Infraestructuras: ¿un ajuste necesario?

Mucho se está hablando estos días sobre el ajuste de las inversiones en infraestructuras, y creo oportuno contribuir a centrar el debate.

Estamos ante la primera crisis económica tras la globalización. Una crisis de una complejidad e intensidad sin precedentes en la que los mercados muestran una volatilidad inusitada provocando escenarios continuamente cambiantes.

El nuevo plan de ajuste presentado el pasado mes de mayo junto a las reformas iniciadas y la publicación de los tests de estrés realizados sobre la mayoría de nuestras entidades financieras supusieron el inicio de la recuperación de la confianza de los mercados reduciendo el coste financiero de nuestra deuda. Ello ha posibilitado un margen adicional en los Presupuestos Generales del Estado para 2011 que va a permitir mejorar ligeramente el recorte en infraestructuras sin comprometer el déficit.

No se trata de improvisación. Se trata de adoptar las medidas necesarias acordes con las circunstancias del momento y de aprovechar las mejoras que se han producido en beneficio de nuestra economía.

La crisis ha mermado los ingresos del Estado y la clave es realizar una adecuada priorización del gasto, igual que hacen las familias y las empresas. No se puede mantener el mismo nivel de gasto con menos ingresos.

Hay que elegir una nueva asignación del gasto productivo entre las principales partidas del Presupuesto, entre la inversión en I+D+i, en educación o en infraestructuras. La economía española adolece de un problema de falta de productividad y necesitamos mejorar nuestra competitividad para impulsar la recuperación. Ya no se trata de consumir más, sino de producir más y mejor, para vender más en el resto del mundo. Para conseguirlo es imprescindible apostar por la investigación y el desarrollo, por la innovación, por el diseño y eso significa invertir en educación y formación del capital humano. En todos estos campos, España ocupa una posición de retraso respecto a nuestros principales competidores. Por tanto, es lógico que el Gobierno haya priorizado estas partidas del presupuesto.

En cuanto a las infraestructuras, el balance es muy diferente. Gracias al enorme esfuerzo inversor de los últimos años, España ocupa hoy una posición de liderazgo internacional en todos los modos de transporte. Somos el segundo país de Europa en kilómetros de autovías y autopistas tras Alemania, seremos a finales de año el primero del mundo en líneas de alta velocidad en servicio y los dos mayores aeropuertos y puertos españoles se encuentran entre los 10 primeros de Europa. Por tanto, no es sensato mantener el mismo ritmo inversor y lo ideal hubiera sido un ajuste suave, pero la crisis no lo ha permitido. Es verdad que es preciso finalizar las infraestructuras en marcha, proseguir con la modernización de nuestro país y contribuir a reducir los costes del transporte y las emisiones de CO2, pero al ritmo que las disponibilidades presupuestarias y las prioridades del país lo permitan.

También hay otras razones añadidas que hacen que la inversión en infraestructuras sea también una mejor candidata para el ajuste. Me refiero a la posibilidad de su financiación mediante mecanismos de colaboración público-privada que permiten invertir sin computar en el déficit público. Sobre esta base se ha elaborado el Plan Extraordinario de Infraestructuras que se va a empezar a licitar este año.

Y me refiero también a su mayor flexibilidad para adaptarse a un recorte presupuestario, posible por la capacidad técnica de nuestras empresas y por la propia naturaleza de las obras. Esta flexibilidad es impensable en otras materias como las becas para estudios o proyectos de investigación.

Por tanto, el ajuste en infraestructuras era y es necesario. Realizarlo es una decisión valiente y responsable. El coste de no hacerlo era mucho peor y, sin duda, los ciudadanos lo valorarán.

Inmaculada Rodríguez-Piñero, secretaria general de Infraestructuras del Ministerio de Fomento.