Inmigración y gobernabilidad

La inmigración está provocando serios problemas de gobernabilidad. La actitud negativa de la ciudadanía hacia los inmigrantes no está tanto provocada por los medios de comunicación, sino por la capacidad que tienen los gobiernos de mostrar que controlan la situación de los flujos y que son capaces de gestionar la acomodación de los inmigrantes manteniendo su coherencia ideológica. Parece como si el respeto de los derechos humanos se estuviera convirtiendo en una opción política reñida con el mantenimiento del orden y de la cohesión. Gobernar significa mostrar que se tienen recursos políticos-sociales-diplomáticos para gestionar la inmigración.

Desde el año 2000, la mayor parte del debate en España está concentrada en cuestiones fronterizas (entrada clandestina e inmigración irregular). En este marco, hay tres temas básicos, que tienen un alcance teórico fundamental:

1. Europeización de la inmigración: hay una conciencia creciente de que los flujos de inmigración no son simplemente un tema de España, sino básicamente europeo. La idea que está tomando cuerpo es que no se puede gestionar las fronteras europeas con instrumentos locales españoles. Los tiempos cambian: mientras al principio la UE presionó a España para controlar sus fronteras, hoy día es España quien cada vez más presiona la UE. Sobre esta cuestión dos preguntas de alcance muy diferente: la primera parece concentrarse en la tutoría del control (¿quién es el controlador? ¿España o la UE?), pero sin cambiar la filosofía. Para un inmigrante, ¿qué más da si el policía es español o tiene uniforme de la UE si su misión es la misma? La segunda es que esta postura suscita un nuevo desafío teórico relacionado con el tema de los estados frontera de Europa: no sólo el definir las fronteras de Europa, sino establecer los fundamentos de una política europea de fronteras. Ejerciendo esta presión a la UE, lo que está construyendo España es un serio debate normativo: ¿quién controla las fronteras estatales nacionales? ¿Cómo se fundamenta en términos teóricos esta pérdida de soberanía estatal? ¿Dónde trazar los límites?

2. Ausencia de unos verdaderos conflictos sociales: una pregunta permanece, ¿por qué toda esta realidad percibida no provoca más conflictos sociales relevantes en España? Varias respuestas son posibles. Primero, que la ciudadanía empieza a separar muy bien el tema de las fronteras (cayucos y pateras) y el tema de la acomodación de inmigrantes en un espacio público compartido. Segundo, el comportamiento humanitario que caracteriza la idiosincrasia española, que tiene dentro de su tradición recordar que hace algunas décadas ellos eran un país de la emigración. Pero sobre todo un tercer elemento explica esta relativa ausencia de conflicto: la acción sin descanso de ONG y asociaciones de inmigrantes que trabajan en todos los frentes y cuyas redes se han consolidado. El simple supuesto de que se detuvieran por un momento las actividades de estos agentes sociales nos permite valorar el alcance de su contribución, todavía no suficientemente reconocida. ¿Qué pasaría si la actividad de estas organizaciones se paralizara durante una semana?

3. Repensar las relaciones entre estados en situaciones de desigualdad económica: es un hecho que el lenguaje de los países de origen (facilitar el éxodo) y el lenguaje reactivo de los países de procedencia (retornarlos) no es la mejor manera de establecer unas relaciones entre estados. Lo que los países africanos están iniciando es una verdadera ofensiva política sin precedentes. Contra su situación de saqueo comercial, de corrupción política, de injusticia social más flagrante, es lamentable que el único recurso que parece que está teniendo efecto es fomentar la emigración, especialmente después del pasado agosto - dramático en las islas Canarias-. Quiero decir que no es moralmente aceptable para nuestros valores democráticos que el único modo que los países de África tienen para presionar a los estados europeos y hacerse oír es tocando nuestras emociones más primarias, a través de su población, facilitando su éxodo y dificultando su vuelta. Algo tiene que hacerse en esta materia, uniendo siempre flujos de inmigración con justicia global distributiva, la desigualdad entre norte y sur, y la mala gestión del proceso de descolonización de África.

Todas estas cuestiones son una muestra que la gestión de los flujos migratorios y la acogida de inmigrantes requiere tomar en serio que lo que estamos configurando es el escenario de futuras relaciones euro-africanas. África ha sido la gran olvidada y es lamentable que en estos primeros años del siglo XXI empecemos a tener que resolver lo que no se supo gestionar durante los siglos XIX-XX. Como ahora el Tercer Mundo no sólo es visible en la pantalla de la televisión sabiendo que estamos a miles de kilómetros de distancia, sino que está en nuestras calles, quizás nos obligue a tomar en serio también la necesidad de hacer un balance generacional. Ésta es la presión que orienta las nuevas relaciones entre estados económicamente desiguales. La búsqueda de solución de estos nuevos conflictos del siglo XXI que ponen a prueba la capacidad de gobernar es el único modo de hacer una política realista, y no el realismo político decimonónico que sólo se interesa por la salvaguardia del interés del Estado o de sus ciudadanos.

Ricardo Zapata-Barbero, profesor titular de Ciencia Política de la Universitat Pompeu Fabra y asesor académico del programa Migracions de la Fundació Cidob.