Íñigo Errejón, el huevo Kinder socialista perfecto: moderado por fuera, peronista por dentro

Iñigo Errejón y Rita Maestre en el acto de presentación de Más País. Reuters
Iñigo Errejón y Rita Maestre en el acto de presentación de Más País. Reuters

Para analizar la 'operación Errejón' hay que comprender la diferencia entre los militantes y los votantes del PSOE. Porque el militante y el votante del PSOE se parecen el uno al otro tanto como la menos favorecedora de nuestras fotos de DNI al mejor de los selfies de nuestro instagram. El PSOE es un partido tan panorámico como el PP y, por tanto, aglutinador de perfiles de votantes muy dispares e incluso contradictorios. Pero esa disonancia entre militantes y votantes es mucho más acusada en el caso de los socialistas que en de los populares.

Son los militantes del PSOE, no sus votantes, los que en 2017 quisieron que el partido lo liderara Pedro Sánchez, un Donald Trump del populismo socialista con algo más de ego que el original, y no Susana Díaz, la correcta y aburrida Hillary Clinton de la socialdemocracia felipista. Fueron los militantes y no los votantes los que la noche del 28 de abril gritaron "con Rivera no" frente a Ferraz, para solaz de Begoña Gómez y quizá no tanto de Iván Redondo, el director de gabinete de su marido.

Algún socialista nostálgico queda que piensa que el sanchismo no es verdadero socialismo sino un cuco que ha anidado en el seno del PSOE y que consume los recursos del partido, es decir las fidelidades electorales de un mínimo de siete millones de votantes, mientras finge pertenecer a la familia y lleva a cabo su propio plan. Para cuando Sánchez lo culmine ya no quedará nido, ni recursos, ni PSOE ni, es de prever, demasiada España que gobernar. Sería irónico que fuera Sánchez el que llevara a cabo el viejo vaticinio de Alfonso Guerra: "El día que nos vayamos, a España no la va a conocer ni la madre que la parió". Porque Guerra es uno de esos nostálgicos de los que hablo en la primera frase de este párrafo.

Pero esos nostálgicos son sólo unos pocos frente a millones de votantes del PSOE que no han hilado tan fino y que desconocen o a los que no importa que el partido al que votan no sea ya el PSOE sino algo muy diferente: el PSOE (Partido Sanchista Obsesivamente Ególatra).

Los militantes del sanchismo son también, vistos desde otro ángulo, y aquí entramos en materia, votantes de Podemos encerrados en el cuerpo de un socialista. El partido al que esos militantes desean votar no es el PSOE, sino uno que aplique las políticas de Podemos, pero que gane elecciones como el PSOE. Es decir, un partido cuco que tenga lo mejor de los dos mundos: poder institucional y perfil revolucionario.

Son esos militantes, y no tanto el tan cacareado centro sociológico del electorado español, los que votarían sin dudarlo demasiado a un PSOE encabezado por Íñigo Errejón. Ese kirchnerista capaz de aliarse sin problemas con los regionalismos de las extremas derechas periféricas o de defender un día la narcodictadura venezolana con el conocido argumento de las tres comidas diarias y, al siguiente, y sin solución de continuidad, "un proyecto moderno, verde y feminista". Errejón es puro extremismo colectivista encerrado en el cuerpo de un socialdemócrata constitucionalista. El Huevo Kinder socialista perfecto.

Es esa disforia ideológica de los militantes del PSOE la que explica la 'operación Errejón'. Porque cualquiera que conozca la historia de lo ocurrido antes del nacimiento de Podemos sabe que el líder de Más País no es una versión moderada e intelectualmente refinada de Pablo Iglesias sino alguien que ha racionalizado lo suficiente su radicalismo como para borrar cualquier rastro de coherencia entre forma y fondo en beneficio del plan maestro.

El primero de los dos errores que Iglesias ha cometido frente a Errejón ha sido haber creído que el apoyo de la Brunete mediática socialista –y a la cabeza de ella La 1, la Ser y La Sexta– iba a ser eterno y no virar al primer 'prietas las filas' dictado desde Ferraz. ¿Acaso no le sonaron campanas a Iglesias cuando vio cómo toda la cúpula del diario El País era fulminada sin piedad en cuanto Sánchez fue escogido secretario general del PSOE y sustituida por una redacción sin mayor talento conocido que su capacidad para obedecer las consignas de turno? Si Sánchez acabó con una institución como El País a mayor gloria de su persona, ¿qué escrúpulos va a tener en hacer lo mismo con un partido al que votan como mínimo dos millones de socialistas prestados?

El segundo error de Iglesias ha sido su incapacidad para llevar a cabo una flagrante operación de cinismo ideológico como la ejecutada por Errejón. Aunque esto último no es en realidad un error, sino talante personal. Lisa y llanamente, Iglesias no es un hipócrita.

Errejón es el piolet con el que el PSOE pretende acabar con Podemos y la única duda es el grado de complicidad con el que el líder de Más País ha aceptado el encargo. Una vez derruido el partido morado y devuelto a los porcentajes históricos, irrelevantes, de IU, la propia debilidad estructural de Más País conducirá de forma inevitable a su fusión con el PSOE. Errejón carece de empatía y su perfil presidencial podría definirse, por no reiterar tópicos y caricaturas, como manifiestamente mejorable. Pero su papel en el plan maestro de Redondo y Sánchez no requiere de nada de eso.

Si alguien cree que Iglesias es radical, que espere a que Errejón toque poder. Por supuesto, como 'independiente' del PSOE. Al tiempo.

Cristian Campos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *