Indebida apropiación

Me preocupa, en la política, que funcione una indebida apropiación de ciertos valores, por ciertos colectivos, que sacan provecho individual de tal apropiación: el «ecologismo» o la defensa del medio ambiente, por ejemplo, termina identificándose con determinados partidos políticos, así como la defensa de la mujer, o incluso (y ya de antiguo) la defensa de la cultura y de las posiciones más intelectuales etc., cuando en realidad muchas veces estamos ante diferencias de estilos. El problema surge realmente cuando esta apropiación funciona, porque se traduce a la postre en votos, que es lo que importa. Ya no se trata de populismo o demagogia, se trata de un fenómeno algo más profundo. Fenómeno al que se une la tradicional menor atención, de otros partidos, por la ideologización, la cultura, lo intelectual y la opinión pública, etc.

Afecta esto incluso al vocablo «libertad», en especial cuando se relaciona con el espíritu «progresista», como lo corrobora, por ejemplo, el llamado «procés»: una vez que se consigue, más o menos, lo más elemental (poner ante la justicia a sus responsables) sobreviene entonces el «espíritu progresista» invocando una especie de indulgencia con tales personas que han delinquido, para dar una imagen más humana y libertaria. En este ejemplo, el progre se define como aquel que, debido a que otros antes han adoptado las posibles soluciones, él aprovecha para quedar como el más «humano» o más «sensible», dirigiendo incluso misivas al Tribunal Supremo de absolución o incluso de posibles indultos. Como si, por cierto, no tuvieran el mismo derecho, a la indulgencia, otro tipo de delincuentes comunes cuyos hechos han tenido incluso una menor repercusión, sobre todo colectiva. El descuido, por la opinión pública, al final puede llegar a influir incluso hasta en los propios procesos judiciales: siendo las leyes interpretables por esencia, al final los juzgadores (aunque son independientes y lo hacen lo mejor que pueden) terminan interpretando los tipos legales influenciados por este ambiente u opinión pública de la que uno no puede sustraerse aunque quiera. De hecho, es significativo cómo nadie se extraña de que un dirigente del PP pueda ir a prisión por haber cometido un delito (tan interpretable) como la prevaricación y que, en cambio, muchos se puedan extrañar de que pueda condenarse a un político de ERC o JpC que ha llegado a hacer algo tan grave e irreversible como intentar sustraer dolosamente a España de 32.108 km2, que es la extensión de nuestro territorio en Cataluña.

En los territorios donde no gobiernan partidos constitucionalistas existe una opinión pública densa. La clave no está en la reforma constitucional de competencias ni en nada parecido, pese a lo que dicen incluso eminentes juristas, a mi juicio algo descentrados. La clave está en lo que estoy contando, es decir, en lo ideológico y en las mentalidades y valoraciones de las cosas; y en estos territorios se respira un ambiente espeso, hasta el punto de que, si esto no se frena, PSOE, PP, Cs y Vox terminarán extinguiéndose en tales territorios, si es que no se han extinguido ya.

La situación es tan grave que, como línea de futuro, creo que empieza a imponerse que el partido más votado gobierne (actualmente PSOE). Ahora bien, para ello, el presupuesto o condición es que exista un férreo compromiso ex ante de lealtad a España y de que, gobierne la derecha o gobierne la izquierda, no se transija ni pacte jamás con partidos nacionalistas-separatistas. Como suelo decir, lo único que importa es la Hispanidad. Sobre esta hablaremos otro día.

Santiago González-Varas, Catedrático de Derecho administrativo y miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

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