Imposturas de diseño

Juli Peretó, profesor de bioquímica, Universitat de València, Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biologia Evolutiva, secretario de la International Society for the Study of the Origin of Life, Issol (LA VANGUARDIA, 12/02/06):

La polémica sobre evolución y creación ha dado una buena cosecha en el 2005. Por un lado, en Estados Unidos se dictó la primera sentencia contra la reintroducción del creacionismo en la escuela pública. Por otro, no sólo se confirma que los antievolucionistas han cruzado las fronteras estadounidenses, sino que encuentran eco en la Iglesia católica.

La sentencia que el juez Jones dictó contra el consejo escolar de Dover (Pennsylvania) es impecable: el diseño inteligente (DI) es una falacia. A finales del 2004 se decidió que los profesores de biología del instituto leerían una nota antes de empezar el tema de la evolución, algo a lo que los docentes se negaron y hubo que recurrir al equipo directivo del centro. La nota advertía de que la teoría de Darwin no está probada. Para que los alumnos conociesen otras teorías científicas, se les remitía al libro Of Pandas and People, un clásico de la palabrería creacionista. Finalmente, se anunciaba que ya no se explicaría el origen de la vida: ese tema se discutiría con la familia. Con evidente ironía, el juez concluye que hasta el creacionismo evoluciona: "Un observador objetivo vería que el DI y la enseñanza sobre las lagunas y problemas de la teoría evolutiva son estrategias creacionistas, religiosas, que han evolucionado a partir de formas anteriores de creacionismo". Jones espera haber desenmascarado el tramposo DI y evitar más pérdidas de tiempo y dinero. Aunque los ciudadanos de Dover se le adelantaron, pues en las elecciones de noviembre ninguno de los miembros del consejo escolar renovó su puesto. Con todo, los defensores del DI siguen diseñando nuevas tácticas. El último intento, en un instituto de California, era explicar DI no en la clase de biología, ¡sino en la de filosofía! Por no hablar de su penetración en algunas universidades o la utilización que hacen del principio antrópico de que el universo está ajustado para que surjan los humanos.

A PESAR DE QUE EE.UU. SIGUE siendo el baluarte del creacionismo, con apoyos explícitos de la Administración Bush, no hay motivos para instalarnos en la complacencia. Los neocreacionistas exportan sus imposturas e involucran a otras tradiciones religiosas. Los evangelistas traducen sus textos a muchos idiomas y, por ejemplo, con frecuencia la enseñanza del inglés en Rusia se apoya en libros evangelistas, aunque los verbos irregulares parezcan contradecir el DI. El reciente congreso Torah y Ciencia de la Universidad Internacional de Florida abrazó con entusiasmo el DI. Pero lo más espectacular es el alarde de medios en la web de una fundación para la investigación científica turca: infinidad de libros y vídeos gratis con traducción a muchos idiomas. Resulta fácil descubrir que los libros de Harun Yahya (seudónimo del creacionista islámico más popular, Adnan Oktar) son un mero cortar y pegar de textos sobre DI. Está claro que los fundamentalistas religiosos coinciden, al menos, en una cosa: la naturaleza es sólo un efecto de Dios.

Pero para mí lo más sorprendente de los últimos meses ha sido la postura de algunas figuras relevantes de la Iglesia católica. Se sabía que determinados grupos católicos norteamericanos, implicados en otras batallas, como la antiabortista, apoyaban la causa del DI. Sin embargo, los críticos del DI siempre han contrastado la radicalidad de ciertos grupos protestantes con la postura oficial de la Iglesia católica. La cita clave es el discurso de 1996 de Juan Pablo II ante la Academia Pontificia de Ciencias, cuando reconoció que la evolución es "más que una hipótesis" y destacó su amplio apoyo científico. Sin embargo, el cardenal arzobispo de Viena, el dominico Christoph Schönborn, publicó en julio pasado en The New YorkTimes un artículo breve pero significativo. Lo malo de "Encontrando el diseño en la naturaleza" no es que su prominente autor, un prestigioso teólogo editor del Catecismo Católico Universal, se decante hacia posiciones hasta ahora propias de los neocreacionistas del DI, algo que podría ser una simple opinión personal, lo peor es que califica el discurso de Juan Pablo II de 1996 de "vago y sin importancia" y, expresamente, debilita el argumento de que la Iglesia compatibiliza la fe con una visión científica de la evolución. Con excepciones, claro. Porque si uno lee entero el discurso del Papa anterior, ve lo que doña Emilia Pardo Bazán llamaba "la piedra de escándalo del darwinismo", el origen del hombre, reservado a la intervención divina. En todo caso, nada indica que Schönborn sea un francotirador.

POCO DESPUÉS DE APARECER su artículo, se publicó una carta abierta al Papa, firmada por el físico Lawrence Krauss y los biólogos Kenneth Miller y Francisco Ayala, pidiendo que aclarase la posición de la Iglesia. A pesar de que alguna voz notable, como la del jesuita George Coyne, director del Observatorio Vaticano, ha restado importancia a las opiniones de Schönborn, éste ha reconocido que cuenta con la aquiescencia del actual Papa y ha seguido con sus argumentos. ¿Es casual que el tema elegido este curso para su catequesis en la catedral de San Esteban de Viena sea el de la creación? Todavía es más inquietante la referencia del Pontífice a aquellos que "cegados por el ateísmo" no ven el "proyecto inteligente del cosmos". Eso fue durante la audiencia pública del 9 de noviembre pasado, justo el día siguiente de unas declaraciones anticreacionistas del cardenal Poupard, el ministro de cultura del Vaticano.

En fin, habrá que atender a los próximos cambios en la curia, al debate abierto por Schönborn y cuantos indicios nos desvelen la verdadera postura de la Iglesia ante la evolución biológica. Ojalá podamos seguir afirmando que, en relación con las explicaciones científicas del origen y evolución de la vida, la católica es una religión que se mantiene a una distancia prudente, sin interferir en una visión que explica e ilumina miles de observaciones diarias, desde la deslumbrante biodiversidad hasta los embates de los patógenos.