¿Intentas consumir de forma responsable? Ten en cuenta esto

Es casi imposible comprar objetos que no contaminen, pero con el consumo responsable es posible reducir la huella de carbono personal. (Michael Parkin para The Washington Post) (Michael Parkin for The Washington Post)
Es casi imposible comprar objetos que no contaminen, pero con el consumo responsable es posible reducir la huella de carbono personal. (Michael Parkin para The Washington Post) (Michael Parkin for The Washington Post)

“Me encanta la idea de los ‘productos verdes’: champú en barra, productos de lavandería en hojas, toallas de papel reutilizables. ¿Cuáles realmente hacen una diferencia?”. — Aviva Loeb, diseñadora digital en el Washington Post

El asunto con el consumo responsable es que hay muy pocas cosas que puedes comprar que sean benévolas para el clima. A menos que compres un árbol que va a chupar dióxido de carbono del aire, la mayoría de los productos requieren tierra, agua y combustibles fósiles para su producción y su uso. Las cosas nuevas —ropa, aparatos, productos para el baño, juguetes, etcétera— vienen inherentemente con un costo ambiental.

Pero todas las personas necesitamos cosas nuevas de vez en cuando. Yo, por ejemplo, he tenido que reemplazar los pantalones de yoga en los que he estado viviendo desde que empezó la pandemia. Pero si elegimos productos que están hechos de manera sustentable, de compañías que han demostrado estar comprometidas a minimizar su impacto ambiental, es posible hacer una diferencia, dicen especialistas.

Ahora que elegir sabiamente “requiere que el consumidor de verdad haga su tarea”, dijo Alexis Bateman, director del programa de Cadenas de suministro sostenibles del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés). Hay poca supervisión por parte del gobierno a las afirmaciones que hacen las empresas acerca de su impacto ambiental. Aunque los manufactureros pueden hacer que sus productos se etiqueten como “amigables con el medio ambiente” o “eco-friendly” mediante un amplio espectro de programas de certificación, “es un poco como el Viejo Oeste”, dice Bateman. No existe una validación independiente de estas certificaciones.

Para determinar si un producto realmente es “verde”, tienes que mirar más allá de su empaque en tonos tierra.

Comienza por investigar qué se necesitó para elaborar ese producto. Podrías sorprenderte de hallar que la mayoría de la ropa contiene plástico, que es un producto del petróleo. Se necesitan más de 120,000 litros de agua para producir el acero de un auto de pasajeros promedio. Ese papel higiénico supersuave que te gusta está hecho enteramente de bosques boreales vírgenes, uno de los sumideros de carbono más importantes del mundo. Más o menos una quinta parte de las emisiones de gases de invernadero que están calentando el planeta provienen de la manufactura, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas.

Para encontrar opciones más verdes, busca productos hechos a partir de material posconsumo reutilizado. Si tu papel higiénico está hecho enteramente de papel que ya ha sido utilizado al menos una vez antes, sabrás que no estás poniendo presión adicional en los bosques al comprarlo. Reciclar metal para autos y aparatos por lo general utiliza menos carbono que producir materias primas nuevas. Comprar productos hechos de material reciclado también demuestra apoyo, a lo que Bateman llama “la economía circular”, en la que los residuos se convierten en un ingrediente para fabricar algo nuevo.

Pero ten cuidado de distinguir entre productos que ya fueron reciclados y los que son reciclables, advierte Bateman. Un producto hecho de material reutilizado está quitando basura del flujo de desperdicios. Un producto que en teoría se puede reciclar es solamente una promesa… que por lo general no se cumple. Aproximadamente tres cuartas partes de todos los desperdicios de plástico y una cuarta parte de los de papel que se producen en Estados Unidos terminan en un relleno sanitario, a pesar de que técnicamente todo eso es reciclable.

Luego, considera lo que se necesita para empacar y para que el producto llegue a la tienda o a tu puerta. ¿Necesita transportación a una distancia larga (el envío constituye un 3% de las emisiones de gases de invernadero a nivel global)? ¿Viene envuelto en un montón de empaques que terminarán siendo un desperdicio? Por regla general, dice Bateman, comprar comida y otras cosas que se producen de manera local genera menos emisiones de carbono porque estos productos no necesitan transportación desde lejos ni almacenamiento o reempacado en una tienda. También vale la pena echar un ojo a cosas como el champú en barra y las tabletas de pasta dental, porque minimizan el peso a transportar y las necesidades de empacado al eliminar el agua de los productos. Los empaques de papel por lo general son preferibles al plástico, porque es más probable que se reciclen, dice Bateman. Mejor aún: busca productos empacados en material reciclado post consumo.

Por último, hay que pensar en el impacto ambiental del uso del producto. Si compras champú en barra pero requiere diez veces más agua para retirar la materia jabonosa de tu cabello, podrías terminar cancelando los beneficios del empaque y el peso de envío reducidos. Con todo, los productos reutilizables son casi siempre preferibles a los que usas una sola vez y luego desechas.

Hacer compras que mejoran la eficiencia energética es una de las maneras más significativas en que puedes reducir tu huella de carbono personal. La producción de electricidad y calor constituyen poco más de la cuarta parte de las emisiones de gases de invernadero y la mayor parte de la electricidad que se produce en Estados Unidos todavía proviene de combustibles fósiles.

En este aspecto, las y los consumidores tenemos algo de ayuda para evaluar nuestras opciones. Los aparatos de alta eficiencia energética y en el consumo de agua son de los pocos productos que están bien regulados por el gobierno federal de Estados Unidos. Una certificación Energy Star del Departamento de energía y la Agencia de protección ambiental demuestra que los productos cumplen con ciertos estándares de eficiencia. La agencia de hecho toma productos de las tiendas para probarlos.

Algunas compañías se han comprometido a contrarrestar las emisiones asociadas con la producción de sus artículos pero estas promesas no siempre se pueden creer. Como he reportado antes, contrarrestar las emisiones de carbono no necesariamente cancela las emisiones que ocurren en otros lugares.

Son muchas cosas a tener en mente cuando estás en el pasillo de la farmacia o el supermercado, reconoce Bateman. Incluso para las empresas es difícil evaluar las emisiones de carbono de todo el ciclo de vida de sus productos, dijo. Las cadenas de suministro modernas son largas y complicadas, y las tiendas no necesariamente saben todo sobre las fuentes de las materias primas. En 2012 la cadena de supermercados británica Tesco desistió de un plan para etiquetar todos sus productos con información sobre su huella de carbono, luego de darse cuenta de que tomaría muchos meses evaluar las emisiones de cada artículo.

“Hay una historia bastante larga detrás de los intentos de varias tiendas para que sus proveedores etiqueten sus productos”, dice Bateman. Pero ahora que los proveedores se dieron cuenta de que las mediciones de carbono no les serían muy favorables, “nadie quiere hacerlo”.

En muchas situaciones el producto más “verde” que puedes comprar es… nada. A menos que tu compra represente una mejora significativa respecto a lo que ya tenías (como cambiar tu viejo coche traga-gasolina por un vehículo eléctrico), es mejor intentar reparar o reutilizar los objetos que ya existen que adquirir más cosas. En lugar de comprar toallas de papel, corta camisetas viejas para usarlas como trapos. Dale a los niños de tu comunidad los libros y juguetes que tu familia ya no utiliza. Construye tu propia “economía circular” en tu hogar y tu comunidad.

A fin de cuentas, los productos que elegimos comprar contribuyen con una fracción relativamente pequeña de las emisiones de gases de invernadero a nivel global. Muchas reducciones de las emisiones tendrán que venir de decisiones de políticas a una escala más grande, por ejemplo la descarbonización de la infraestructura eléctrica. Para quienes no pueden permitirse decidir sus compras basándose solo en el impacto ambiental, abogar por un cambio sistémico es igual de importante.

También se me viene a la mente uno de los últimos eventos a los que asistía antes del confinamiento por el coronavirus: un intercambio de ropa en la casa de un amigo. Comimos botanas, oímos música, jugamos con su perro y cuando alguien se probaba un atuendo nuevo, recibía un coro de comentarios positivos y aplausos. Era mucho más disfrutable que probarse ropa en el frío de un probador lleno de luz fluorescente en una tienda departamental y me trajo mucha alegría el pensar que mi ropa usada encontraría nueva vida en el clóset de alguien más. No puedo calcular qué tan grande fue la diferencia que hizo ese evento, pero creo que por lo menos logramos reducir un poquito las huellas personales.

Sarah Kaplan is a climate reporter covering humanity's response to a warming world. She previously reported on Earth science and the universe.

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