Indeseables al poder

Ha costado lo suyo, pero vamos descubriendo que las democracias se pueden convertir en dictaduras encubiertas. El pluralismo real corre peligro de convertirse en simulacro de pluralismo. Transitamos aún por un estadio intermedio entre las viejas democracias, dotadas de valores avanzados y clases medias con buenas perspectivas de futuro, y las nuevas democracias, gobernadas desde el cinismo, la mentira y el populismo, siempre a favor de quienes más tienen y en contra de los demás. Al paso que vamos, democracia y satrapía pueden dejar de ser incompatibles.

Nos quejamos, con razón, de la falta de líderes dotados de coraje, pero tal vez sea mejor así, puesto que en nuestros tiempos, los aspirantes a ejercer liderazgos fuertes pertenecen a una de estas dos categorías: irresponsables o indeseables. Blair y Cameron fueron dos irresponsables, el primero por haber liquidado la socialdemocracia, el segundo por jugar a favor de sí mismo aunque fuera contra su país. Es pronto para juzgar a Theresa May, pero ha dado un mensaje aún más preocupante situando a irresponsables en lugares clave. Al otro extremo de la pequeña Europa, Erdogan se sirve del golpe de Estado para convertirse, de facto, en dictador. El alumno turco ha superado al maestro ruso, y tiene carta blanca porque es un aliado. Lo que se permite en Turquía embrutece tanto nuestros valores democráticos como el cierre de puertas a los refugiados. Dentro y fuera de la UE la democracia se envilece en más de una docena de países, y no solo en el este. ¿Alguien levanta un dedo?

La prueba del nueve para evaluar la calidad de una democracia se encuentra en la distribución del poder. Es tan elemental como infalible: si el poder se concentra, mal; si se concentra aún más, peor; si se esparce, bien. Nunca una democracia ha resultado ingobernable por exceso de compartimentación del poder. Y viceversa, la democracia se desvanece a medida que el poder se unifica en menos manos y se limita la autonomía de las instituciones.

La definición clásica de Montesquieu es una utopía. Los gobernantes siempre han mantenido los jueces a raya. Los legislativos son apéndices de los ejecutivos. Ahora, los poderes son tres, el económico, el político y el mediático. El riesgo principal, en algunos países, es que pasen a ser dos, porque entre el político y el económico controlen el mediático. De tres a dos hay un paso. En cambio, de dos a uno no hay ni medio paso, porque el príncipe y el mercader van del brazo. Se entienden tanto si gobierna este socialismo tan domesticado cómo si manda la derecha.

En términos de poder, el principal problema de España es el sistema mediático de la capital. Recordamos que Rajoy, en un preludio de posteriores victorias electorales, logró cambiar a tres directores de grandes rotativos que hasta entonces le desafiaban abiertamente. Tal como comprobamos día a día, haber pasado de dos partidos a cuatro no cambia mucho las cosas. Los españoles han votado dos veces contra Rajoy, pero Rajoy seguirá gobernando de la única manera que sabe: imponiéndose.

Lo vemos en todo el mundo. Una de las características del gobierno de los indeseables es la desfachatez, la cara dura, el impudor como relevo liberador de la hipocresía. La revelación de lo oculto no comporta consecuencias negativas. Abajo las caretas. El escándalo no escandaliza. Anonymous y WikiLeaks, más que un servicio a los de abajo, se lo han prestado a los de arriba. A los justicieros, a los divulgadores de conversaciones y 'mails' impúdicos, a los autores de series como 'The wire' o 'House of cards', el tiro les ha salido por la culata.

Cuando ya se conoce casi todo, los responsables del mundo respiran aliviados. Sabemos cómo son. Sabemos que no son como se presentan. Saben que lo sabemos. Y qué. Que se destapen las cloacas aún les vuelve mas fuertes. Total, ellos ya están acostumbrados a la pestilencia. Que hayamos descubierto la cara oculta del poder, un continente entero de pútrida atmósfera, no disminuye el poder. La Luna no dejar de ser la Luna cuando la fotografían por detrás. No debe de faltar mucho para que den el último paso: se afanarán a encender focos muy potentes y mostrarán lo que antes eran vergüenzas como auténticos exhibicionistas. ¿No queríais transparencia? Mirad, mirad.

Se salvan, algunos por poco, Canadá, Suiza, los escandinavos, Alemania y una lista muy corta de países donde la decencia aún cotiza. El resto se degrada. Si disponer de poder y ser buena persona ha sido siempre muy, muy, difícil, ser un indeseable ya no es obstáculo para ganar posiciones. A poco que nos descuidemos, pronto se convertirá en un requisito imprescindible. Los escalones por donde suben se llaman incertidumbre y empobrecimiento. Solo la igualdad les puede echar escaleras abajo. Pero mientras la justicia social siga a la baja, los indeseables irán hacia arriba.

Xavier Bru de Sala, escritor.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *