Hay determinadas enfermedades que inmunizan de por vida, y la administración correcta de sus vacunas, en principio, también. Son infecciones en las que el agente patógeno, o sus toxinas, son genéticamente muy estables y no presentan variaciones antigénicas.
No es el caso de la gripe, que muta con facilidad. Dentro del grupo de virus de la gripe (o influenza) debemos diferenciar entre el virus gripal A y el B, que es muy estable y se comporta como la mayoría de los virus que afectan el tracto respiratorio. Pero la influenza A tiene un comportamiento extraordinario y único: en el momento en que se multiplica en la célula infectada, su cadena de ARN se fragmenta en ocho porciones, que, después de replicarse un número elevado de veces, deben reagruparse de nuevo, igual que una cadena de montaje de automóviles.
Por este motivo es fácil que una pieza defectuosa se engarce en las nuevas partículas víricas, dando lugar a una mutación. Pero si en la célula del hospedador hubiera genes completos de otro virus gripal, de una infección anterior, hay la posibilidad de que recombinen con los genes del virus infectante actual, dando lugar a un cambio muy importante del que resultará una nueva cepa de virus gripal que puede presentar propiedades muy diferentes. Es el caso de la cepa porcina que nos ocupa en este momento.
El mes de febrero de cada año se anuncia la composición (tres cepas) de la vacuna de la gripe estacional para el siguiente invierno. La industria farmacéutica, conocedora de las cepas, inicia el cultivo del virus para tener la vacuna disponible en octubre en gran cantidad. Suelen proteger al 74%-76% de los vacunados. Es decir: de cada cuatro posibles pacientes, tres no enfermarán, y el cuarto la sufrirá de manera más benigna. No sabemos todavía qué rendimiento tendrá la que se ha preparado contra la gripe porcina, pero es de suponer, a pesar del inconveniente que supone la fabricación en tan corto espacio de tiempo (se ha dispuesto del nuevo virus al final de la primavera), que tenga una potencia parecida.
Se ha fabricado bajo la supervisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que sostiene - también lo hace el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades de Atlanta-que la vacunación es la única prevención eficaz contra la nueva gripe. Con ella no sólo protegemos a las personas vacunadas, sino que se limita la difusión del patógeno al actuar como cortafuegos.
¿Vale la pena vacunarse? La mayoría de los individuos infectados, lo estamos viendo ya, presentan cuadros clínicos leves, no graves, autolimitados, es decir, tienden a la curación espontánea. Sin embargo, la gripe se acentúa y puede adquirir signos preocupantes en personas previamente enfermas que padecen cierto grado de insuficiencia respiratoria o de inmunodepresión. La mujer embarazada, por su estado hormonal, puede sufrir momentáneamente una discreta inmunodepresión. A tenor de la evolución observada hasta el momento, las primeras dosis se deben administrar a estos colectivos. El resto de la población dependerá, en parte, de la importancia que tenga unos pocos días de baja laboral.
La vacuna que se administrará está compuesta de fracciones de virus inactivado, es el equivalente a un virus muerto. Como consecuencia, no existe en absoluto el peligro de que pueda desencadenar la infección. De todas maneras hay que tener en cuenta que los niños muy pequeños y las personas ancianas reaccionan más débilmente al estímulo antigénico.
¿Cuándo es imprescindible la asistencia médica ante una sospecha de gripe? Hay dos situaciones que lo indican claramente: la aparición de dificultad respiratoria, disnea, o la fiebre alta con expectoración purulenta o herrumbrosa.
¿Hay que vacunarse de la gripe estacional, la que se preveía que tendríamos el próximo invierno? Para protegernos de la gripe porcina, no. Prácticamente no tienen antígenos comunes y no tendría ningún efecto. No sabemos qué incidencia tendrá la gripe B, pero un fenómeno que se ha observado en las epidemias anteriores es que la aparición de una nueva cepa casi coincide con la desaparición de las cepas anteriores predominantes.
La política preventiva del Gobierno de nuestro país, en la información de medidas higiénicas, quizá ha alarmado más de lo que esta gripe se merece, pero en cuanto a la administración de vacuna antivirus de la gripe porcina, ha estado bien asesorada. Es prudente y correcta, dentro de las posibilidades reales que disponemos. No es criticable empezar vacunando a 400 niños sanos, la vacuna estacional también es nueva cada año y algunas personas son siempre las primeras, para, a continuación, inmunizar a los grupos de riesgo, que son la indicación imprescindible.
Ignasi Calicó, profesor titular de microbiología, hospital Vall d´Hebron,UAB.