Imponer el bable, dividir Asturias

El bable, asturiano o más recientemente llingua, es una lengua, de uso muy minoritario en Asturias. Todos nos entendemos en español perfectamente, incluso los bable-parlantes. Sin embargo, ha existido siempre un movimiento tendente a la oficialidad del mismo, convenientemente apoyado con fondos públicos, a razón de 1,6 millones de euros anuales sólo para su promoción, que puede ver logrado su objetivo de obligarnos a todos los asturianos a usar una lengua que no necesitamos.

La propuesta del actual secretario general de los socialistas asturianos, Adrián Barbón, de llevar la oficialidad del asturiano en su programa electoral, ha avivado el debate en Asturias. Una irresponsable propuesta electoral que alienta un extraño nacionalismo asturiano, incluyendo una alocada rama independentista, más parodia de Monty Python que movimiento con sustento social alguno. Esta propuesta es apoyada por IU, Podemos y por el partido de Alvarez Cascos, Foro Asturias, sombra ya de su pasado y reconvertido al nacional populismo de izquierdas de la mano de su dirigente más popular, la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, que apoya con entusiasmo la oficialidad del Asturiano, la renta social y otras muchas medidas de carácter populista.

Estos nacionalistas de la nada, parecen desconocer que las pensiones asturianas son cubiertas en casi un 50% por cotizaciones del resto de españoles. Una región que entre 2006 y 2016 perdió el 2,5% de la población, por el envejecimiento y la huida de los jóvenes que no encuentran salidas profesionales, mientras el resto de España crecía un 4,8%. Una Asturias que es la región que menos crece económicamente de toda España.

No existe conflicto lingüístico alguno en Asturias. Los asturianos nos entendemos entre nosotros perfectamente, y sólo una minoría pretende imponer una lengua en desuso. No existe división alguna en la población asturiana por motivos identitarios, de lengua o de pertenencia, más que en las mentes de unos pocos, que pretenden purgar sus frustraciones a costa de todos los asturianos.

Hace 40 años, los que hoy defienden la oficialidad, pedían autonomía y bable en las escuelas. Hoy el asturiano ya es asignatura en todos los grados; la administración está obligada a responder toda comunicación que reciba en asturiano; las normas y disposiciones, así como los impresos administrativos, pueden publicarse en bable; se promociona desde las administraciones públicas y se alienta su difusión en medios de comunicación, o se riega con abundantes subvenciones, todo ello previsto en la ley de uso y promoción de 1998, que prima la voluntariedad frente a al imposición. Hoy ya tienen todo esto, pero no les basta, quieren obligarnos a todos a usarlo, porque saben que voluntariamente no lo haremos.

Los defensores de la oficialidad del asturiano o bable, alegan que se violenta su libertad cuando no se les permite expresarse en el mismo. Pero cuando hablan de libertad, no pretenden que se les permita el uso del asturiano, como ya hacen y prevé la ley, lo que pretende, es obligarnos al resto a responderles en lo que ellos desean. Esta libertad, entendida como imposición de obligaciones a otros, para satisfacción de nuestros deseos, no es libertad, es capricho.

No ocultan su voluntad de imposición, pues se niegan a someterlo a consulta popular, como declaró el concejal de Educación de IU en Mieres, Faustino Zapico. Los que presumen de demócratas son los más temerosos a preguntarle a los ciudadanos sobre algo que les cambiará su vida y la de sus hijos. Pretenden que 23 diputados asturianos sean quienes aprueben la oficialidad de una lengua para 1.00.000 de habitantes sin siquiera consultarles.

Desde la sociedad civil se ha creado la Plataforma Contra la Cooficialidad (@CooficialidadNo). Un grupo de personas que no queremos la oficialidad porque no hay oficialidad amable, toda ella es imposición. No la queremos porque acabará con las hablas locales en su afán normalizador y porque el asturiano ya se usa libremente. No la queremos porque crea barreras de entendimiento y de movilidad de las personas. No la queremos porque es mala para el futuro de nuestros hijos, que caminan a un mundo globalizado en el que la comunicación se basa en la voluntariedad de las partes por entenderse y no en la imposición. Unos niños a los que se les obligaría a estudiar una lengua minoritaria por el capricho conservacionista de unos pocos, perjudicando su futuro profesional en un mundo cada vez más competitivo.

No la queremos porque incrementa el gasto público y los impuestos, obligando a casi 60.000 funcionales a aprenderlo, cuando todos nos entendemos ya. No la queremos porque será perjudicial para la economía, restará inversiones, desalentando la implantación de profesionales o empresarios, obligados a escolarizar a sus hijos en asturiano. No la queremos porque generará un deterioro en los servicios públicos, donde ya no será el mejor médico el que te atienda, sino un buen médico que sepa asturiano. No la queremos porque es la semilla de la división en una sociedad como la asturiana, una sociedad abierta, amable y generosa. Pero sobre todo no la queremos, porque la oficialidad es imposición no es libertad.

Llevo 45 años viviendo en mi querida Asturias, mi familia política es de Figaredo, Trevías y Mieres, mi familia natural, de Deva y el Natahoyo, paso muchos fines de semana en Cangas de Onís y vivo en Gijón. No he escuchado más que el uso del español con algún giro propio de la zona, pero en ningún caso he escuchado conversación alguna en el frankenstein lingüístico creado por la Academia de la Llingua.

No hagamos tonterías en Asturias, no nos lo merecemos. Ya sabemos como acaba esto.

Ignacio Blanco Urizar es economista y abogado y fue candidato de Vox a la Presidencia del Principado de Asturias.

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