I'm a Neanderthal

Mi liberada:

Sabes que hace años que eché un poco de saliva a la escupidera de 23andMe. La empresa va haciendo cosas con ella. Una es vendérsela por 300 millones de dólares -la mía y cinco millones de salivas más-, a una empresa farmacéutica. Me parece lógico: el negocio y el conocimiento tienen mucho que ver con la saliva. Hace un par de años recibí un correo particularmente excitante: me informaba de que en mi genoma había 311 variantes neandertales. Como siempre, el dato se puso interesante al comparar: tenía más variantes neandertales que el 93% de los perfiles genéticos de su base de datos. El perfil con más variantes alcanzaba los 397. No era para tomárselo a la ligera, comprenderás. Aunque ya sé que dirás que siempre lo supiste. El único rasgo físico que los de 23andMe asociaban con mis variantes era el de tener poco pelo en la espalda. Y es cierto: es el único lugar donde casi no tengo pelo, y está bien. Un llamativo rasgo neandertalense es el de tener menos probabilidades de estornudar después de comer chocolate negro. En fin. El libre albedrío, ¡qué cosa impresionante!

I'm a NeanderthalLa filiación neandertal -ese abuelo hasta el grado 2.000, según precisa la literatura salivar- me dejó pensativo por unos milisegundos. En los años 70 unos primos mayores muy cabronazos me cantaban Neanderthal Man, el único éxito de los Hotlegs. "Soy un hombre de Neandertal/Tú una chica de Neandertal/Hagamos el amor Neandertal/En este mundo de Neandertal". La canción era todo forma y fondo y los primitos la usaban para llamarme subhumano y humillarme. O sea que eso me jodió, por lo profético. Pero enseguida me animé. Las cuatro líneas enciclopédicas de 23andMe sobre la especie decían: "Si bien el panorama completo de nuestro pasado aún está emergiendo, está claro que desde hace 50.000 años había al menos tres tipos diferentes de humanos. Aunque solo uno de estos grupos (los llamados 'humanos anatómicamente modernos') sobrevivieron, ahora sabemos que se cruzaron con los otros grupos, incluidos los neandertales, en el camino". Por lo tanto, sería neandertal; pero yo crucé. Lo primero que hice, consecuente con un carácter tantas veces denunciado, es pensar fieramente en mi sapiens.

He de decirte que la breve historia neandertal descrita acababa de una manera que me desagradó. La página empezaba aludiendo a los hallazgos en el valle alemán de Neander. La Wikipedia los describe con una gacetilla del 6 de septiembre de 1856, publicada en el Elberfelder Zeitung, cuyo texto llevo tatuado en mi ancha espalda lampiña: "En el vecino valle de Neander, conocido como 'Las rocas', un sorprendente descubrimiento ha sido hecho en días recientes. Durante los desprendimientos de los acantilados de piedra caliza, que no pueden ser más lamentables desde el punto de vista de la estética, se ha encontrado una cueva, que en el transcurso de los siglos había sido cubierta por sedimentos de arcilla. Al desenterrar esta arcilla, se encontró una costilla humana, que sin duda habría sido ignorada y perdida de no ser, afortunadamente, por el Dr. Fuhlrott al registrar e investigar el hallazgo".

¡El abuelito!, exclamé ilusionado la primera vez que lo leí.

La alegría dio paso a una cierta desmoralización. Comprendo que sea fruto de la ignorancia de la época; pero te juro que el sintagma "una costilla humana" me hizo ver cuánto camino le queda por recorrer a la especie. Decir humana era algo más que problemático. Una generalidad ofensiva que en modo alguno haría justicia al abuelo, ni a su singularidad. Pero, vaya, qué iba a saber el Elberfelder en 1856. Lo intolerable estaba en las líneas finales de 23andMe sobre las que ya te anuncio que he pedido una rectificación formal. Dicen: "La secuenciación del genoma ha arrojado más luz sobre el Neandertal y nuestra complicada relación con ellos". ¡Realmente complicada! Una de las hipótesis más aceptadas sobre nuestra extinción -por utilizar términos convencionales, aunque imprecisos, dado que yo a estas horas sigo vivo- es el genocidio al que nos sometieron los sapiens. Soy consciente de que no es la única hipótesis, desde luego. Pero también sé que una versión de la historia de las minorías la escriben siempre los genocidas o los colonizadores. Aquellos capaces, en efecto, de escribir eufemismos del tipo "nuestra complicada relación con ellos".

Sabes que uno de mis pruritos, entre los intelectuales digo, es revelar siempre las fuentes de mis textos. Y la de este es de agua cristalina. Se trata de la columna que ha escrito David Brooks en el Times, publicada el 7 de marzo de 2019. Nuestro escritor lleva algunos años viajando por Estados Unidos con el propósito de estudiar las divisiones americanas: campo/ciudad, rojo/azul, rico/pobre. Voy a darle la palabra para que explique su descubrimiento: "He tenido una sensación inquietante todo el tiempo que es difícil de definir. Y es que la división racial no se siente como las otras divisiones. Hay una dimensión de profundidad que las otras divisiones no tienen. Es más vertebral para la experiencia estadounidense. Una forma de decirlo es que las otras divisiones nacen de la separación y la desigualdad, pero la división racial nace del pecado. Ya no hablamos mucho del pecado en la plaza pública. Pero no creo que uno pueda captar toda la amplitud de la injusticia racial sin invocar los impulsos más oscuros de la naturaleza humana".

El correlato de este párrafo, ahíto de un misticismo pecador, es la tardía adhesión de Brooks a la propuesta planteada hace algunos años por el escritor Ta-Nehisi Coates sobre la necesidad de las reparaciones actuales (algo más que recompensas, dinero o sobornos, decía Coates, pero no olvido que el más incluye también el algo) a la población negra, en razón de los daños sufridos en el pasado. Adhiriéndose, Brooks ampliaba, sinceramente conmovido: "Somos una nación que se deshace por las costuras, una nación en la que cada tribu tiene su propia narrativa y las narrativas son generalmente de resentimiento. La experiencia afroamericana está de alguna manera en el centro de esta fragmentación: el pecado original que endurece el corazón, separa a los estadounidenses y sirve de modelo y combustible para otras injusticias".

Para serte franco no acabo de ver bien cómo puede suturar la fragmentación de América esta distinción a una de sus narrativas. Por algunos comentarios de ciudadanos asiáticos en la discusión del artículo sospecho que la distinción no ha sido bien recibida. Le decían a Brooks que a ver por qué razón iban a pagar ellos por los pecados cometidos por los blancos. Y las réplicas de algunos ciudadanos negros tampoco parece que abonen el camino de la unidad a partir del reconocimiento del pecado original. Les decían a los asiáticos que ellos se habían beneficiado de la riqueza de un país levantado sobre la sangre de los negros y, aún más, que el dinero de América había servido para la reconstrucción de los países asiáticos devastados desde la Segunda Guerra.

En cualquier caso yo, viéndolas venir, advirtiendo la formación de gruesas colas identitarias, y la principal que se avecina, que es la de las mujeres que quieren ser reparadas, he decidido coger mi puesto en la fila. Y a ver quién es capaz de presentar credenciales más antiguas y más dramáticas. Adelanto, además, que la primera de mis reivindicaciones va a ser la dignificación del Valle de Neander.

Sigue ciega tu camino

Arcadi Espada

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