Ingeniería y empleo

Enhorabuena. Los indicadores macroeconómicos ya están en valores positivos, nos felicitamos por ello, pero los analistas afirman que el desempleo tendrá una recuperación lenta. Para que la cifra de parados sea inferior al 10%, las previsiones más optimistas apuntan a 2020 y las más conservadoras nos llevan hasta el año 2030.

No debemos conformarnos con una recuperación lenta del nivel de empleo. Hay que diseñar estrategias, planes y marcar objetivos más potentes para avanzar a un ritmo mayor en la creación de puestos de trabajo y en este objetivo la industria, como sector básico en la estructura de un país, tiene un papel predominante, es decir impulsando la industria se produce una situación en la que ganamos todos (win-win-situation).

Recordemos el dato fatídico que denunciamos hace ya tiempo: el peso del sector industrial se ha reducido desde el 34% del PIB en 1970 a poco más del 13% actual. Como si hubiésemos olvidado que las actividades en dicho sector son garantía de crecimiento, empleo de calidad, competitividad, prosperidad y estabilidad social. Aún en las condiciones actuales, la industria genera el 50% del empleo cualificado, aporta el 45% de la inversión en I+D+i y exporta más del 53% de su actividad.

Afortunadamente se están produciendo reacciones tendentes a revertir esa tendencia, empezando por la Comisión Europea, que ha marcado como objetivo que uno de cada cinco euros de los que se contabilizan en la UE provenga de la industria, frente a ese 13% actual. La patronal madrileña CEIM prepara un plan para los próximos meses, con medidas a todos los niveles, con el que pretende fomentar la creación de 400.000 empleos en cuatro años en la Comunidad de Madrid. El plan, se denominará Plan 400.000, para crear 50.000 empleos en su primer año de implantación y 75.000, 125.000 y 150.000 en los sucesivos.

Estos objetivos no se marcan si no se ha realizado previamente un análisis de viabilidad, por lo que nos podemos preguntar: ¿cómo se pueden lograr estos objetivos de mejora de la economía y el consiguiente aumento del nivel de empleo? La respuesta: es necesario cambiar el modelo productivo. Sí, ¿pero… cuándo? Evidentemente ahora, ha llegado el momento aprovechando la inercia de la recuperación actual.

A continuación nos preguntamos: ¿quiénes pueden realizarlo? Tampoco hay dudas: entre todos. Todos debemos participar, pero igual que los empresarios y la administración tienen que dedicarse a ello con todos sus recursos y experiencia, los ingenieros son los que han de aplicar sus conocimientos y poner en marcha los nuevos procesos y procedimientos aprovechando esos recursos.

En ese sentido la industria se está enfrentando a dicho reto desarrollando nuevos conceptos tales como el denominado Industria 4.0 o cuarta revolución industrial, impulsados desde Alemania, sin que ello signifique que es un nuevo modelo solo apto para grandes complejos empresariales, porque hay que emplear tecnologías que no solo están al alcance de las empresas industriales más avanzadas, sino que, ajustadas a las necesidades de cada negocio, suponen una inversión viable y rápidamente amortizable. Mientras que en el pasado las fábricas se deslocalizaban en busca de mano de obra barata, ahora se pueden traer de nuevo a Europa. En esta incipiente carrera industrial 4.0, España se encuentra en buena posición, «podemos estar en la línea de salida». No dejemos pasar esta oportunidad. Aunque Alemania y Estados Unidos ya han adoptado el concepto y se han puesto a desarrollarlo, hasta el momento ningún país se ha posicionado en cabeza. Nosotros podemos hacer lo mismo, porque en este caso la materia prima primordial es la ingeniería y en esta materia no tenemos absolutamente ninguna carencia. Los centros universitarios de ingeniería ya se tienen que estar movilizando para ajustar los perfiles formativos a las nuevas necesidades

Es el momento de «subirse a la revolución». Tenemos las herramientas. Las empresas han de avanzar para incorporarlas en las fábricas. Tenemos que adoptar sistemas como Big Data (datos masivos) e inteligencia artificial que ya han demostrado sus excelentes resultados. De no hacerlo perderemos competitividad, de la que no andamos precisamente sobrados. El gran ahorro de costes que comporta la adaptación de estas nuevas tecnologías, se estima en un 30%, permitirá resituar la industria como uno de los motores de crecimiento económico. Adicionalmente, la industria tiene un efecto multiplicador que se extiende a ámbitos como la investigación o el desarrollo de servicios basados en la tecnología.

También EE.UU. avanza con firmeza, recientemente, en Chicago, líderes de la industria se han reunido en un Fórum de Internet de las cosas (IOT) para impulsar este modelo industrial en el marco de unas previsiones de dos millones de déficit de profesionales expertos en este nuevo mundo. Esto nos dice que es un momento excelente para crear una buena oferta de ingenieros industriales capaz de cubrir las necesidades que estos nuevos campos de actividad nos abren. Esta filosofía producirá una gran demanda de ingenieros capaces de reutilizar ingentes cantidades de información, de profesionales en ciber-seguridad y de expertos en diseño de interfaces más sencillas y cómodas.

En pocas palabras: estamos en un momento ideal para que la ingeniería en general, y la ingeniería industrial en particular, aporten la masa crítica de conocimiento necesaria para crecer, creando a su vez empleo de un nivel superior al que se pueda perder de baja cualificación como consecuencia directa del nuevo rumbo empresarial que hemos de emprender.

Francisco Cal Pardo, presidente de la Asociación de Ingenieros Industriales de Madrid.

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