Instagram, ¿una plataforma para luchar contra el cambio climático?

Estaba navegando por Instagram cuando la vi: esa bola blanca de pelos, una foca bebé, acurrucándose junto a un montón de nieve. Miré extasiada sus acuosos ojos negros, con mis pupilas dilatadas y le di clic al corazón debajo de la foto. No les puedo describir lo mucho que me gustó.

Después leí el pie de foto. “Una foca arpa recién nacida se esconde detrás de un trozo de hielo marino y busca refugio durante una tormenta de nieve”, decía. Aww. Y seguía: “Debido a los cambios climáticos provocados por el hombre y la pérdida de hielo marino, se están acabando los lugares de nacimiento de las focas arpa”.

Una cría de beluga, lista para su foto de primer plano, en las heladas aguas de Nueva Escocia
Una cría de beluga, lista para su foto de primer plano, en las heladas aguas de Nueva Escocia

Ay. “En 2007”, añadía, “más del 70 por ciento de las crías de foca murieron debido a las malas condiciones del hielo. En 2010, casi ninguna sobrevivió. Mientras escribo esto, las crías de focas arpa luchan por sobrevivir a otro pésimo año cerca de las islas de la Magdalena”. Santo Dios.

Abrí Instagram para recibir mi dosis diaria de animales bebé y me fui con un desgarrador mensaje sobre cómo el cambio climático podría eliminar a esa cría de la faz de la Tierra, junto con todos sus amiguitos recién nacidos.

Paul Nicklen, el fotógrafo de la vida salvaje que captó la imagen, sabe lo que está haciendo. “Publico una tierna imagen de un animal como carnada y así los atraigo”, me dijo.

Yo ya piqué el anzuelo. Intelectualmente, entiendo que el cambio climático es uno de los problemas más importantes a los que se enfrenta nuestro planeta. Sin embargo, en la realidad, lo ignoro. El problema me parece tan inmenso y la ciencia es tan aburrida. Nunca he encontrado un buen momento para ver An Inconvenient Truth, el documental que Al Gore le encomendó a David Guggenheim.

No he pasado las páginas de una revista National Geographic a lo largo de mi vida adulta. Soy parte del problema.

No obstante, ahora un equipo de fotógrafos de la vida salvaje y conservacionistas han encontrado una forma de llegar a mí a través de uno de los placeres más superficiales de los medios sociales: mirar incansablemente a los mamíferos marinos en Instagram.

“El cambio climático es tan grande, tan incómodo y tan abrumador que es difícil hablar de eso”, explicó Nicklen. “Y con frecuencia los más grandes científicos son los peores comunicadores”.

Un delfín juega en el mar cerca de Oahu, Hawái
Un delfín juega en el mar cerca de Oahu, Hawái

Nicklen, un biólogo marino y fotógrafo, no es una persona muy proclive a la ternura. Sin embargo, después de publicar hace dos años una foto de una cría de pingüino emperador cubierto de nieve que inspiró una avalancha de me gusta, ha entendido las ventajas de la estética. Suele atraer a unos 2,6 millones de seguidores con sus imágenes alentadoras, para después combinarlas con pies de foto que cambian su efecto y las convierte en advertencias.

Con frecuencia publica un ejemplo indiscutible de la decadencia: una nutria marina que respira con dificultad por última vez en una playa de Alaska o el cuerpo de un osezno polar que murió de hambre en una área del Ártico que ya no tiene hielo.

Seguir la vida salvaje en Instagram significa experimentar un traumatismo emocional. Los fotógrafos más avezados buscan lograr un cuidadoso equilibrio entre lo superficial y lo político. Jasper Doest, fotógrafo oriundo de los Países Bajos y conservacionista, hace poco tomó una serie de inolvidables fotografías de cigüeñas blancas que habían anidado en basureros europeos.

“Podría haber llenado mi Instagram de imágenes muy fuertes de cigüeñas muertas entre la basura, que se alimentan de plástico, pero al final la gente se cansaría de verlas”, comentó Doest. El fotógrafo trató de publicar imágenes idílicas entre las incómodas. “Lo primero que quieres es que el observador se enamore de tu modelo”, explica. Una vez que lo hayas logrado, muestras a tu modelo viviendo entre la basura producida por los humanos.

¿Quién puede resistirse a una cara como esta en Instagram? La imagen de una nutria marina envía un poderoso mensaje
¿Quién puede resistirse a una cara como esta en Instagram? La imagen de una nutria marina envía un poderoso mensaje

Hacer que los seguidores de Instagram hagan clic en las imágenes que publica un fotógrafo de la naturaleza significa encontrarse con imágenes distintas de las que aparecen en National Geographic.

Una de las fotografías más conocidas de Brian Skerry muestra a un tiburón muerto que quedó atrapado en una red de pesca cerca de las costas mexicanas; National Geographic la consideró como una de las 50 mejores fotografías de todos los tiempos publicadas por esa revista. Pero cuando Skerry, un fotoperiodista con una larga trayectoria en National Geographic, compartió la foto con sus 465.000 seguidores de Instagram, se encontró ante escasas respuestas.

Mucho más populares son las imágenes que Skerry tomó de un delfín que salta con un arcoíris de fondo, una cría de beluga que parece sonreír tímidamente para la cámara y una foca bajo el agua con una aleta sobre la otra. La foca pareciera estar “a punto de rapear”, según aparece en un comentario.

Una foca común en una cama de algas marinas en Sointula, Columbia Británica
Una foca común en una cama de algas marinas en Sointula, Columbia Británica

Estos internautas informales podrían sentirse tentados a ir más allá de los anuncios moralizantes de servicio público de conservación o los aburridos panfletos científicos. No obstante, la plataforma espontánea de Instagram constituye una ventana hacia la conciencia ambiental.

Cuando Skerry publicó un retrato de primer plano de una cría de foca, a la que agregó una etiqueta con los términos #ClimateChange y #Nature, además de #Seals, #BabyAnimals y #Love, los usuarios de Instagram picaron el anzuelo y gracias a la foto la mayoría recibió el mensaje del cambio climático. “Ellos pueden sentir que están haciendo estos descubrimientos por sí mismos”, dijo Nicklen.

Aunque Instagram carece de salvaguardas de la comprobación de datos de fuentes científicas más tradicionales, genera una experiencia sincera y genuina. “Debido a la naturaleza íntima de estas publicaciones, la gente llega a confiar en estos fotógrafos”, manifestó Joel Sartore, un fotógrafo de National Geographic que ha dedicado su carrera (y su Instagram) a fotografiar animales raros. “Sienten que los conocen”.

Los comentarios de las publicaciones de los fotógrafos de la vida salvaje se han convertido en foros públicos sobre el fenómeno del cambio climático. Debajo de una reciente fotografía de un oso polar que murió de hambre, publicada por Nicklen, se desató una discusión entre conmocionados amantes de los animales (“¿Los gobiernos pueden hacer algo? ¿Arrojar pescado, carne, o algo que fortalezca a estos animales?”); los veganos radicales (“Comedores de carne y productos lácteos… que se dicen amantes de los animales… son quienes contribuyen con esto”) y los que niegan el cambio climático (“Si se dan cuenta, estamos saliendo de una era del hielo”).

El año pasado, Nicklen y la fotógrafa Cristina Mittermeier fundaron SeaLegacy, una organización sin fines de lucro que “tiende un puente entre la información y la emoción” al unir a fotógrafos y organizaciones activistas.

Los conservacionistas de Instagram esperan que sus imágenes inspiren a sus seguidores para que hagan mucho más que solo mirar. Eso pondrá a prueba los límites de la naturaleza humana, ni qué decir del entorno restrictivo de la plataforma. Instagram se diseñó para halagar a la vista. Los pies de foto son ideas adicionales.

Cuando yo paso las imágenes que aparecen en mi cuenta, se siente tan bien dar clic y compartir una imagen que ni siquiera me siento mal de saltarme el contexto crítico. Puede que los animales se estén muriendo en el Ártico, pero en Instagram siempre puedo encontrar a una cría de foca que compartir. Las imágenes son tan deliciosamente tiernas, pero ¿quién entre nosotros es lo suficientemente fuerte como para dejar de contemplar el teléfono y comenzar a actuar?

Amanda Hess

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