La desaceleración del crecimiento de China ha dominado las noticias económicas globales este año –y por una buena razón-. Además de ser la segunda economía más grande del mundo, China es el mayor fabricante y consumidor de materias primas; de manera que cualquier señal de debilitamiento allí es una mala noticia para la economía global. Pero, si bien los temores sobre el crecimiento en verdad merecen atención, se los debe considerar en el contexto de la trayectoria económica de China a más largo plazo, especialmente su surgimiento como un polo global de innovación.
A China no se le da suficiente crédito por lo lejos que llegó como país innovador. Y aun así, en los próximos diez años, China podría convertirse no sólo en el lugar donde las empresas globales lleven a cabo investigación y lancen nuevos productos, sino también en el origen de una estrategia de bajo costo y ágil en materia de innovación que afectará la competencia en otras partes.
Esta conclusión se basa en un proyecto de investigación en profundidad realizado por el McKinsey Global Institute, destinado a medir dónde está parada China en términos de innovación, evaluando el verdadero impacto de la innovación –vale decir, cómo les va efectivamente a las ideas comercializadas en los mercados a nivel mundial.
Mediante el uso de una base de datos de 20.000 empresas públicas que representan aproximadamente el 30% del PIB global, analizamos los ingresos globales en industrias que cumplen con cuatro “arquetipos” innovadores: focalizadas en el cliente, dirigidas por la eficiencia, basadas en la ingeniería y basadas en la ciencia. Se clasificó una industria china como sólida en materia de innovación si los actores chinos capturaban más del 12% de los ingresos globales, el equivalente de la participación de China en el PIB global, en ese sector.
Los datos demuestran que China ha generado fortalezas considerables en industrias que cumplen con dos de esos arquetipos: focalizadas en el cliente y dirigidas por la eficiencia. La primera categoría incluye industrias como la de electrodomésticos, en las que China ha captado el 36% de los ingresos globales, y la de servicios de Internet y software, donde los actores chinos tienen un 15% de los ingresos globales. La segunda categoría incluye la industria de los paneles solares, donde los actores chinos registran el 51% de los ingresos globales, y la industria textil, en la que las empresas chinas responden por el 20% del ingreso global.
Las empresas chinas han prosperado en industrias focalizadas en el cliente porque han aprendido a adaptar sus productos a las necesidades de la clase de consumidores emergentes de su país. Mientras que las compañías chinas solían focalizarse en diseñar productos que fueran "bastante buenos" -sin cumplir con el estándar de los productos occidentales, pero ofreciendo enormes ahorros en materia de costos-, ahora están creando productos que son más baratos y mejores, para satisfacer a consumidores más adinerados. El tamaño en sí del mercado de China -que comprende más de 100 millones de hogares de consumidores- también ayuda, ya que les permite a las compañías comercializar nuevas ideas rápidamente y en gran escala.
En las industrias basadas en la eficiencia, el éxito de China está arraigado en su papel como "fábrica del mundo". El masivo ecosistema industrial del país -150 millones de trabajadores industriales, cinco veces la base de proveedores de Japón e infraestructura moderna- permite innovaciones de procesos que recortan los costos, aumentan la calidad y acortan el tiempo de llegada al mercado. Los fabricantes chinos también están escalando en la cadena de valor, al fabricar productos más "intensivos en conocimiento" (por ejemplo, equipamiento de comunicaciones) y desarrollar estrategias flexibles en materia de automatización que combinan mano de obra y maquinaria para mantener la capacidad de respuesta, a la vez que se reducen los costos.
En cuanto a los otros arquetipos de innovación, China tiene trabajo por delante. Sin duda, en las industrias basadas en la ingeniería, las empresas chinas han tenido cierta dosis de éxito. De hecho, si bien lleva tiempo construir una base de conocimiento y experiencia lo suficientemente fuerte como para prosperar en esta área, algunas industrias chinas han aprendido rápido, en parte debido a los esfuerzos por parte del gobierno por facilitar la transferencia de tecnología con socios globales. Los ejemplos incluyen trenes de alta velocidad (41% de los ingresos globales), turbinas eólicas (20%) y equipamiento de comunicaciones (18%). Pero a muchas industrias no les ha ido tan bien. La industria automotriz de China, por ejemplo, responde por apenas el 8% de los ingresos globales, lo cual refleja en gran medida las limitadas oportunidades de aprendizaje.
El sector en el que China tiene que hacer mayores esfuerzos por progresar es en la innovación basada en la ciencia, que incluye industrias como la de productos químicos especiales, diseño de semiconductores y productos farmacéuticos de marca. Por cierto, a pesar de la significativa inversión en capacidades técnicas -el país gasta más de 200.000 millones de dólares anualmente en investigación y desarrollo (sólo detrás de Estados Unidos)-, ninguna industria china en esta área ha capturado más del 12% de los ingresos globales.
Un problema esencial para las industrias basadas en la ciencia de China es el tiempo prolongado que se demoran los nuevos descubrimientos en ser perfeccionados y comercializados. De manera que las empresas están desarrollando estrategias exclusivamente chinas para este tipo de innovación. Por ejemplo, para acelerar el proceso de 15 años que demora un nuevo medicamento en llegar del laboratorio al mercado, las empresas farmacéuticas chinas están implementando estrategias de estilo industrial.
En los próximos diez años, China tiene la posibilidad de avanzar y dejar de simplemente absorber y adaptar las tecnologías globales para convertirse en un verdadero líder en el campo de la innovación. Si tiene éxito, los temores de una desaceleración prolongada que entorpezca el crecimiento global resultarán infundados.
Estimamos que la innovación en las industrias de servicios de China, donde la productividad está muy rezagada respecto de la de las economías desarrolladas, podría crear entre 500.000 millones y 1,4 billón de dólares en valor económico por año para 2025. En el sector industrial, donde China puede utilizar sus vastos recursos para liderar al mundo en una era de industrialización digitalizada, la innovación puede sumar 450.000-780.000 millones de dólares en valor cada año. Esto sería un gran avance hacia un aumento de la productividad lo suficientemente sólido como para compensar desafíos como el envejecimiento de la población.
Más importante, el surgimiento de China como un verdadero innovador podría convertirlo en un polo de investigación y desarrollo global. Después de todo, a diferencia de los principales innovadores de hoy como Estados Unidos, China ofrece costos bajos y proximidad a mercados importantes -y, en gran medida, inexplorados-, incluido el propio, lo que permite el rápido despliegue de nuevos productos. Aún con salarios en alza, los investigadores chinos -para no mencionar otros tipos de mano de obra- reciben entre el 10 y el 20% solamente de lo que ganan sus pares en los países avanzados.
Con una combinación de mercado masivo, bajos costos, flexibilidad y ambición, China ofrece a las empresas innovadoras de todo el mundo la posibilidad de transformar sus ideas en productos comerciales más rápidamente y a un costo más bajo que nunca. En tanto cada vez más empresas reconozcan esta realidad, y trasladen sus operaciones a China, se puede alterar cualquier tipo de mercado. Y, llegado el caso, el modelo chino de innovación podría convertirse en el estándar global.
Martin Neil Baily is Chair in Economic Policy Development and Senior Fellow and Director of the Business and Public Policy Initiative at the Brookings Institution.
Jonathan Woetzel is a director of the McKinsey Global Institute and co-author of No Ordinary Disruption: The Four Global Forces Breaking All the Trends.