Instrumentos teóricos del EI (I)

La utopía islamista del Estado Islámico (EI) se ha apoderado de la imaginación de pequeñas comunidades suníes de todo el mundo, incluidos los terroristas suicidas del aeropuerto y el metro de Bruselas, que pro­vocaron la muerte de 31 personas el mes pasado.

Su visión del mundo, llamada yihadismo salafista, es el arma más poderosa de su mortífero arsenal. Una ideología itinerante y en expansión, el yihadismo salafista o totalitarismo religioso, ha evolucionado en forma de un influyente movimiento social con un repertorio de ideas, líderes simbólicos, seguidores en todo el mundo, redes de reclutamiento e instrumentos teóricos que aportan un sostén ideológico.

Aunque el EI es una ampliación del movimiento global yihadismo salafista, Abu Bakr al Bagdadi, el líder del EI que se autoconsagró califa en el verano del 2014, y sus seguidores representan otra ola, una generación post-Al Qaeda, de yihadistas salafistas. En la actualidad, el EI –su ideología, así como su Estado y estatus de seguridad– ha aprovechado con éxito un enfrentamiento encarnizado de identidades entre musulmanes suníes y musulmanes chiíes en Oriente Medio y más allá.

Instrumentos teóricos del EIA diferencia de Al Qaeda, cuya preocupación esencial es el enemigo lejano –es decir, EE.UU. y sus estrechos aliados europeos–, el EI es un grupo cercano que se centra en el mundo árabe-islámico. Es una identidad hipersuní impulsada por una ideología genocida contra los chiíes.

Como el EI pierde terreno en su declarado califato iraquí y sirio, ha dedicado más recursos a perpetrar más ataques contra el enemigo lejano, incluyendo Rusia, Europa, Norteamérica y el Sudeste Asiático. Este cambio táctico reciente no debería impedirnos considerar el trofeo estratégico del EI, consolidar un Estado panislamista suní en el corazón del mundo árabe.

Independientemente de lo que le suceda en el caso del EI, el yihadismo salafista ha venido para quedarse y ganará probablemente más adeptos y seguidores en las polarizadas sociedades árabes y musulmanas. El desafío consiste en arrojar luz sobre esta ideología creciente y desentrañar su significado. Aunque el EI no tiene sus propios expertos o teóricos famosos, ha extraído contenidos del repertorio de ideas yihadista salafista tomando prestado selectivamente todo lo que le convenga según su punto de vista mundial. En ocasiones, la organización ha sido acusada incluso de apropiarse espuriamente de los trabajos de los teóricos salafistas extremistas.
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(Joma)

Bagdadi y su círculo más estrecho se basan especialmente en tres manifiestos yihadistas salafistas para racionalizar y justificar sus actos. El más conocido de los tres es La gestión de la barbarie. Difundido en PDF bajo el pseudónimo Abu Bakr al Nayi a principios del decenio del 2000, el manifiesto proporciona una hoja de ruta de cómo crear un califato islámico que se diferencia espectacularmente de esfuerzos similares de yihadistas salafistas en décadas anteriores.

El segundo libro es una Introducción a la jurisprudencia de la yihad, obra de Abu Abdulah al Muhajjer, que apela a los yihadistas salafistas a hacer todo lo posible para crear un Estado Islámico totalmente unificado.

El último libro es Los puntos esenciales de la preparación de la yihad, por Sayid Imam al Sharif, conocido como Abdel Qader ibn Abdel Aziz o Dr. Fadl. Este grueso volumen se centra en los significados teológicos y prácticos de la yihad en el islam y se ha convertido en texto básico para el entrenamiento yihadista. Dr. Fadl admitió que escribió el libro en 1987-1988 para que fuera el manual de entrenamiento de campo de lo que posteriormente fue conocido como Al Qaeda.

Los tres manifiestos representan el pensamiento más extremista en el seno del movimiento yihadista salafista y la degeneración de esta ideología en Fiqh al Damaa (la jurisprudencia sangrienta). Pese a las diferencias, existen hilos conceptuales comunes entre los tres manifiestos que ofrecen una guía teórica de las acciones del EI. En primer lugar, los tres libros hacen un llamamiento a la guerra total y defienden la yihad ofensiva como opuesta a la únicamente defensiva para desangrar a los kuffar (infieles) o enemigos del islam, acarreando en consecuencia caos y temor. En segundo lugar, aunque esta guerra total debería apuntar tanto contra el enemigo cercano (los gobernantes musulmanes) como el lejano (Estados Unidos y sus aliados europeos), priorizan la lucha contra los gobernantes musulmanes tiránicos que no aplican la charia o ley islámica según el Corán.

Por último, los tres manifiestos hacen un llamamiento a los planificadores y lugartenientes del movimiento para matar impunemente, no respetar límites y seguir los pasos de los compañeros del profeta que, en su opinión, castigaron brutalmente a los discrepantes y rivales. Citan al respecto casos especiales del inicio de la historia islámica para demostrar su afirmación de que la violencia excesiva produce el efecto deseado: la sumisión. De acuerdo con su lógica, la perversidad y la barbarie son el secreto del triunfo y la victoria en tanto que la blandura es la receta del fracaso y la derrota. Argumentan, asimismo, que los fines –reivindicar la era dorada del islam y establecer el Estado Islámico– justifican los medios; esto es, la barbarie.

Aunque los tres teóricos yihadistas salafistas abogan por la yihad ofensiva en lugar de la defensiva, Nayi propugna la guerra total. Nayi critica duramente a sus compañeros yihadistas por despilfarrar tiempo y esfuerzos preciosos en “predicar” la yihad en lugar de ejercerla. Por el contrario, ofrece un plan en tres fases según el cual se produciría una escalada cualitativa y estratégica de la violencia en lugar de una acción ya sea especial o aleatoria. En la primera fase, Nikayawal-Tamkeen (vejación y potenciación), debe quebrantarse la voluntad del enemigo mediante ataques contra objetivos vitales estratégicos y económicos tales como instala­ciones petrolíferas e infraestructuras ­turísticas. Como las fuerzas de seguridad se apresurarían a movilizar recursos para proteger estos objetivos sensibles, el Estado resultaría debilitado y sus facultades mermadas, situación que daría lugar a “la barbarie y el caos”. Los yihadistas salafistas aprovecharían entonces este vacío de seguridad, observa Nayi, lanzando una ofensiva en toda regla contra unas fuerzas de seguridad debilitadas y dispersas.

Una vez derrocados los gobernantes, empezaría una segunda fase, Idrarat al-Tawhush (la gestión o dirección de la barbarie) y la tercera fase, Shawkat al-Tamkeen (potenciación), presentaría la fundación del Estado Islámico. Este Estado Islámico, precisa Nayi, debería ser ­gobernado por un solo líder que unificaría entonces unos diseminados grupos y regiones de “barbarie” en el seno de un califato.

No es de extrañar que Nayi haga hin­capié en el significado de los medios de comunicación y en la propaganda como instrumento ideológico para movilizar y reclutar las masas musulmanas para el bando de los yihadistas salafistas durante la primera y segunda fase de la larga ­guerra, para pasar posteriormente a ­controlarlos y pacificarlos durante la fase final bajo un gobierno islámico centra­lizado.

Fawaz A. Gerges, profesor de Relaciones Internacionales de la London School of Economics. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.


Lee la segunda parte: El EI y el uso del horror (y II).

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