Inmigración: Zapatero

Por Luis María Ansón, miembro de la Real Academia Española (EL MUNDO, 31/08/06):

El 19 de septiembre de 2004, escribí: «El entusiasmo inmigratorio de las huestes zapateriles no se deriva de la solidaridad y el respeto a los Derechos Humanos, sino de los cubileteos electorales.No atiende a la conveniencia de España sino a la puramente partidista El cálculo que el think tank socialista se ha hecho es que la inmensa mayoría de los inmigrantes votarían a favor de Zapatero, sobre todo si se abre la mano y se suministran papeles para todos, tras animarles a denunciar a sus patrones, en alto porcentaje, por cierto, amas de casa. 600.000 inmigrantes reconocidos actualmente en Madrid, cerca de 500.000 en Valencia, 130.000 en Baleares, otros tantos en Murcia, podrían alterar los resultados municipales y autonómicos en esos lugares. Así es que, al margen de la conveniencia de España y del bien común de los españoles, hala, que se incremente, sin el debido control, incluso por medio del matrimonio-divorcio exprés, el número de inmigrantes y que voten, que voten, a ver si se entera el PP de lo que vale un peine, si bien la inteligente vicepresidenta le ha salido al paso con cierta ambigüedad a Caldera».

El 11 de diciembre de 2004, publiqué: «El think tank socialista cree que el 85% de los votos de los inmigrantes caerán en el cesto electoral del PSOE. Se trata, pues, de legalizar cuanto antes la inmigración. Después vendrá la nacionalización para que tengan derecho a voto. Con esos sufragios, por ejemplo, Madrid comunidad votará socialista. Incluso Madrid capital podría llegar a hacerlo».

El 26 de febrero de 2005, añadí: «Hace muchos meses que en esta canela se vaticinó la política de inmigración que el PSOE llevaría adelante. Bajo la coartada de la lucha antirracista y laboral, los socialistas quieren legalizar a dos millones de inmigrantes que, unidos a los que trabajan legalmente, permitiría a la inmigración alcanzar un 10% de la población española... El planteamiento del PSOE es nítido. ¿A quién votarán los inmigrantes? De forma abrumadoramente mayoritaria a los socialistas. Se trata, pues, de legalizarlos y después, de forma selectiva, de otorgarles la nacionalidad para que puedan votar. Eso significa que el PSOE ganará en Madrid comunidad y que rozará la victoria en Madrid capital, que es electoralmente la pieza más suculenta y más lejana para la opción socialista».

El 14 de abril de 2005, publiqué: «Números redondos, ya hay cuatro millones de inmigrantes en España. Es una cifra cercana al 10% de la población. Si a la permisividad actual se suma la capacidad de procreación del inmigrante, nos situaremos en cinco años por encima de los 10 millones de extranjeros. Es decir, más del 20% de la población estará formada por inmigrantes e hijos de inmigrantes En muy pocos años tendremos otra España. Otra España. La democracia ha cristalizado en nuestra nación sobre la moderación del centro derecha y del centro izquierda. En España se estaba formando una mayoría moderada superadora del alud izquierdista de los años 80. Estamos inyectando ahora, en el cuerpo social español, un 20% de izquierdismo suplementario que es la inmigración, concentrada en Madrid y Barcelona».

El 14 de mayo de 2005, publiqué: «La regularización de los inmigrantes se ha hecho de forma alocada, incoherente, espasmódica. El efecto llamada no hará sino agravar el problema. Como tenemos fronteras comunes con Europa, Francia ha reaccionado airada golpeando sin piedad al Zapatero genuflexo. Ni amistades ni vainas. Usted regulariza a sus inmigrantes, se produce el efecto llamada y legales e ilegales se cuelan en Francia como Caldera por un piso de la Trujillo.El ministro Villepin le ha cantado las cuarenta a su colega español y ha tomado medidas para frenar los efectos de 'tanta estupidez'».

El 29 de agosto de 2005, y tras un editorial del diario adicto El País en el que se dictaminaba «el que cotiza, vota», desenmascarándose así la política inmigratoria del PSOE, escribí: «Según he denunciado reiteradamente desde esta canela fina, la disparatada política de legalizar inmigrantes, que tanta ira ha despertado en nuestros vecinos europeos, no era tan disparatada: primero, se les legaliza; después, que voten. Ante un PP paralizado y estupefacto, un poco merengoso, la verdad, los socialistas van a por todas, sin tapujos ni eufemismos. El País ha lanzado ya la gran consigna para vencer en los comicios madrileños: 'Al menos en las elecciones locales, el que cotiza, vota'».

El 2 de enero de 2006, añadí: «Pocas operaciones se han hecho en España más inteligentes que la legalización masiva de inmigrantes, enmascarada tras posiciones de solidaridad y progresía. Algunos nos dimos cuenta de que se trataba de introducir, en la cesta de los votos, nuevos huevos socialistas. En su estrategia global, el PSOE, que aspira a la mayoría absoluta o casi absoluta en las generales, sabe que el paso previo es ganar dentro de año y medio Madrid. Y ha puesto en marcha la operación inmigrante.Se trata de una estrategia de gran dificultad. Había que legalizar a los inmigrantes, aún a costa de irritar a media Europa. Una vez legalizados los presuntos votantes del PSOE y del partido comunista, llega la hora de acelerar la nacionalización y de apelar a los Derechos Humanos y a la progresía de salón para crear el clima necesario que desbroce el camino de la sagaz consigna, deslizada el pasado verano por el grupo mediático adicto: el que cotiza, vota.»

El que cotiza, vota. Aún más: el que tiene permiso de residencia, vota. El País se ha despendolado ya dedicando dos recientes editoriales a la maniobra, aparte del inicial con el que nos obsequió el verano pasado: Cotizo, luego voto (16-8-2006) y Voto inmigrante (22-8-2006). Socialistas y comunistas han presentado, claro es, como estaba previsto, una iniciativa en el Congreso para que los inmigrantes voten en las municipales de 2007. La cifra de extranjeros con derecho a voto en 2007 superará el 1.200.000, con incidencia especial en Madrid, Gallardón contrito, si bien María Teresa Fernández de la Vega, que se da cuenta de lo burda que es la operación, ha dulcificado las cosas asegurando que para las municipales del año que viene difícilmente podrán votar los inmigrantes legalizados. ¿Se refiere a todos, a una parte, a la mayoría? Eso queda en los desvanes de la incertidumbre.Está claro, sin embargo, que el PSOE no regateará esfuerzos para sumar un voto que ha puesto en marcha a través de una maniobra audaz. La vicepresidenta teme la reacción de una parte del pueblo español, atónito ante lo que está ocurriendo, ante el espectáculo de cayucos, pateras, aeropuertos y trapisonderías.

Ah, y sin perder de vista autonómicas y generales, porque para las municipales vale la fórmula «el que cotiza, vota» o «el que tiene permiso de residencia, vota». Sin embargo, para las regiones y la nación se exigen otros requisitos. Así es que en 2005 se ha concedido la nacionalidad española a 51.107 inmigrantes, lo que significa un ligero incremento del 326%. Para 2006 se espera añadir otros 70.000 y arribar a la orilla de 100.000 más en 2007.En las elecciones generales de 2008 tendremos cerca de 500.000 inmigrantes nacionalizados, es decir, ciudadanos españoles de pleno derecho. Esperanza Aguirre situó a la eficaz Lucía Figar al frente de la política de inmigración en un intento de frenar el alud que se le ha venido encima. No sé si será capaz de detener las olas con las manos.

Salvo Acebes, que se dio cuenta en su día de la estratagema socialista, el PP se sigue chupando el dedo candorosamente. No se trata de embestir la muleta de los Derechos Humanos, las tentaciones racistas, la sombra de la delincuencia, las torpezas gubernamentales en Canarias, sino ir al fondo de la cuestión que es la vasta maniobra electorera. Zapatero le ha tomado el pelo a Rajoy. Está exultante.Cree que si la jugada de ETA le sale medio decorosa, se aproximará en 2008, contando con el voto inmigrante, a la mayoría absoluta.Así, durante la próxima legislatura podrá construir el disparate de la España en la que cree, sobre los escombros de la gran nación que durante 500 años mantuvo su unidad y escribió una de las tres grandes historias del Occidente moderno.