Inglés para todos

Llamamos monolingüe a alguien que tiene el inglés como primera lengua y llamamos bilingües o plurilingües a todos los demás. Es evidentemente una exageración, pero una exageración que cada vez lo es menos. A lo largo del siglo XIX y hasta mediados del XX tres lenguas: francés, alemán e inglés, compartían la consideración de lenguas de comunicación internacional pero desde entonces y a medida que ha ido aumentando el proceso de globalización el inglés ha pasado a ocupar en exclusiva esta función. Hoy es la primera lengua de la investigación científica y de la técnica pero también lo es del comercio y de las finanzas igual como es la lengua de los transportes y las comunicaciones, la lengua de los aeropuertos y de los grandes hoteles, de manera que en determinados niveles el manejar el inglés cada vez más se da por supuesto. No es extraño por tanto que exista un interés generalizado por aprenderlo, y que los padres consideren que el sistema educativo deberían asegurar esta oportunidad a sus hijos. De acuerdo con esta demanda social el Gobierno de Catalunya, después que el País Vasco y al mismo tiempo que la Comunidad de Madrid, ha puesto en marcha un proyecto piloto para ofrecer esta enseñanza en determinados centros, proyecto que deberá servir de ensayo para generalizar posteriormente esta enseñanza a la totalidad del alumnado. Sin ánimo de entrar en el detalle de la iniciativa, sí vale la pena enmarcarla en unas consideraciones más generales.

Tradicionalmente, la enseñanza de lenguas extranjeras se reservaba a una clase de la población, la que cursaba el bachillerato, y se iniciaba relativamente tarde, cuando el alumno ya dominaba su primera lengua y era capaz de asimilar las reglas de una nueva gramática. Se suponía que introducir demasiado pronto una segunda lengua era perjudicial para el desarrollo intelectual del alumno. Hoy tendemos a creer lo contrario, sabemos que los niños que crecen en un medio familiar bilingüe se hacen muy pronto competentes en las dos lenguas con las que están en contacto, con lo que tendemos a creer lo contrario, que cuando más pronto empiecen, mejor, lo que tampoco es cierto pues todo depende de la manera como se establezca el contacto con la nueva lengua.

Si en un aula de preescolar alguien juega con los alumnos en inglés, los niños de 4 y 5 años pronto se harán capaces de utilizar el vocabulario inglés en el que se apoya el juego para seguir jugando. Pero en los años siguientes, cuando el inglés pase a ser una asignatura como otras, lo que tenía de divertido se convertirá en aburrido. Si de verdad queremos introducir pronto el uso del inglés, o sea, lo que se conoce como un método de enseñanza comunicativo, la lengua ha de usarse para comunicar y por tanto ha de ser vehículo de alguna actividad significativa para el alumno, y a partir de aquí se abren dos caminos. El primero, que el inglés se utilice en alguna actividad complementaria o paraescolar: música, teatro..., y el segundo, que tarde o temprano, y mejor temprano que tarde, que el inglés se utilice para enseñar alguna materia y por tanto que no sólo sea lengua enseñada sino lengua de enseñanza. Algo evidentemente fácil de proponer pero difícil de establecer y sobre todo difícil de planificar de una manera uniforme en todo el sistema educativo. Cada escuela deberá aprovechar sus posibilidades y sus recursos de cara al inglés y deberá disponer de un marco de autonomía relativamente grande para poder aprovecharlos.

Pero no se trata sólo de problemas de organización sino de la intencionalidad con que se enseña la lengua. Por supuesto, se puede enseñar el inglés como un medio para familiarizarse con la literatura inglesa o con las formas de vida de Inglaterra, pero esto no es todo ni tan sólo lo más importante. El inglés es la lengua de Inglaterra pero también la de EE. UU. y también la de India y de las antiguas colonias, la lengua de los que mantienen la cultura inglesa y la lengua de los que se rebelan contra ella. Y además, y sobre todo, aprendemos inglés porque es una lengua de comunicación internacional, por encima de las naciones y de las culturas, de manera que a la hora de utilizarla como vehículo de enseñanza podemos utilizarla para incitar a la colaboración intercultural, o para familiarizar con los problemas ecológicos. A lo que podemos añadir el utilizarlo efectivamente como medio de comunicación. Para decirlo con un ejemplo real, pensemos en una escuela de Barcelona que mantiene relaciones con otras tres escuelas de otros tantos países distintos con los que los alumnos intercambian informaciones y proyectos sobre las amenazas al medio ambiente en sus respectivos contextos y que utilizan el inglés como lengua de comunicación. Todo lo cual puede resumirse diciendo que por importante que sea la pedagogía para enseñar inglés, lo esencial es la motivación, y en este sentido me permito añadir tres sugerencias. La primera parte de la base de que en las familias donde los padres hablan lenguas extranjeras los hijos las aprenden con más facilidad, a lo que podría añadirse que cuando unos padres que no saben inglés incitan a sus hijos a que lo aprendan podrían empezar por dar ejemplo y esforzarse también ellos por dar los primeros pasos. Supongamos que las escuelas que van a participar en el plan piloto para la introducción temprana del inglés ofrecen a los padres de sus alumnos la posibilidad de empezar ellos también a familiarizarse con esta lengua. La segunda posibilidad afecta a la motivación de los adolescentes que se preparan para ingresar en la universidad. En todas las carreras universitarias, al lado de las asignaturas obligatorias existen asignaturas optativas y de libre elección, y no sería imposible, ni siquiera difícil, que algunas de estas optativas se profesasen en inglés. Yla tercera y última parte de recordar que el bajo nivel de conocimiento del inglés en los países mediterráneos está directamente relacionado con la existencia del doblaje. Favorecer la proyección de películas en versión original inglesa sería una manera muy simple de aumentar el interés por la lengua y de familiarizar con su uso.

Miquel Siguán, catedrático emérito de la UB.