Independencia o guerra

En el decenio de 1990, el mundo apartó la vista del genocidio de Rwanda y de la “guerra de los Grandes Lagos” en el Congo oriental, que se cobró cinco millones de vidas: el mayor número de cualquier guerra desde la segunda guerra mundial. ¿Volverán a prevalecer un silencio y una desatención semejantes, si se reanuda la guerra civil en el Sudán?

El acuerdo de paz logrado en 2005 en Naivasha (Kenya) entre el Gobierno del Sudán y los rebeldes del Movimiento Popular de Liberación del Sudán (MPLS) comprometió a los dos bandos, en guerra durante la mayor parte de los cincuenta años anteriores, a laborar en pro de la unidad, pero, cuando el Acuerdo Amplio de Paz (AAP) llega a su culminación, el MPLS, radicado en la región autónoma del Sudán meridional, ha abandonado toda pretensión de que la unidad con el Norte y el Gobierno de Jartum sea posible o conveniente.

Un referéndum previsto para el 9 de enero brindará a los votantes del Sur la oportunidad de crear su propio Estado soberano. Una votación aparte, pero simultánea, en la provincia de Abyei, rica en petróleo, permitirá a los votantes elegir si desean unirse al Norte o al Sur.

La fusión artificial del Sudan septentrional, principalmente árabe y musulmán, y el Sudán meridional, africano, donde predominan las creencias cristianas y animistas, ha sido un total fracaso. Desde que el Sudán consiguió la independencia del Reino Unido en 1956, el país ha estado sacudido por una casi constante guerra civil basada en la división cultural y religiosa entre el Norte y el Sur. Más adelante se complicó la situación con un conflicto aparte –esa vez entre musulmanes– por los recursos de la región occidental de Darfur.

Si el Sur no musulmán hubiera obtenido con la independencia un importante grado de autonomía religiosa, cultural y administrativa dentro de una estructura federal con traspaso de competencias, resulta concebible que el país hubiera podido mantener la paz, pero el Sur no consiguió esas libertades hasta 2005, con el AAP, y sólo tras un conflicto enorme y sangriento.

Durante la mayor parte del medio siglo anterior, el Norte procuró inexorablemente imponer su voluntad al Sur. Los meridionales fueron objeto de una marginación institucionalizada y sistemática. La islamización fue el instrumento principal de represión, en particular la imposición de la legislación de la sharía. Más de dos millones de personas murieron tan sólo en la segunda guerra civil sudanesa, que estalló en 1983 (esencialmente, como continuación de la primera guerra, que acabó en 1972). Muchos millones más pasaron a ser refugiados.

Pocos lugares de la Tierra son más pobres e indigentes que el Sudán meridional. En la mayoría de los sitios, las infraestructuras son inexistentes y millones de minas terrestres sin explotar cubren su territorio, pero el Sur no ha sido conquistado nunca y su ejército, el EPLS, logró contener al Norte combatiendo en dos ocasiones.

Como un Sudán Meridional independiente sería económicamente sostenible, la causa de su independencia resulta viable. El 80 por ciento, aproximadamente, del petróleo del Sudán está en el Sur y las inmensas zonas de tierra fértil y regada de forma natural del país representan una importante promesa para la agricultura comercial. Además, la riqueza mineral del Sudán Meridional podría ser importante, aunque nadie lo sabe, porque durante tanto tiempo han sido imposibles las exploraciones.

Todas las encuestas indican que, si se les brinda la posibilidad de elegir en un referéndum libre, justo y bien organizado, los meridionales votarán abrumadoramente a favor de la independencia, pero el período anterior al plebiscito ha estado marcado por una gran tensión, pues el Presidente del Sudán, Omar al-Bashir, que ha sido procesado por el Tribunal Penal Internacional con la acusación de genocidio en Darfur, ha procurado retrasarlo, entorpecerlo y eclipsarlo.

El Norte ha estado orquestando una serie de ataques militares en pequeña escala al territorio meridional sudanés durante los últimos meses. También se sospecha que ha hecho perforaciones horizontales hasta los yacimientos petrolíferos del Sur, lo que constituye una violación del AAP, y el EPLS teme que Bashir aprovecharía una votación a favor de la independencia en el Sur como justificación para reanudar la guerra sin cuartel.

Sin embargo, la guerra no redundaría en beneficio de nadie, ni siquiera de Bashir. Al fin y al cabo, este último depende del petróleo para obtener los ingresos estatales y, según filtraciones recientes, se supone que está acumulando una enorme fortuna personal en el extranjero. Bashir conoce la tenacidad y la persistencia del EPLS, pero si éste acaba controlando los recursos petroleros del Sudán o impidiéndole el acceso a ellos, el Norte podría quedarse sin nada.

La reanudación del conflicto podría arrastrar también a los Estados Unidos (que apoya al Sur) y China (principal respaldo de Bashir) a un peligroso conflicto por poderes que podría intensificarse, como los que fueron comunes en África durante la Guerra Fría. Últimamente, China ha estado haciendo grandes inversiones en la vecina Etiopía con la esperanza de comprar la neutralidad de su Primer Ministro, Meles Zenawi, para el caso de que haya guerra, si bien el más probable que el Gobierno de Addis Abeba se ponga de parte de sus correligionarios cristianos del Sur.

La posibilidad de una guerra por poderes es lo que vuelve todas las cuestiones no zanjadas –la división de los ingresos procedentes del petróleo, la demarcación de la frontera y el destino de las contiguas cordillera Nuba y región del Nilo Azul– tan potencialmente explosivas, pero, con guerra por poderes o sin ella, ese nuevo trazado casi sin precedentes de las fronteras coloniales de África (el de Eritrea, hace dos decenios, fue el último ejemplo) podría tener consecuencias profundas para el futuro del continente.

Un Sudán Meridional independiente obligaría a Occidente a afrontar las ortodoxias establecidas sobre África, en particular la creencia de que países como Somalia y Nigeria son más estables enteros que divididos en dos o más partes constituyentes. De hecho, se espera que un Sudán Meridional independiente conceda el reconocimiento diplomático a Somalilandia, el logrado y estable ex protectorado británico que ha tenido una independencia de facto del resto de Somalia desde 1991.

Cuando se acerca el referéndum del Sudán, el mundo contiene la respiración. Indudablemente, el Sudán Meridional afrontaría dificultades colosales como Estado soberano, pero la opción substitutiva –una inevitable vuelta a la guerra– sería incalculablemente peor, tanto para el Sudán como para África. El pueblo del Sudán meridional tiene ahora por fin una posibilidad de decidir su destino. Para él y para la causa de una paz duradera en esa región, ése podría ser un comienzo inmensamente valioso del nuevo año.

Charles Tannock, coordinador de los Conservadores y Reformistas Europeos en la Comisión de Asuntos Exteriores del Parlamento Europeo. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *