Integración y cooperación regional en América Latina: diagnóstico y propuestas

La integración latinoamericana no atraviesa por su mejor momento. La fragmentación de la región explica en parte lo que ocurre pero no es la única causa. El exceso de nacionalismo y la falta de liderazgo son elementos que influyen de forma considerable. A esto se suma el hecho de que las experiencias construidas en torno a la llamada “concertación política”, apoyadas teóricamente por lo que se dio en llamar la “integración postneoliberal”, han conducido el proceso integrador a una permanente huida hacia adelante. Para colmo, la desaceleración de la economía china y la crisis brasileña han agravado las cosas, a tal punto que en vez de apostarse por soluciones conjuntas priman las respuestas individuales.

Prueba de las grandes dificultades que atraviesa el proceso de integración es que la principal pregunta que subyace en estos momentos, la de qué se quiere integrar, América del Sur o América Latina, permanece sin respuesta en una situación que parece no preocupar demasiado a los gobiernos y a las opiniones públicas de los distintos países de la región. Simultáneamente, el exceso de presidencialismo, acompañado de la llamada diplomacia presidencial, han elevado el protagonismo de los mandatarios en detrimento de reglas e instituciones, pero también del papel de técnicos y asesores.

Este trabajo se propone realizar un diagnóstico general del proceso de integración y de las opciones que ofrece en el corto y medio plazo la cooperación intrarregional. La cooperación en los diferentes planos puede ser una opción válida en tanto no se resuelvan algunas de las cuestiones pendientes que pueden dificultar la toma de decisiones de los distintos actores involucrados, como el de la cohabitación de la Comunidad Andina (CAN) y Mercosur dentro de Unasur o el de la difícil relación entre Mercosur y la Alianza del Pacífico.

Desde esta perspectiva se analiza el surgimiento de la Alianza en función de su capacidad de ser, o poder ser, un revulsivo para el futuro de la integración. Su capacidad de influencia dependerá en buena medida de sus posibilidades de perpetuarse en el futuro o de materializar algunos de sus objetivos más importantes. Resulta obvio que el cierre de las negociaciones del Transpacific Partnership (TPP) ha supuesto un gran espaldarazo para las posiciones de la Alianza en la región, pese a que Colombia todavía no forma parte del mismo.

Sin embargo, resulta llamativo el rechazo que su misma existencia ha generado y la confrontación que podría acentuarse con otras instancias de integración. Frente a la oposición que algunos plantean entre la Alianza y Mercosur, otros presentan la posibilidad de una convergencia de ambos organismos. Sin embargo, si ésta se realiza únicamente apoyándose en el voluntarismo de las partes sus opciones de futuro son limitadas, al igual que la posibilidad de destruir parte de lo construido hasta ahora. Y aquí es donde, precisamente, las opciones de la cooperación regional podrían ser mayores.

La integración debería ser una poderosa herramienta para mejorar considerablemente la posición de América Latina y los países que la integran en el mundo globalizado. Pero para que esto ocurra deberían resolverse previamente algunas de las contradicciones actualmente existentes, junto con la clarificación de ciertas incertidumbres. En el mundo actual el papel futuro de ciertos actores extrarregionales es determinante. A los tradicionales, EEUU y la UE, hay que añadir, fundamentalmente a China. Una de las grandes discusiones sobre el futuro de América Latina y su inserción internacional pasa por determinar el papel que China y otros mercados emergentes jugarán en el futuro y la relación que la región debe mantener con sus mercados tradicionales.

Desde esta perspectiva las meganegociaciones regionales de libre comercio introducen nuevos retos y desafíos para el conjunto de la región y cada uno de sus países. Con el TPP cerrado y en el caso de que las negociaciones en torno al Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) concluyan exitosamente, las consecuencias para América Latina podrían ser considerables, no sólo en lo relativo a los mercados sino también, y muy especialmente, en todo aquello vinculado a los estándares de producción. La presencia de las economías latinoamericanas en las cadenas globales de valor y el peso del comercio intrarregional se verían muy afectados.

Finalmente, el documento analiza el papel de las infraestructuras en la integración. En este punto, como en otros hay que tener muy presentes los intereses nacionales, mucho más que las afinidades políticas entre los gobiernos, buscando un incremento de las relaciones bilaterales y de la cooperación regional.

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Carlos Malamud, Investigador principal de América Latina del Real Instituto Elcano.

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