Illa, Pujol y la parábola del hijo pródigo

Publicó el martes este periódico una foto tremenda. Prueba que este Gobierno, lejos de regenerar la democracia, sigue empeñado en su degeneración. Nadie pensó nunca que veríamos nada parecido. Tan pronto y aberrante.

Se ve en ella a Salvador Illa junto a Jordi Pujol. Illa, otro padre más de la Compañía (banda) jesuítica de Ese y Bolaños a la que se aludía aquí la semana pasada, según Azara «empapados en el espíritu de intriga y cavilación».

Illa, Pujol y la parábola del hijo pródigoUn presidente de la Generalidad recibe a otro. Uno es en la actualidad molt honorable y el otro dejó de serlo hace unos años, cuando se le destaparon toda suerte de charranadas. En Francia habría sido juzgado ya por «indignidad nacional» y confinado en una isla. En la imagen, Illa dobla el espinazo y abre el compás de su brazo en un gesto cortesano y servil, invitando a pasar delante de él a su ilustre mentor. Pleitesía con un villano, confeso y convicto pero no juzgado, porque el tiempo de la justicia aquí no es igual para todos. Los molt honorables Mas, Torra o Puigdemont no habrían sido con Jordi Pujol más solícitos dándole la bienvenida. Un gran día: el hijo pródigo ha vuelto a casa, y el padre está a punto de sacrificar en su honor para celebrarlo el mejor cordero de su rebaño: un Concierto fiscal, la hijuela como si dijéramos. Y tiene sentido, Illa ha llegado a molt honorable gracias a ese Concierto, como Ese debe el ser Padre General de la Compañía (o sea, Generalísimo) gracias a la amnistía que borra los delitos de todos ellos: Mas, Torra, Puigdemont. De nada han servido (ni servirán) las protestas del resto de herederos, quienes han visto en ello una gran afrenta. Ofensa y afrenta, para decirlo en cervantés. «Si respetas las leyes, te irá mal; delinque en nombre de la patria, y serás a perpetuidad molt honorable». Este es el mensaje.

Cayetana Álvarez de Toledo le puso un gran pie a esa foto: «El Procés -con toda su corrupción a cuestas- es recibido y blanqueado por el Proceso».

No había necesidad de nada de esto. Pero sí hay un propósito.

Mentir mienten muchos. Estamos ya en otra fase: la del engaño. Para ello son necesarias algunas armas. Ayudan mucho estas, que Illa borda: no levantar la voz, hablar desmayando la cabeza a un lado, mirar de abajo arriba, manosearse las manos en redondo, un poco de caspa en los hombros, vestir fúnebre, adoptar aires de soñolencia y estudiar atentamente al primo para asestarle el timazo en el momento preciso, ni antes ni después.

La idea que Jordi Pujol tenía de Cataluña siempre estuvo clara: la construcción nacional de Cataluña pasaba, en primer término, por la construcción nacional de la lengua. «Proyecto de país», lo llamó (y Ese, el gran plagiador, acaba de plagiárselo 40 años después: «Un impulso de país»). El reparto del dinero vendrá después.

La izquierda antifranquista creyó siempre que el catalanoparlante de derechas era menos de derechas que otro que hablara andaluz, y el izquierdista catalanoparlante se sentía más de izquierdas. Y naturalmente, el nacionalista catalán de derechas está más dispuesto a perdonar los delitos de uno de izquierdas, si habla catalán. En resumidas cuentas: a quien tenga la suerte de poder decir «¡Manos arriba! Això és un atracament!», de entrada no se le podrá acusar de ladrón; sus razones tendrá (y lo chistoso es que el atraco lo darán inconscientemente mitad en castellano mitad en catalán).

Bien. El edificio lingüístico catalán en las instituciones está casi concluido: la lengua oficial es el catalán y el castellano, con suerte, la cooficial (pero no en la calle: lo decía bien claro Pujol hace ya 40 años: preferibles los emigrantes del Este y del norte del África a los de América del Sur, murcianos o andaluces). Illa aseguró que gobernaría para todos los catalanes, pero hasta ahora sólo les ha hablado en su lengua a menos de la mitad de ellos.

Entre las medidas que el Gobierno acaba de anunciar para protegerse de los bulos y mentiras, hay una extraordinaria: habrá ayudas para los periódicos y medios escritos enteramente en una lengua cooficial, en catalán por ejemplo, que ha sido hasta hoy la principal fuente de bulos y mentiras en aquel territorio.

Tampoco importa. Completarán el sometimiento lingüístico. Les llevará un poco más de tiempo, pero el murciano, el andaluz, el ecuatoriano ya entrarán por el aro cuando comprendan que han de cobrar el paro en catalán o acudir a un hospital. ¿Y a estos les costará ir olvidando su lengua materna? Tampoco se crea. En cuanto repartan las primeras migajas, bajarán la cerviz (quien la tuviera levantada). Porque es aquí donde entra en juego el famoso Concierto. Sin él esa Cataluña no será posible. La idea que Jordi Pujol tenía y sigue teniendo de ella está hecha a la medida ruin y mezquina de los nacionalistas («lo mío es mío y lo tuyo, a medias»).

Falta aún que Illa diga claramente cuál es su «idea de país», atreverse a dar el paso: «Los catalanes somos mejores. ¡¿De cuándo acá Murcia y Cataluña son lo mismo?!».

Al día siguiente de recibir a Pujol, Illa acudió a ver al Rey. Esta otra foto perseguía también su pie: «Jordi Pujol no es menos que Felipe VI»... E imagina uno al hijo pródigo en ese momento, con aquella sonrisita sardónica que le caracterizó, subrayada por los tics del ojo, diciendo: «Hoy por mí, mañana por ti».

Porque contra lo que pensaba Freud, en Cataluña los hijos nacionalistas no matan a los padres, los abducen.

Andrés Trapiello, escritor.

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