Inmigrantes y riqueza

Por José García Abad, periodista (EL PERIÓDICO, 21/11/06):

Miguel Sebastián ha elegido bien su testamento al abandonar la oficina económica del presidente: una reflexión documentada de cómo este país está cambiando por la inmigración. Sebastián la cifra en el 8,8% de la población española, aunque, naturalmente, no ha podido medir con precisión la ilegal, el indefinido e inquietante territorio de los sin papeles. Es un testamento provisional, pues de sus palabras ante la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE) se desprende que tiene asegurado el cargo de vicepresidente económico en la próxima legislatura, cuando fracase como candidato a la alcaldía de Madrid y si el PSOE vuelve a ganar las generales.
Con la marcha de Sebastián de la Moncloa a la sede del partido en la cercana calle de Ferraz, ZP ha matado dos pájaros de un tiro: ha eliminado un foco de conflictos con Solbes y ha salido del paso en su penosa búsqueda de un rival para Gallardón. Parece que el brillante economista, aunque quizá no tan joven como para iniciar una carrera como cargo electo, ha aceptado el trago de una campaña de éxito improbable porque su buen amigo y admirador Zapatero le ha prometido que será el próximo responsable económico.

ASÍ LO interpretaron los asistentes al encuentro al escuchar sus desmentidos sobre el enfrentamiento con Solbes, los elogios al veterano ministro y su afirmación de que no daba por perdida su propuesta, la de Sebastián, de una reforma fiscal más profunda que la que entrará en vigor el año que viene y que pivotaría sobre el tipo único.
Sebastián sostiene que los inmigrantes han invertido la tendencia demográfica elevando el crecimiento de la población en el 1,5% anual durante el quinquenio 2001-2005; que han aportado el 50% del crecimiento de nuestra renta elevando los ingresos por habitante en 623 euros; que han flexibilizado el mercado del trabajo; que han contribuido al supe- rávit público y, para colmo, que el balance entre las atenciones sociales que reciben --educación, sanidad, etcétera-- y lo que aportan en cotizaciones es favorable para el Estado. Vamos, que son un buen negocio.
Es la visión, rigurosa sin duda, de un tecnócrata liberal --Sebastián es a Zapatero lo que otro Miguel, Boyer, fue a González--, pero resulta incompleta si no se contemplan otras consideraciones políticas y sociales. La economía no es una ciencia exacta, por mucha matemática que se le aplique: es una disciplina social blanda basada en la observación de las actitudes de la gente, incluso las que los economistas estiman como no racionales, erróneas o cargadas de prejuicios. No es fácil prever la reacción, incluso de los clientes habituales de la izquierda, ante una avalancha de inmigrantes descontrolada y que pudiera rentabilizar la derecha, especialmente la sensación de inseguridad que provoca.
Los economistas proyectan a veces linealmente el presente, como hizo el servicio de estudios del BBVA cuando lo dirigía Miguel Sebastián, profetizando la inminente quiebra del sistema de pensiones. Hasta ahora la inmigración no ha quitado el pan a los españoles, pero estos la identifican, según el CIS, como su mayor preocupación, muy por delante del terrorismo. El problema será llevadero mientras la economía galope pero, como dice la doctrina militar, un buen general debe prever la hipótesis más probable: que sigamos creciendo como ahora, cerca del 4%, pero debe considerar también la hipótesis más peligrosa, por improbable que parezca. ¿Qué ocurriría si el crecimiento se redujera? No cabe repatriar inmigrantes como uno reduce pedidos de materias primas. Es de suponer que los empresarios despedirían antes a los españoles que a unos empleados que cobran un 30% menos. ¿Pueden excluirse en ese caso reacciones de xenofobia?
Volviendo al presente, habría que traducir algunas expresiones del informe. La renta per cápita se elevó en el quinquenio en 623 euros, y se situó en 24.200 euros anuales, pero cada ciudadano de este país no gana ahora 623 euros más. Ya se sabe lo que pasa con las medias estadísticas: que si somos dos y yo me como un pollo, no está claro que usted se haya comido medio. La renta ha crecido, pero las salariales permanecieron estancadas en términos reales. Es la consecuencia del incremento de trabajadores disponibles, de lo que el prematuramente jubilado Carlos Marx denominaba "el ejército de reserva del trabajo".

EL MEJOR exponente de este fenómeno es Estados Unidos, que gracias a su política inmigratoria mantiene los mismos salarios --siempre en términos reales para descontar la ilusión monetaria-- desde el fin de la segunda guerra mundial. No discuto que ello sea bueno para la economía como lo es "la mejora de la flexibilidad del mercado de trabajo" que señala Sebastián, pero es justo considerar su significado en términos de reparto justo del producto. Por lo demás, el crecimiento de la riqueza, aunque haya beneficiado mucho más a las rentas de capital que a las del trabajo, es positivo en la medida en que incrementa la recaudación: 5.000 millones de euros de los 9.333 de superávit conseguidos en el 2005 fueron aportados por los inmigrantes. Y los ingresos públicos, si se aplican con criterios redistributivos, son como un salario indirecto en términos de educación, salud y otos bienes sociales.