socialdemócrata SPD, lo que en parte reflejaba más los orígenes de los dirigentes verdes que sus posiciones políticas concretas en muchos temas. En este sentido, especialmente conocida fue la coalición que llevó en 1998 a Gerhard Schröder a la cancillería y que duraría hasta 2005. Pero Los Verdes ya tenían entonces una larga experiencia de coaliciones en el nivel de los 'Länder'. En fecha temprana -1985- habían formado en Hessen un primer gobierno con los socialdemócratas y, tras ello, siguieron acuerdos similares en Berlín (1989-1990), Baja Sajonia (1990-1994), Brandenburgo (1990-94), Bremen (1991-95), Schleswig-Holstein (1996-2005), etc. La mayor parte de ellos con el SPD, pero también, como en Brandenburgo, en una coalición en la que compartían las carantoñas de los socialdemócratas con los liberales.

De forma más esporádica, Los Verdes tampoco se han puesto melindrosos a la hora de coaligarse con la CDU, si bien es cierto que estos gobiernos no han tenido mucha fortuna. Así, en Hamburgo el acuerdo duró dos años (2008-10) y en Sarre, típico bastión socialista, vio la luz un gobierno tripartito que les unió a la CDU y a los liberales en el mismo barco (2009-2012). Recientemente, Los Verdes han acordado incluso formar parte de una coalición presidida por un candidato de La Izquierda (Die Linke) en el Land de Turingia. No es este asunto menor, pues las reticencias de Los Verdes con respecto a la organización que de facto es la sucesora del partido único de la antigua Alemania Oriental han sido de antiguo sólidas y sonoras. No hay que olvidar que Los Verdes constituyen una coalición de partidos que integran en su seno a grupos de luchadores por los derechos civiles en la antigua Alemania comunista. Las simpatías por los poscomunistas son, como puede fácilmente barruntarse, escasas. Con todo, el pacto turingués ha cuajado el primer acuerdo entre ambas formaciones en un nivel de responsabilidad de esta envergadura.

El panorama alemán no es transferible sin más a nuestra geografía política, pero sí puede ayudarnos a desdramatizar algunas decisiones. Relevante a todos los efectos es que las alianzas trenzadas por los partidos "pequeños", aunque con tensiones, no han supuesto poner en entredicho la estructura y función del partido, y tampoco tintarles con una mácula ideológica imborrable. Ambos partidos siguen teniendo su razón de ser, su perfil ideológico y sus preferencias políticas, sin que haber formado parte de coaliciones en su condición de hermanos menores suponga su reclusión a un papel subalterno en la política alemana. De hecho, ambos, en mayor o menor medida, con más o menos acierto, han sido capaces de delinear unas políticas propias en el marco de las coaliciones a las que han pertenecido.

Al mismo tiempo, hay que recordar que la propia descentralización alemana -tan similar a la nuestra- facilita una geometría de estos acuerdos variables. Los partidos políticos son estructuras suficientemente complejas en su interior como para presentar matices en muchas de sus políticas sin que ello les lleve a despeñarse por el barranco de la incoherencia. Justamente, esa complejidad del sistema descentralizado permite al votante atinar con más precisión a la hora de emitir su voto en las diferentes elecciones. Junto a todo ello, en muchos casos, las campañas han estado marcadas por una toma de posición más o menos explícita acerca de las potenciales alianzas ulteriores. Unido a ello, la plasmación de los acuerdos de gobierno en los minuciosos contratos de coalición, que se discuten en sesiones interminables, evita al votante que se le cuele de rebozo gato por liebre ideológica.

En nuestra España, tan bien equipada de simplezas políticas, sería recomendable que un partido nuevo como Ciudadanos -y lo mismo debe decirse de Podemos- pise sin complejos y con seguridad el terreno de los acuerdos y de pactos concretos sin permitir que se salgan con la suya los vendedores de gastadas etiquetas políticas.

Francisco Sosa Wagner es catedrático de Derecho Administrativo e Igor Sosa Mayor es doctor en Historia Moderna por el Instituto universitario europeo de Florencia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *