Instituto, gloria a ti

El Cuerpo cumple años. El día 13 de mayo de 1844, hace hoy 165 años, se publicaba el Real Decreto Fundacional, firmado por Ramón María Narváez, Presidente de Gobierno y Ministro de la Guerra y sancionado por S. M. la Reina Isabel II. Su creación respondía a la necesidad del Estado de dotarse de un cuerpo de seguridad de carácter e implantación nacional, que armonizara y uniformizara la seguridad pública en todo el territorio, en contraposición a la profusión de cuerpos de policía con funciones heterogéneas y ámbitos diversos, de imposible coordinación y condicionados en su actuación por la adscripción política de sus dirigentes, cuando no del propio cuerpo. En una España convulsa política y socialmente veía la luz el nuevo Instituto entre la ilusión de unos, el recelo y escepticismo de otros y la expectación de todos.

La magnitud del proyecto, abordado en tal ambiente exigía pericia y decisión. Fue preocupación principal del fundador, el Duque de Ahumada, «granjearse» el respeto y la confianza de la población mediante la eficacia en el servicio y la rectitud de conducta. Así, la selección meticulosa de los primeros guardias civiles entre militares veteranos se fundamentó en el mérito, el prestigio y una intachable hoja de servicios. La conducta pública y privada había de someterse a un código riguroso y estricto. Las pautas de comportamiento del guardia civil fueron descritas con precisión, claridad y belleza literaria en la «cartilla» y han trascendido ya del ámbito del Cuerpo: «El honor ha de ser la principal divisa», «dignidad, prudencia y firmeza», «ser prudente sin debilidad, firme sin violencia y político sin bajeza», «ser un pronóstico feliz para el afligido», «la persuasión y fuerza moral han de ser sus primeras armas», «ser un dechado de moralidad» y otros mandatos del mismo tenor, son proclamas éticas y resumen los valores y principios que han sido norte y guía de la Institución, los que la sociedad española, a cuyo acerbo ya pertenecen, ha visto y quiere seguir viendo en ella y los que, en definitiva, le han valido el hermoso título de Benemérita.

Otra decisión novedosa y trascendental fue la doble dependencia del nuevo Cuerpo: «Del Ministerio de la Guerra por lo concerniente a su organización, personal, disciplina, material y percibo de haberes y del Ministerio de la Gobernación por lo relativo a su servicio peculiar y movimiento». Este es el artículo 1º del Decreto fundacional y núcleo de la naturaleza militar del Cuerpo, cuestionada a veces, y conservada siempre. El que unas «guardias armadas» actuaran con obediencia al poder civil, en su servicio peculiar, llevó a la Reina Isabel II a llamarlas guardias civiles para recoger su doble condición, y así puso nombre al nuevo Cuerpo.

La propia misión encomendada a la Guardia Civil y su despliegue tan diseminado la constituyó en poderoso elemento vertebrador de la Nación, posibilitando el tránsito por los caminos, infestados de salteadores, en una época, protegiendo el ferrocarril después, asegurando en uno y otro caso el flujo de riqueza que hace moderno a un país y siempre llevando al rincón más remoto de España el aliento y autoridad del Estado y recogiendo en él el sentimiento y cuitas del español más alejado.

Pensará el lector que esto es historia. Y es cierto. Pero no sólo historia. Porque la «cartilla» sigue vigente. Cumplir, contra los augurios iniciales, 33 lustros con envidiable salud, puede ser porque el rigor en la exigencia impuesto en el momento fundacional, acompasado a las sucesivas épocas, ha persistido en el tiempo y porque, sin estridencia pero sin descanso, con paso corto y vista larga, en su tradicional estilo, ha ido modernizando sus medios y procedimientos para adaptarse a la realidad social de cada momento, pero manteniendo siempre la fidelidad a los principios y valores que presidieron su nacimiento.

Y es que el esfuerzo para aplicarlos a vida y profesión encuentra generosa recompensa en el disfrute del fundamento ético y moral que pueda dar respuesta a interrogantes y dudas, cuando tanta gente busca entre el desconcierto y el abatimiento algo en que creer. La doble dependencia y la naturaleza militar, esencia de su orden interno, están ligados a su concepto de obediencia y lealtad al poder legalmente constituido, alejamiento de posiciones o tendencias políticas, con absoluta neutralidad y respeto a la Ley. Su mimetización con el territorio y sus habitantes consigue el curioso efecto de que, siendo la misma en todas partes, sea regional en cada región y local en cada pueblo, pues se integra e imbrica en la sociedad a la que sirve y, de igual modo, la sociedad la siente parte de sí misma porque teniéndola invariable e incondicionalmente a su lado tantos años y en tantas vicisitudes sin desfallecer ni abdicar de su abnegada tarea de servicio, ha llegado a constituirla en referencia genuina, encarnando como ninguna otra Institución la esencia y el carácter de la sociedad española, convirtiéndola en un símbolo de nuestra Nación.

Fiel a su vocación vertebradora, también hace patria en el exterior con un papel relevante en misiones internacionales diversas, en más de veinte países, pues su condición de cuerpo policial y su naturaleza militar la hacen especialmente apta para este tipo de misiones, como demuestra el requerimiento creciente de su concurso por organizaciones supranacionales.

Lo dicho lo resume sabiamente el Himno en tres versos que condensan el ideario del Cuerpo:
Por tu honor quiero vivir
Viva España viva el Rey
Viva el orden y la ley

El culto al honor, al deber y demás valores tradicionales de la Institución le procurarán el aprecio, el respeto social y la honra, como reconocimiento público de la propia rectitud. El amor a España, nuestra nación, como sujeto de un largo y glorioso pasado, consciente y orgullosamente asumido, con sus luces y sombras y como proyecto ilusionante de un futuro común del que se sientan protagonistas todos los españoles, en el seno de la Constitución como máxima norma de la organización política que hemos querido darnos. El orden como paz social que la seguridad ofrece para que puedan ejercitarse en plenitud los derechos y libertades de los ciudadanos.

Y la Ley, siempre la Ley, como razón última, como referencia absoluta de toda acción pública en un estado de derecho.

No puedo terminar sin rendir un homenaje de admiración, respeto y gratitud a todos los guardias civiles de todas las épocas, a los de capa y tricornio, y a los que socorren desde el aire, a los que velan en una playa solitaria y a los que navegan por la red, a los que guardan el bosque y a los que hacen seguro el camino, a todos, que dieron cauce a su vocación de servicio a España a través de la Guardia Civil, y muy especialmente a los que ofrendaron su vida en este noble empeño auxiliando a los demás, en lucha contra el delito o asesinados por la lacra del terror, dejándonos su ejemplo de generosidad y sacrificio.Honrarles a ellos, como ellos honraron al Cuerpo, es hacer que «viva honrada la Guardia Civil».

Francisco Almendros Alfambra, General de la Guardia Civil retirado.