Innovación y desigualdad

Cuando los beneficios del crecimiento económico se distribuyen de manera muy desigual, los lazos sociales se resquebrajan. Puede que aquellos que pierden terreno, especialmente los jóvenes, crezcan descontentos, y que luego se tornen en personas resentidas. Este fue un factor clave detrás de las revueltas de la Primavera Árabe, y, tal como las protestas en Chile, Brasil, Israel, Turquía y la India han demostrado, las tensiones sociales derivadas de la desigualdad están en aumento en todo el mundo.

Sin duda, la desigualdad de ingresos ha ido en aumento en todo el mundo durante décadas. Incluso, durante los períodos en los que muchas economías emergentes y en desarrollo sacaban a millones de personas de la pobreza extrema, la percepción de que el crecimiento se traducía en una mayor desigualdad siempre estuvo burbujeando por debajo de la superficie. Sin embargo, en la actualidad, el desempleo y el subempleo, que cada vez son más persistentes, están proporcionando nuevo impulso al incremento de la desigualdad, tal como la OCDE informó al G-20 en julio.

De hecho, en la estela de la crisis financiera del año 2008, el desempleo juvenil ahora se encuentra en un promedio del 16% en los países avanzados, y supera el 40% en algunos países europeos.

Como resultado de ello, el reto de un crecimiento inclusivo se ha desplazado a lo alto de la agenda mundial de políticas económicas. De hecho, de acuerdo con el informe sobre las Perspectivas de la agenda mundial del Foro Económico Mundial, el aumento del tamaño de la brecha en cuanto a las disparidades de ingresos será la segunda tendencia mundial más importante en el año 2014, quedando solamente detrás de las tensiones en el Oriente Medio.

Las diferencias de ingresos están creciendo por muchas razones, que van desde los avances tecnológicos “que tienden a favorecer a los conocimientos especializados” a la corrupción. Pero, independientemente de las causas para dichas diferencias de ingresos, poner nuevamente a las personas a trabajar en empleos productivos y gratificantes puede ser de gran ayuda, y ello demanda que los gobiernos, empleadores y grupos de la sociedad civil realicen sus mejores esfuerzos en muchos frentes.

Para empezar, esto significa proporcionar a las poblaciones acceso a educación y atención de salud de calidad: una persona educada y saludable es una persona a la cual se desea emplear. En muchos países, dicho acceso sigue siendo un reto importante. Sin embargo, los grandes avances que ya se realizaron en algunos países de bajos ingresos revelan que dichos avances tienen un gran potencial.

Considere lo ocurrido en Brasil, que disfrutó de un largo auge en la década del 2000, década en la que la desigualdad de ingresos disminuyó, en los hechos. Un factor que contribuyó fue la Bolsa Familia (un programa de subvención familiar), que ahora ya tiene una década de antigüedad. Este pago mensual en efectivo va directamente a las madres, siempre que ellas mantengan a sus hijos en las escuelas y los envíen a revisiones médicas de manera regular.

Este innovador programa no es solamente una inversión en el capital humano, compuesto por millones de niños, sino que también permite que las madres trabajen. Subsidios bien diseñados, que se encuentran vinculados a un comportamiento socialmente útil, pueden sacar a millones de la pobreza.

No obstante, la educación y la salud representan solamente el primer paso. Por razones prácticas y políticas, los programas redistributivos por sí solos, a pesar de ser esenciales, no son suficientes para garantizar un crecimiento inclusivo.

A menudo se dice, de manera justificada, que el aumento del tamaño de la brecha en cuanto a las disparidades de ingresos se debe principalmente a los cambios tecnológicos, mismos que han drenado a muchas economías de puestos de trabajo de cuello azul – e incluso de puestos de trabajo de cuello blanco, ya que dichos cambios tecnológicos contribuyen a la canalización de los frutos de la mejora de la productividad hacia las élites. Sin embargo, la revolución digital también puede permitir el crecimiento inclusivo. Las aplicaciones de internet y otros avances en el ámbito de las comunicaciones están difundiendo conocimientos e información a millones de personas pobres.

Considere Babajob.com, página iniciada por un investigador de Microsoft en la India con el objetivo de brindar mejores oportunidades de trabajo al sector informal del país a través de la conexión de los empleadores con las personas que buscan trabajo, conexión que se logra  mediante el uso de la red de internet, aplicaciones para móviles, mensajes SMS y servicios de voz. Del mismo modo, en Kenia, a medida que los teléfonos celulares se generalizaban, los operadores de las redes de telefonía móvil introdujeron M-pesa, una aplicación mediante la cual cualquier persona con un teléfono móvil puede transferir dinero de forma rápida y barata – un gran y exitosa ayuda para las empresas más pequeñas, en particular.

Ambos ejemplos – y existen muchos otros – no se originaron en los gobiernos, sino en el sector privado. Esto apunta a otra pieza más de la solución: la mejora de la eficiencia del mercado de trabajo. En muchos países con altas tasas de desempleo, los empleadores no pueden encontrar personas con las calificaciones adecuadas. La solución es doble: una mejor información sobre los mercados y mejores conexiones entre el mundo de la educación y el mundo del trabajo.

Los sitios especializados de búsqueda de empleo en línea están facilitando la obtención de puestos de trabajo. No obstante, el éxito de la transición desde los establecimientos educativos a los puestos de trabajo debe comenzar cuando los trabajadores del mañana son aún muy jóvenes. La educación de la primera infancia es de importancia crítica, y debe conducir hacia escuelas de alta calidad que proporcionen una amplia orientación y asesoramiento sobre carreras. La evidencia es clara: los países que invierten en estas áreas alcanzan mejores resultados que los países cuyas acciones son más lentas.

Aunque la mayoría de los países aspiran a avanzar hacia una “sociedad del conocimiento”, eso no significa restar importancia a la educación técnica y profesional. Por el contrario, las economías avanzadas necesitan muchas habilidades y educación técnica de alta calidad, sobre todo si de manera posterior a estos programas técnicos se ofrecen eficaces programas de aprendices, que puedan crear transiciones fluidas entre los establecimientos educativos y el trabajo. Alemania, Austria, Suiza, y otros países desarrollados son elogiados de manera justificada por esto. La tasa de desempleo de los jóvenes de Alemania es menos del 8%, y un suministro constante de mano de obra calificada ayuda a sostener el éxito que tiene este país como exportador.

Sin duda, este modelo no puede ser adoptado por todos los países –  ya que para empezar, se requiere de un alto grado de confianza entre los trabajadores y la gerencia. Sin embargo, algunas prácticas pueden ser modificadas para ser usadas en otros lugares. Los países G-20 han adoptado recientemente directrices detalladas para programas de calidad para el entrenamiento de aprendices; cada país miembro debe adoptar la estrategia que considere más apropiada para él, dentro de este marco general.

Por ejemplo, los programas de formación virtuales permiten que los estudiantes practiquen utilizando maquinaria costosa, sin interferir con la producción real – y sin riesgo de dañar el equipo. Del mismo modo, los cursos en línea masivos y abiertos (MOOCs, por sus siglas en inglés), que representan otro abordaje  a la capacitación, que está creciendo rápidamente, permiten que se imparta enseñanza de primer nivel a un público amplio a un costo unitario bajo.

Hay muchos abordajes innovadores para compartir el crecimiento de manera más equitativa, y muchos abordajes más surgen todo el tiempo. No obstante, todos ellos apuntan a una verdad fundamental: si los jóvenes y los desfavorecidos van a encontrar empleos satisfactorios y gratificantes, los gobiernos, los empleadores, las instituciones educativas y los grupos de la sociedad civil tienen un papel importante que desempeñar. La sostenibilidad a largo plazo de nuestras economías depende de ello.

Stefano Scarpetta is Director for Employment, Labor, and Social Affairs at the Organization for Economic Cooperation and Development. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *