Indalecio Prieto y la mejora de Madrid

El pasado 29 de septiembre el Ayuntamiento de Madrid aprobó, por la mayoría de la derecha (PP, Ciudadanos y Vox), la propuesta de Vox de retirar los nombres de las calles de Madrid y otras simbologías (placas y estatuas) a los dos ilustres socialistas y ministros de la II República Francisco Largo Caballero, que también fue presidente del Gobierno durante unos meses de la Guerra Civil, e Indalecio Prieto Tuero. Como biógrafo de Prieto y patrono de la Fundación que lleva su nombre, voy a centrarme en este último.

En el recinto de plenos, y durante la discusión de la propuesta, se escucharon duros insultos a los dos dirigentes socialistas, entre otros, “personajes siniestros”, “criminales” y “antidemócratas”. En algún momento se llegó a acusar a Prieto “de perseguir a disidentes” y aplicar el disparo a bocajarro “a los que querían abandonar el frente”.

Estas voces, las oídas en el pleno del Ayuntamiento de Madrid el pasado 29 de septiembre, me han traído a la memoria los ecos de otros tiempos, allá por los años 40 y 50 del siglo pasado, cuando el franquismo estaba en su apogeo.

A todos los diputados que aprobaron la propuesta citada y, en consecuencia, aceptaron los nefandos calificativos dirigidos a los dos dirigentes socialistas, quiero aclararles que si algo distinguió la actuación de Prieto durante toda la Guerra Civil fue su actitud de permanente oposición a la violencia, que se producía en los dos bandos enfrentados, con especial intensidad en los primeros meses de la guerra.

Dos hechos, entre otros, ponen de relieve esta actitud de Prieto. El 8 de agosto de 1936, cuando don Inda se había convertido en factótum del Gobierno Giral, habla por la radio a la nación y pide a sus oyentes que por mucha impresión que les hayan causado las terribles y trágicas versiones de lo ocurrido “en tierras dominadas por nuestros enemigos… no imitéis esa conducta, os lo ruego, os lo suplico. Ante la crueldad ajena la piedad vuestra, ante la sevicia ajena, vuestra clemencia; ante todos los excesos del enemigo vuestra benevolencia generosa…. ¡No los imitéis! ¡no los imitéis!”. Ningún dirigente político durante la Guerra civil, ni en el campo republicano ni entre los franquistas dio públicamente esta muestra de preocupación moral, como lo hizo Prieto.

Días más tarde de lo anterior, el 21 de agosto, la dirección general de Seguridad, ante los rumores de que los falangistas y militares que estaban presos en la cárcel Modelo de Madrid pensaban organizar un golpe para escaparse, envía milicianos a la prisión entre los que estaban algunos peligrosos delincuentes comunes, que se apresuraron a robar a los reclusos, y además a asesinar a destacados falangistas y derechistas.

Prieto, al conocer la noticia de la matanza y la muerte de su paisano Melquiades Álvarez, se acercó a la cárcel Modelo, y como cuenta en sus Memorias Ramón Serrano Suñer —entonces preso en aquella cárcel y luego destacado falangista y ministro de Franco— se presentó con su escolta allí, no sin pasar algunos apuros y tener que sortear conatos de violencia, y aparte de quedarse horrorizado con lo que acababa de ocurrir, de acuerdo con el presidente Giral tomó las medidas necesarias para acabar con la siniestra situación.

En cuanto al alcalde de Madrid, el señor Martínez-Almeida, que en los últimos meses ha demostrado ser un hombre moderado y de buen sentido, quiero hacerle ver, por lo que a Indalecio Prieto se refiere, que su trayectoria ministerial durante la II República está llena de actividades orientadas a favorecer a Madrid y a los madrileños.

En las primeras semanas de la andadura de la República, el 8 de mayo de 1931, Prieto, como ministro de Hacienda, hace entrega al pueblo de Madrid, en la persona de su alcalde Pedro Rico, de los parques del Campo del Moro y la Casa de Campo, que desde entonces se convirtieron en excelentes recintos para la diversión y esparcimiento de los madrileños.

Pocos meses más tarde, en 1932, Prieto ahora como ministro de Obras Públicas dedica su enorme capacidad de trabajo a un ambicioso proyecto en torno al desarrollo y la mejora de Madrid, que incluía la construcción del enlace ferroviario subterráneo de las principales líneas que confluyen sobre Madrid, a través del Paseo de la Castellana, desde Atocha a Fuencarral, con una estación en la zona de Chamartín; un servicio ferroviario que acercase la capital a la Sierra de Guadarrama, a través de la electrificación de la línea; la ampliación urbana de la capital hacia el norte, con la urbanización de la “prolongación de la Castellana”, con su conjunto de edificios públicos de nueva planta, que desde entonces se llamaría los “Nuevos Ministerios” ; la ordenación y mejora de las carreteras en la zona noroeste, tanto la de La Coruña y el Pardo, como la carretera de Castilla; la nueva ubicación del hipódromo en la ribera del Manzanares; las vías de conexión con las zonas próximas a la Sierra, de marcado interés social, en definitiva, intentar la resolución de los problemas urbanísticos del desarrollo de Madrid y sus alrededores. Como diría el propio Prieto, cuando presentó el proyecto en el Congreso, en agosto de 1933, el aspecto preponderante del plan es de orden social, “es la transformación de Madrid, el engrandecimiento de Madrid, el progreso de Madrid”.

Todo este bagaje de trabajos en beneficio y mejora de Madrid y los madrileños que forma parte de la biografía política de Indalecio Prieto, le hizo merecedor de que el entonces alcalde de Madrid, Pedro Rico, el 12 de junio de 1936 llevara al pleno del Ayuntamiento una moción para solicitar la concesión a su favor de la Medalla de Oro de la Villa, moción que fue aprobada por unanimidad y donde se señalaba que Indalecio Prieto era acreedor de dicha distinción debido “a su gran visión del futuro de Madrid y a sus generosas iniciativas se deben mejoras que abren horizontes y posibilidades para que nuestra capital alcance el rango e importancia que por sus condiciones y por su cualidad de capital de la República le corresponden”.

Espero, señor Martínez-Almeida, que siguiendo el ejemplo de su antecesor, Pedro Rico, y para mantener su buen nombre y ofrecer una satisfacción a todos los demócratas que admiramos la figura política y humana de don Inda, aplique su buen sentido en esta ocasión y consiga que esa injustificada propuesta no prospere al llegar a la junta de Gobierno del Ayuntamiento.

Octavio Cabezas Moro es biógrafo de Prieto y patrono de la Fundación Indalecio Prieto.

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