Inseguridad

A comienzos de los ochenta, antes de la recuperación económica, la inseguridad en Barcelona era alta. Por esta razón creamos una comisión en la que el ex alcalde Josep Maria Socías Humbert encabezaba los esfuerzos para mejorar la situación.

Lo primero que se hizo fue replicar aquí la encuesta británica sobre el crimen, la llamada encuesta de victimización. En el primer ensayo (año 1983) el resultado fue dramático: el 25 por ciento de los ciudadanos declararon haber sido agredidos, robados o haber sido objeto de un intento en este sentido. Las cosas aún empeoraron ligeramente durante los tres años posteriores, hasta llegar al 27 por ciento de victimización percibida.

A partir de aquí la mejora fue notable y sostenida (a excepción del año 1990) y marcó el mínimo de la serie el año 1993 con un 14 por ciento de victimización. La serie finaliza en el año 2004, con un 20 por ciento: una de cada cinco personas consideró haber sido objeto de actos delictivos aquel año.

Ignoro la razón por la que la serie se interrumpe en el año 2004. Ahora, este verano, creo que dispondremos de nuevos datos.

La ciudad de Barcelona está siempre entre uno y dos puntos por encima del promedio metropolitano de victimización percibida.

Todos tenemos experiencias cercanas de delitos sobre las personas y los bienes. El quiosco próximo a mi casa fue atracado dos veces el mes pasado. Quizá influyó el hecho de que la plaza está en obras y resulta más fácil ocultar la fechoría. Se lo insinué al alcalde Hereu, sin especificar los hechos, en un mitin electoral en la calle Muntaner.

Un poco más abajo, en la calle Alfons XII esquina con Madrazo, una casa abandonada fue invadida hasta que la policía echó a los okupas. Yal otro lado de la calle hay un jardín abandonado que pertenecía a la antigua escuela de las monjas alemanas. Ahora la casa ha sido adquirida por una compañía constructora de hoteles. Confío en que el jardín de enfrente será restaurado por las autoridades municipales. Todo esto no es irrelevante: ha de contribuir a una mejora de la tranquilidad y la calidad urbana.

Hay un aspecto que considerar en materia de seguridad: la presencia de policía en la calle. No sé si la policía (en nuestro caso la autonómica y la municipal) patrulla de forma suficiente.

En Nueva York, donde viví dos años, los cops (polis) eran amigos de las viejecitas del barrio, que les confiaban todo tipo de secretos sobre lo que sucedía en las escaleras y las aceras (y, sobre todo, se sentían acompañadas).

La única policía uniformada que hay en Nueva York es la policía local. Tanto el Immigration Service como el FBI son federales y no uniformados. Caso aparte es la Guardia del Estado, que recordamos por su dura intervención durante los incidentes de la Universidad de Kent.

Creo que en nuestro caso el despliegue progresivo de una nueva policía, la autonómica, y la substitución progresiva de la nacional y parcialmente de la local, pueden haber afectado a la seguridad. Pero sin cambios no hay mejoras.

Una vez me encontré con un grupo de guardias civiles por encima de Vielha y cuando les pregunté cómo estaban me contestaron: "Rodeados". Era el inicio del despliegue de los Mossos d´Esquadra en la zona. Estaban entre sorprendidos e incómodos, lo que entraba dentro de una lógica que la consellera Montserrat Tura intuyó inmediatamente.

En otra ocasión, esta vez yendo hacia Tarragona, me paró un grupo de policías de tráfico pidiendo que no se les obligara a salir de Catalunya para poder seguir siendo lo que eran.

Todo esto es complicado. Casi tan complicado como la enseñanza del catalán y el castellano que el otro día explicaba el conseller de Educació con una claridad encomiable, mal está que yo lo diga, en el programa de Mònica Terribas.

Creo que la seguridad en Catalunya y en Barcelona está en buenas manos. Conozco bien al conseller Joan Saura y al alcalde Jordi Hereu y me consta la capacidad que han demostrado en la conducción de temas y escenarios no precisamente sencillos.

Es más: tengo la impresión de que, a pesar de que siempre hay noticias desagradables, la tónica general es de tranquilidad. He viajado mucho durante los últimos años y, en particular, durante estos últimos meses, y no creo que nos podamos considerar deficitarios en relación con otros entornos.

Confío en que la definitiva configuración y despliegue de los cuerpos policiales, sobre todo si van acompañados de una presencia física cercana y a pie de calle, remacharán el clavo de una opinión generalizada que también he podido comprobar por todas partes: la tranquilidad y la calidad de vida son muy considerables, tanto en Barcelona como en general en Catalunya.

Detalles como la substitución de las sirenas continuas por las sincopadas, en el caso de las ambulancias, y la introducción de las bicicletas municipales también ayudan a la sensación de tranquilidad y civismo. Aunque si hablamos del tráfico, con la iglesia hemos topado. Aquí sí que Londres y el alcalde Ken Livingstone nos pueden dar algunas lecciones. Veremos si las bicis del alcalde Hereu funcionan. Hoy cuando regrese del despacho lo probaré.

Pasqual Maragall, ex presidente de la Generalitat de Catalunya.