Iglesia y soberanismo

Un grupo de monjes del monasterio de Montserrat se ha querido fotografiar con unos carteles de apoyo a la consulta prohibida por el Tribunal Constitucional. ‘Volem votar’. El pasado martes, a las 20,30 horas, después del rezo de vísperas, varios monjes decidieron bajar a la plaza del monasterio con unas hojas de papel en las que imprimieron el lema que en aquel mismo momento estaba siendo coreado frente a todos los ayuntamientos de Catalunya. La iniciativa fue espontánea –señalaba ayer un portavoz del monasterio- y en el grupo no figuraban ni el abad, ni el prior, ni el secretario, ni el ecónomo de la comunidad benedictina. No bajó a la plaza la autoridad abacial, pero Montserrat estuvo presente en la convocatoria soberanista. Montserrat difícilmente podía faltar. Las imágenes comenzaron a circular ayer por la red, difundidas por el bloguero barcelonés Guillem Carbonell (Blog Barcelona Street Times).

Hace una semana, en un artículo titulado El cráter, escribí, a propósito de la turbulenta declaración de Jordi Pujol en el Parlament, que la Catalunya contemporánea ha sido construida políticamente por cuatro fuerzas o vectores: Pujol, los cuadros locales y comarcales de Convegència, más TV3 y Catalunya Ràdio, a partir de 1983; el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC), el potente partido comunista catalán, que entró en eclipse en 1981; el PSC, la gran fuerza municipal y metropolitana de los últimos treinta años, y el monasterio de Montserrat, centro espiritual del catolicismo catalán, cuna de CDC y respetuoso interlocutor del PSUC durante la segunda mitad de la dictadura franquista.

En el monasterio de Montserrat, el banquero y político católico Jordi Pujol fundó en 1974 Convergència Democràtica de Catalunya, en el curso de una reunión semiclandestina que se amparó en el 75 aniversario del Fútbol Club Barcelona. CDC siempre ha sido ‘montserratina’.

Montserrat y el PSUC tuvieron un diálogo fluido desde los años sesenta, a medida que se desplegaba en la Europa occidental, especialmente en Italia, el diálogo cristiano-marxista posterior al Concilio Vaticano II. Montserrat ayudó activamente a la resistencia antifranquista, desplegó numerosas iniciativas de conservación y fomento de la cultura catalana, especialmente a través de la revista ‘Serra d’Or’ y de una casa editorial propia. Los comunistas catalanes, muy interesados en evitar el aislamiento y cultivar nuevas alianzas sociales, encontraron buenos interlocutores en Montserrat. En los años sesenta, el PSUC había dejado de ser un partido anticlerical; a finales de los setenta, ya contaba con un sector cristiano explícito, liderado por Alfonso Carlos Comín.

Mediados los años sesenta, tras el exilio del abad Aureli Maria Escarré, obligado a marchar de España por una declaraciones contra el régimen de Franco en el diario Le Monde, los contactos ya estaban establecidos. La figura de Josep Benet fue decisiva en este sentido. Benet, un abogado católico formado en Montserrat y militante juvenil de la Federació de Joves Cristians de Catalunya, se convirtió en uno de los grandes activistas del antifranquismo, destacándose en la defensa de los represaliados. Benet cultivó una especial proximidad al PSUC, del que fue cabeza de lista, en calidad de independiente, en las primeras elecciones al Parlament, en 1980. Benet (1920-2008) es una figura fundamental en la historia de Catalunya bajo el franquismo.

Antes de que el giro a la izquierda de parte del catolicismo catalán comenzase a ser evidente, Montserrat y el PSUC ya estaban en contacto. En 1964, el abad Cassià Maria Just, recién elegido sucesor de Escarré, se entrevistaba en un lugar de la periferia de Barcelona con Manuel Moreno Mauricio, dirigente comunista con 17 años de cárcel en la espalda, superviviente de la Agrupación Guerrillera de Levante y organizador de la estructura clandestina del ‘partido’ en la prisión central de Burgos. En 1975, pocas semanas después de la muerte del general Franco, los dirigentes comunistas Simón Sánchez Montero y Nicolás Sartorius visitaron expresamente el monasterio de Montserrat para agradecer su contribución a la causa antifranquista y para dar su apoyo al entonces sacerdote Lluis Maria Xirinachs, en huelga de hambre para reclamar la amnistía. . Esta aleación cristiano-marxista, especialmente intensa en la Catalunya de los años setenta, ha tenido efectos duraderos y su rastro todavía es bien visible en la actual cultura política catalana.

El PSC nunca fue ‘montserratino’, al igual que el presidente Josep Tarradellas, que tenía una perceptible alergia al activismo político católico. Tarradellas no simpatizó nunca con Montserrat y tuvo en Josep Benet a uno de sus principales críticos. El republicano Tarradellas y el PSC –cuyos primeros años de vida estuvieron muy condicionados por la capacidad de competición del PSUC-, siempre prefirieron Poblet, abadía cisterciense que fue panteón real de la Corona de Aragón, un lugar de fuerte resonancia histórica, más contemplativo.

Los monjes de Montserrat se adelantaron el martes a la declaración del episcopado catalán sobre la actual situación política, documento dado a conocer ayer. Los obispos catalanes han consensuado una declaración que se expresa con notable moderación sobre el actual momento político. El texto es una verdadera pieza de orfebrería. Empieza afirmando que “los cristianos catalanes nos reconocemos y nos reafirmamos en la tradición ininterrumpida de fidelidad a la lengua, a la cultura y a las instituciones propias de Catalunya”. Reivindica a continuación la libertad de conciencia y el derecho a practicar la propia fe y pide que esas libertades no sean restringidas ni en Catalunya, ni en España, ni en todo el ámbito europeo. Recuerda el documento episcopal ‘Arrels cristianes de Catalunya’ (1985) en el que el episcopado afirmaba la realidad nacional de Catalunya. Recuerda, también, un documento episcopal de 2011, en el que la Iglesia catalana manifestaba su respeto por todas las opciones políticas y alentaba al diálogo y al consenso”. El actual documento añade: “Deseamos que los católicos sigan participando positivamente y activamente en la vida pública, fomentando el diálogo y el entendimiento. Y concluye con una exhortación a “rezar por la patria”, apelando a la prudencia de los gobernantes y a la honradez de los ciudadanos.

Se trata de un documento muy medido, que excitará los ánimos del nacionalismo español más intransigente y parecerá demasiado prudente al soberanismo catalán más militante. Ayer mismo, un grupo de 60 sacerdotes catalanes dio a conocer un manifiesto de explícito apoyo a la celebración de la consulta del 9 de noviembre.

Un pronunciamiento del episcopado catalán era reclamado desde hace semanas por un sector importante de sus fieles. El documento es un verdadero ejercicio de equilibrio en el que se conjugan tres principios: la afirmación nacional catalana, el respeto a la pluralidad de opciones políticas y la apelación a la concordia y al diálogo. El documento mantiene una visible sintonía con el llamamiento “a la prudencia y el diálogo” efectuado el jueves, en Madrid, por el nuevo portavoz de la Conferencia Episcopal Española, José María Gil Tamayo, tras la reunión de la comisión permanente del episcopado español. Unas declaraciones muy comedidas que contrastan vivamente con los tonos utilizados por el anterior portavoz episcopal Juan Antonio Martínez Camino. Definitivamente, la era Rouco Varela comienza a quedar atrás.

Poco a poco, muy poco a poco, la línea del Papa Francisco parece estar imponiéndose en España: un poco menos de implicación política y más mensaje social. En este sentido, es altamente llamativa la limitada respuesta del episcopado español ante la retirada de la contrarreforma de la ley del aborto por iniciativa de Mariano Rajoy y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Los obispos deploran que la ley Gallardón haya sido retirada por motivos que ellos califican de “oportunismo político”, pero se abstienen de convocar ningún acto o actividad de protesta. No habrá una hostilidad manifiesta de la Iglesia católica contra la marcha atrás de Rajoy y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría. Además del presidente del episcopado, Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid, del secretario-portavoz Gil Tamayo, y del nuevo arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, una de las voces de la moderación eclesial hoy en España es la del cardenal arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, en fase jubilación. El Papa le mantiene en el puesto a la espera de que la situación política se calme un poco. El relevo podría producirse a principios del año que viene y el nombre del sustituto acabará siendo uno de los secretos mejor guardados por el Vaticano. En señal de reconocimiento, Francisco ha encargado al cardenal Sistach la homilía de inauguración del Sínodo Extraordinario de Obispos, que tendrá lugar entre el 5 y el 19 de octubre en Roma.

Enric Juliana

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