Importancia de una anécdota

Todos los medios de comunicación se han hecho eco de una noticia que a muchos ciudadanos ha causado escalofríos: el asesino de Ramón Baglietto ha comprado una lonja para dedicarla al negocio de cristalería debajo del piso en el que vive la viuda del asesinado. Con ello el asesino, que ya ha pagado su pena de cárcel, obliga a la viuda del asesinado a soportar permanentemente su presencia, a recordar de la forma más hiriente posible, a través de la presencia permanente del asesino, el terrible momento del asesinato.

El escalofrío que causa el hecho que refleja la noticia es mayor cuando se recuerda que el asesinado había salvado la vida del asesino cuando éste era un niño. Un caso claro en el que lo que debería ser agradecimiento se convierte en todo lo contrario, un caso en el que la vida regalada se paga con la muerte causada.

El escalofrío pone de manifiesto uno de los problemas fundamentales con el que la sociedad vasca, la española en su conjunto y los poderes públicos se van a encontrar si al final se produce la derrota definitiva de ETA, su desaparición como organización terrorista, eso que ampulosa y falsamente se llama proceso de pacificación: la difícil convivencia en un espacio social pequeño y limitado como es el de la sociedad vasca de las víctimas con los verdugos.

Muchos se han colocado ya en la situación que todavía no ha acontecido: ETA sigue existiendo, sigue sembrando el terror -basta la amenaza del uso de la violencia contra determinadas personas para amedrentar a colectivos completos: en eso consiste precisamente el terrorismo, que no necesita de masacres para ser efectivo-, y por eso no sólo es premeditado hablar ya de reconciliación, sino auténtica pornografía. Incluso cuando ETA desaparezca quizá no se pueda llegar más que a un vivir más o menos cerca sin molestarse demasiado.

Pero la anécdota que sucede en Azkoitia y que refleja la noticia de los medios de comunicación encierra una significación de más alcance. Los nacionalistas vascos en general hablan de violencia de convicción al referirse a los asesinatos de ETA. Los terroristas matan por convicción, por unas ideas, por un proyecto político.Esa razón hace que la lucha contra el terrorismo deba concentrarse, según ellos, mucho más en convencer a los asesinos de la inutilidad de sus métodos, incluso para alcanzar lo que pretenden, que en derrotarlos.

La referencia a la convicción de los asesinos para valorar sus crímenes parece que rebaja la gravedad de los mismos: no es un crimen pasional, no es crimen por celos, no es un crimen con intención de hurto, no es una simple venganza. Decir que es algo que se comete por convicción parece que le dota de una cierta nobleza, lo que lleva a que la lucha contra esos crímenes tenga que ser distinta.

Lo correcto sería pensar que la raíz de convicción de los asesinatos cometidos por los terroristas de ETA los hace más graves: no cuentan con ninguna de las eximentes de actuar en afecto, sometidos a sentimientos de difícil control. Son actos que se cometen con total frialdad, decididos dentro de la racionalidad y de la lógica del planteamiento terrorista, como medios para alcanzar un fin político. Ligando de esa forma la causa -la convicción política e ideológica, el proyecto político a cuya consecución se subordina la vida del asesinado- con el asesinato se crea una vinculación indeleble entre ese proyecto político y el asesinado, de forma que la memoria de éste es recordatorio de la imposibilidad ética y política de la razón que le instauró como víctima.

Por eso es necesaria la derrota política de ETA, la derrota política del proyecto político que fue causa y motivo de cada uno de los asesinatos. El que éstos fueran cometidos por convicción hace que la memoria de las víctimas tenga un profundo significado político: indica lo que nunca debe llegar a ser realidad, el proyecto político de ETA, lo que pueda parecerse a él.

Y la anécdota lo refleja con toda claridad. ¿Cómo puede un asesino ponerse a vivir o a trabajar en las inmediaciones de los afectados por su crimen sin que se ruborice, sin que se avergüence, sin pedir perdón? Porque no tiene conciencia alguna del mal producido, porque la justificación en la convicción ideológica le inmuniza contra la conciencia del mal, le protege de cualquier problema de conciencia. Y en esa inmunidad el terrorista sigue creyéndose impune, entiende que su pena de cárcel ha sido una injusticia, vuelve a poner de manifiesto que él no es ningún verdugo, le roba al asesinado su condición de víctima, y le reduce a lo que en su convicción profunda era: un peón en el juego de la conflictividad política entre Euskadi y España.

La anécdota refleja la falta total de conciencia del mal producido.Sólo desde esta total ausencia de conciencia del mal causado se puede entender la falta de sensibilidad, la falta de vergüenza del asesino de Baglietto, la afrenta a su viuda. ETA tenía razón, viene a decir el comportamiento de este asesino, su proyecto político era correcto, sigue siendo correcto, y yo no tengo por qué avergonzarme de nada. Por eso no tengo que tener comportamientos que indiquen sensibilidad alguna, no tengo por qué tener en cuenta la sensibilidad de la víctima. Estoy en pleno goce de todos mis derechos y de todas mis posibilidades, de todas las oportunidades sin limitación de ningún género.

Percibir este significado en la anécdota que han relatado los medios de comunicación es de gran transcendencia. Estamos debatiéndonos entre la esperanza de la desaparición definitiva de ETA y la desconfianza que debe producir ETA por su historia y por la experiencia de sus comportamientos. Puede que una parte de la sociedad vasca y de la española hayan descontado ya la desaparición de ETA: se han situado en un tiempo que consideran ya post-ETA. Dan por liquidada ETA. Y los que saben que ETA no ha desaparecido aún, que sigue amenazando, extorsionando, añaden a la zozobra que provoca la incertidumbre entre la esperanza y la desconfianza la insoportable bronca partidista por el aprovechamiento electoral del posible fin de ETA.

En ese contexto es importante recordar la anécdota y percibir su significado. Es difícil que la zozobra desaparezca, pues tanto la esperanza como la desconfianza pueden estar justificadas.A estas alturas de la historia sabemos que la lucha partidista va a acompañar el camino de la lucha antiterrorista. Pero por lo menos debería estar claro que, en el mejor de los casos, nos encontramos ante el desestimiento de ETA, no ante la conversión a la democracia.

Debería estar claro que, hablando en términos religiosos, en el mejor caso se tratará de un proceso de atrición, no de contrición.No parece que se esté produciendo una toma de conciencia de la culpa asumida, del mal causado. En todo caso se trata, o se tratará, de un análisis táctico de ventajas y desventajas de continuar con la actividad terrorista en las condiciones actuales. Incluso en el supuesto de que ETA declarara una tregua indefinida e incondicionada, para posibilitar así la participación de Batasuna en el juego político democrático, nos encontraríamos con personas que van a ser actores normales en la política democrática sin haber condenado nunca la violencia terrorista de ETA.

El asesino de Baglietto y su comportamiento ponen de manifiesto el mayor peligro que corre la democracia: creer que la desaparicion de ETA no es la derrota de un proyecto político, y que se puede hacer política, después de ETA, como si ETA nunca hubiera existido, planteando la legitimidad, después de ETA, del proyecto político que causó el asesinato de Baglietto y de otros más de 800 asesinados.

Joseba Arregi fue militante del PNV y portavoz del Gobierno vasco en tiempos del lehendakari Ardanza (EL MUNDO, 28/12/05).