Instalados en la crisis

Por Josep Borrel, presidente del Parlamento Europeo (EL PERIÓDICO, 05/03/06):

Un año después de nuestro referendo sobre la Constitución Europea, la crisis abierta por el no francés y holandés parece más profunda de lo que imaginábamos. El periodo de reflexión decidido por el Consejo Europeo estuvo vacío de contenido durante la presidencia británica. Austria lo ha retomado con mayor entusiasmo y los debates florecen. Pero no se perciben soluciones operativas y la reflexión se prorrogará hasta la presidencia alemana. Es decir, hasta después de que las elecciones presidenciales en Francia y legislativas en Holanda clarifiquen el escenario político.
El acuerdo del último Consejo Europeo sobre las perspectivas financieras fue un alivio. Pero el Parlamento Europeo (PE) lo rechazó porque sólo reflejaba un equilibrio entre los egoísmos nacionales. Las negociaciones para alcanzar un acuerdo entre las tres instituciones van despacio y ya no queda mucho tiempo antes del consejo de marzo. Cualquiera que sea el resultado, lo cierto es que ese proyecto carece de ambición europea y que muchas de las ambiciones declaradas deberán ser revisadas a la baja. En particular, las relacionadas con la investigación, competitividad, política exterior, educación, redes transeuropeas, ciudadanía y desarrollo rural.
El desgraciado asunto de las caricaturas de Mahoma, anécdota convertida en categoría, ha puesto en cuestión la capacidad de Europa de tener el papel esencial de puente entre civilizaciones. El Consejo de Ministros de Exteriores, como antes el Europarlamento, se ha esforzado en cerrar este episodio lamentando el carácter ofensivo de dichas caricaturas y pidiendo que la libertad de expresión se ejerza desde el respeto por las creencias religiosas. El tema se presta a todos los maniqueísmos, pero debemos extraer lecciones de lo ocurrido. Sabemos que vivimos todos en el mismo mundo, cada vez más pequeño e interdependiente, del que nadie es el centro. Actuemos en consecuencia. No echemos leña al fuego que sólo favorece a los islamistas radicales y a la extrema derecha europea. Y tengamos en cuenta los sentimientos de injusticia, dominación y humillación de una parte muy importante del mundo musulmán hacia Occidente.

LA OLEADA de OPA hostiles y de proyectos de fusión que afectan a varias empresas de los sectores de la energía y del acero muestra también las divergencias ante el proyecto europeo. Primero fue Mittal y su OPA sobre Arcelor, que produjo reacciones antagónicas. Para unos es un asunto limitado al interés de los accionistas, que el mercado decidirá y frente al cual los responsables políticos nada tienen que decir ni hacer. Para otros, Europa se enfrenta a un riesgo de desestabilización masiva frente a la presión del capitalismo mundial y se trata de una cuestión de supervivencia. Es la posición del Gobierno luxemburgués, y los sindicatos del metal anuncian su firme oposición. Incluso hay quien cree, como el exprimer ministro francés Rocard, que el asunto es tan grave que una ley europea debería prohibir esta clase de OPA hostil.
La razón es que el Asia emergente estará en poco tiempo en condiciones de opar todas las empresas europeas y también las americanas. En efecto, frente a un precio único en un mercado global, las diferencias de salarios les permiten beneficios imposibles de lograr en los países desarrollados. Es preocupante que puntos de vista tan radicalmente diferentes coexistan en los gobiernos y las instituciones europeas
Parecido problema se plantea, a escala interna europea, por la OPA de Enel sobre Suez y la de E.ON sobre Endesa, y las reacciones de los gobiernos francés y español. París fusiona Suez con Gaz de France y provoca la cólera de Roma, y Madrid anuncia su oposición al intento de una empresa alemana de controlar una parte importante del sector eléctrico español. Estas reacciones afectan a terceros países. En Bélgica, cuyo principal generador eléctrico, Electrabel, es una filial de Suez, se teme caer bajo el control del Estado francés. Al revés, la oposición socialista francesa cree que la fusión no es sino una forma para privatizar Gaz de France por la puerta de atrás.
Tiene razón el Gobierno español al señalar que éstas no son formas de proceder, que España tiene sus propios intereses estratégicos y que difícilmente puede surgir un grupo integrado a escala supranacional a través de OPA hostiles. No hay nada de sorprendente en que tanto el Gobierno español como el francés prefieran la fusión de dos de sus empresas a que una de ellas pase a estar bajo control de una empresa de otro país. Pero lo cierto es que lo público y lo privado, o lo nacional y lo extranjero, se enfrentan de nuevo en un espacio económico basado en la libre circulación del capital y la libre competencia, mientras la dimensión europea brilla por su ausencia. Y, sin embargo, nada debería ser más urgente para Europa que una política energética y una estrategia industrial capaz de hacer frente a los riesgos en el aprovisionamiento, las exigencias ambientales y las inversiones necesarias --700.000 millones de euros en 20 años-- para garantizar la demanda futura.

EN REALIDAD, la Europa de los gigantes energéticos está naciendo. La concentración de operadores continuará, tanto por exigencias tecnológicas, como por los grandes beneficios acumulados por empresas que disfrutan de rentas de cuasi-monopolio en un mercado fragmentado. Es una gran ocasión para demostrar el valor añadido de Europa. Para ello haría falta salir del actual impasse y disponer de instituciones capaces de funcionar adecuadamente ante los nuevos retos a los que se enfrenta la UE ampliada. Como ha demostrado el PE al reformar completamente el proyecto de liberalización del sector servicios, que tanto influyó en el no que nos ha instalado en la actual crisis.