India mira al oeste

India mira al oeste
Indian Prime Ministry Handout/Anadolu Agency via Getty Images

Los últimos gestos conciliatorios del gobierno nacionalista de la India en su flanco occidental despertaron el comprensible interés del mundo. Pero el cálculo del primer ministro Narendra Modi es bastante sencillo. Frente a la agresión continua de China en la frontera septentrional de la India y un probable resurgimiento talibán en Afganistán, parece prudente una mejora de las relaciones del país con su vecino occidental (Pakistán).

Estas últimas semanas, se habló de la existencia de conversaciones extraoficiales secretas entre funcionarios de seguridad indios y pakistaníes (facilitadas por los Emiratos Árabes Unidos) con el objetivo de aliviar las tensiones bilaterales. La tregua que se acordó en febrero de 2021 en la «línea de control» que separa a las fuerzas indias y pakistaníes en la disputada región de Cachemira se viene respetando desde entonces, lo que permitió una atmósfera de relativa normalidad en la zona.

La India también está conversando con los talibanes (a los que siempre subestimó como sustitutos del ejército pakistaní); esto es reflejo de la creciente probabilidad de que los mulás recuperen el poder en Kabul tras la retirada en septiembre de las fuerzas estadounidenses de Afganistán. Además, ha mantenido dos de sus consulados en Afganistán cerrados desde el año pasado, una vieja demanda pakistaní a la que se había resistido por dos décadas.

Y a fines de junio, el gobierno de Modi mantuvo unas conversaciones sorprendentemente amistosas en Nueva Delhi con catorce importantes dirigentes políticos cachemires. Casi todos ellos habían sido arrestados durante la represión que lanzó el gobierno en el estado de Jammu y Cachemira a partir de agosto de 2019, y desde entonces fueron blanco de feroces críticas del gobernante Partido Popular Indio (Bharatiya Janata Party).

Todo esto habla de un cambio de políticas por parte de un gobierno que es consciente de las presiones en la frontera septentrional de la India. Las tropas chinas mantienen sus posiciones desde que en la primavera boreal de 2020 avanzaron por territorio disputado en la región de Ladakh y luego provocaron un choque militar que se cobró la vida de veinte soldados indios. A pesar de once rondas de negociaciones, China se empecina en no retirarse, de modo que la insistencia india en volver al statu quo ante parece cada vez más desesperada.

Es probable que las hostilidades con China perduren, en cuyo caso la India no podrá darse el lujo de escalar tensiones hacia el oeste. Las relaciones indopakistaníes están en su nivel más bajo de los últimos tiempos, como resultado de una serie de incidentes, que comenzaron con el atentado terrorista de noviembre de 2008 en Mumbai y culminaron en 2019 con el ataque de aviones de combate indios en Balakot (Pakistán). Además, el gobierno indio enfureció a Pakistán con la decisión de agosto de 2019 de anular la autonomía constitucional de Jammu y Cachemira y rebajar la región al estatuto de «territorio de la unión» (bajo administración directa desde Delhi). Después de eso el gobierno pakistaní organizó una campaña internacional (apuntada sobre todo a los países islámicos, pero también a las Naciones Unidas) para obtener una condena contra la India y obligarla a revertir su decisión.

Como Modi se mantuvo implacable hasta hace poco, la reunión de tres horas y media con dirigentes cachemires fue un cambio inesperado. Los líderes invitados (entre ellos cuatro ex jefes de gobierno de Jammu y Cachemira) representan a los principales partidos de todo el arco político regional. El gobierno de Modi los había acusado de ser dinastías corruptas que explotaban al Estado en beneficio propio. Pero ahora fueron recibidos con elogios y deferencias por Modi, el ministro del interior Amit Shah (el segundo político más poderoso de la India) y otros altos funcionarios.

La campaña de represión del gobierno en Jammu y Cachemira no logró ninguno de los objetivos declarados: inaugurar una nueva era de paz y desarrollo, eliminar el terrorismo, terminar con el dominio de unas pocas familias sobre la política local y acelerar la integración de la región al resto del país. Pero sería un error ver en las recientes negociaciones del gobierno con la dirigencia cachemir una admisión de derrota.

Las discusiones se centraron en tres temas. Uno fue un acuerdo para efectuar (con cooperación de los partidos cachemires) un nuevo trazado de los distritos electorales del estado (que probablemente incrementará la representación de la región de Jammu en su legislatura). Y los otros dos temas fueron la celebración de elecciones generales en Jammu y Cachemira y que la región vuelva a ser estado.

De modo que el resultado aparente de las negociaciones, antes que una derrota para el gobierno indio, fue un corrimiento del eje discursivo. La noticia conmocionante en agosto de 2019 había sido la abolición del artículo 370 de la constitución de la India, origen del estatuto autónomo especial de Jammu y Cachemira. Pero de esa cuestión ni siquiera se habló, ya que se la consideró sub judice (todavía hay demandas pendientes sobre el asunto a consideración de la Corte Suprema). En cambio, la cuestión principal fue que Jammu y Cachemira vuelva a ser estado, algo que en cualquier caso el gobierno había prometido que ocurriría en el «momento adecuado».

Esto puede llevar a una solución políticamente viable, en la que el gobierno central devuelva a Jammu y Cachemira la condición de estado a cambio de que su dirigencia política acepte no hacer alboroto en torno al artículo 370 y dejar el asunto en manos de la justicia. Si eso sucede (como parece probable), los cachemires tendrán la ilusión de haberle arrancado una concesión al gobierno de Modi, pero este mantendrá su victoria real (la revocación hace dos años de la autonomía) a salvo de cuestionamientos de los partidos políticos de Cachemira.

En tanto, la campaña internacional de Pakistán contra la India para que devuelva al estado su autonomía ha sido infructuosa. Aunque la dirigencia pakistaní tiene sus propias razones para querer reanudar el diálogo con la India, necesitaba algún movimiento del gobierno de Modi que lo justificara, y un proceso de negociación con la dirigencia cachemir que lleve a algo parecido a la reinstauración del estado puede ser el avance necesario. De modo que el gobierno indio puede anotarse otra victoria iniciando nuevas discusiones bilaterales sin hacer ninguna concesión real respecto de las precondiciones en las que Pakistán insiste hace dos años.

Estos últimos acontecimientos son las primeras jugadas en un ajedrez regional que comienza a desarrollarse lentamente. Todavía hay que ver cómo evolucionan la situación en Afganistán, los estrechos lazos económicos de China con Pakistán (a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta) y las insurgencias de los talibanes afganos y de sus homólogos pakistaníes. Puede ocurrir que la incipiente militancia cachemir estalle, y que las ofertas de paz de Pakistán (si este no pudiera o no quisiera cortar los ataques terroristas desde su territorio contra objetivos indios) resulten una vez más insinceras.

Con tantas incógnitas, ninguno de los bandos tiene la victoria a la vista. Pero al menos por ahora, parece que la India está tomando las decisiones correctas.

Shashi Tharoor, a former UN under-secretary-general and former Indian Minister of State for External Affairs and Minister of State for Human Resource Development, is an MP for the Indian National Congress. He is the author of Pax Indica: India and the World of the 21st Century. Traducción: Esteban Flamini.

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