Importancia y coste de las enfermedades mentales

Por Celso Arango, miembro del Comité Ejecutivo del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología. Psiquiatra del Hospital General Universitario Gregorio Marañón (EL PAÍS, 27/05/06):

Publicó la revista European Neuropsychopharmacology un estudio que debería hacernos reflexionar sobre la magnitud de un problema de dimensiones no siempre bien evaluadas. El estudio pone de relieve la importancia y alcance sociosanitario y económico de las enfermedades mentales en Europa. En un análisis en el que se incluyen 27 estudios con más de 150.000 europeos con edades entre 18 y 65 años se muestra que un 27% de los adultos (82,7 millones de personas, y, aunque no se diga en el estudio, sus familias) han padecido una enfermedad mental en los últimos doce meses. Cuando se evalúa el riesgo a lo largo de la vida, la cifra asciende a un 51%. O lo que es lo mismo: es más probable que cada uno de nosotros tenga una enfermedad mental a lo largo de su vida que no la tenga.

Con estos datos, la falsa creencia de que este tipo de enfermedades les suceden a unos pocos queda desmentida. La frecuente existencia de más de una patología en una misma persona empeora aún más la situación. Un 13% de la población tiene 3 o más diagnósticos. Los trastornos mentales más frecuentes en Europa son, por este orden, los trastornos de ansiedad, depresión, alcoholismo y otras adicciones, y los trastornos psicóticos. La estimación puede considerarse como conservadora porque no incluye dos importantes segmentos de la población: los niños y adolescentes y los mayores de 65 años. Deja pues fuera del estudio dos poblaciones muy vulnerables no sólo a estas patologías sino al efecto de las mismas. Recordemos aquí que se considera que 20% de los niños y adolescentes sufren algún tipo de trastorno mental.

Si los porcentajes de personas afectas nos dan una idea de la extensión del problema, la discapacidad y sufrimiento asociadas al mismo nos dan idea de la gravedad del problema, y los gastos derivados de estas enfermedades nos informan del coste económico que para todos tiene. En estos dos aspectos el estudio no es menos alarmante. La pérdida de empleo, el menor rendimiento académico y laboral, otras enfermedades médicas asociadas y el riesgo de suicidio, entre otros factores, hacen que en Europa el 25% de la discapacidad ajustada a los años de vida perdidos (la forma más habitual de medir discapacidad), de todas las enfermedades corresponda a las enfermedades mentales. El tener un trastorno mental multiplica por tres el número de días de trabajo perdidos. Mientras la diabetes produce un pérdida laboral del 2% de los días, las enfermedades respiratorias un 4% y las cardiovasculares un 7%, patologías como la depresión producen una pérdida del 9% de los días. En el último aspecto, el de costes económicos, se calcula que los costes directos e indirectos de estas enfermedades suponen 290 billones de euros, lo que equivale a un 4% del PIB de la Unión Europea. En estos fríos datos no se incluye el sufrimiento diario de pacientes y familiares; para ello el lector puede imaginar lo que supone en la vida de una familia la aparición de una enfermedad crónica como la esquizofrenia, que suele aparecer en la adolescencia. Hay 400.000 personas en España con esquizofrenia, y más aún con trastornos afectivos o toxicomanías. Y hay muchos ejemplos más igualmente válidos.

El hecho de que hasta un 50% de los europeos tenga un trastorno mental a lo largo de su vida y que un 27% lo hayan tenido en el último año puede resultar sorprendente a primera vista. La negación de la enfermedad mental, su estigmatización y la falta de detección pueden tener mucho que ver con esa sorpresa inicial. En el mismo estudio se refleja que sólo el 26% de los pacientes con trastornos mentales consultan con algún profesional sanitario. Ello pone de relieve que la mayor parte de las enfermedades mentales no son diagnosticadas y por lo tanto no se benefician de los tratamientos existentes.

Las enfermedades mentales producen una mayor discapacidad que otras importantes y prevalentes enfermedades como las cardiovasculares, oncológicas o respiratorias. Estos datos no parecen tener reflejo en las políticas sanitarias. Mientras que hay un gran interés por disminuir listas de espera quirúrgicas, en muchos casos un paciente con una enfermedad mental grave tiene que esperar más de un mes para una primera consulta, con revisiones cada dos meses. Lo mismo puede aplicarse a las políticas de investigación y desarrollo. En comparación con la inversión en disciplinas con patologías igualmente preocupantes y relevantes, pero menos prevalentes y que producen una menor carga y discapacidad en su totalidad, la inversión en salud mental en estos últimos años es tremendamente inferior. Debemos recordar que en el estudio reseñado, los costes totales de las enfermedades neurológicas y neuroquirúrgicas ascendían a 83 y 7 billones respectivamente, muy lejos de los datos previamente citados para los trastornos mentales.

Hemos avanzado mucho en el conocimiento, cuidados y tratamiento de los pacientes con enfermedades mentales. La mejora en la asistencia y los avances en la investigación sobre la etiología, fisiopatología y tratamiento de los trastornos mentales es evidente. Sin embargo esa misma evidencia nos dice a gritos que tenemos que hacer aún mucho más. Por nosotros mismos.