Intolerancia de odios cruzados

La Yihad Islámica mata a periodistas, a judíos y a cristianos. Es una guerra abierta contra la libertad y los creyentes de las otras dos religiones monoteístas. Las escenas en las playas libias son de una horrorosa perversidad. Veintiún cristianos coptos, trabajadores de la construcción huidos de Egipto, todos en fila, vestidos de color naranja y con un guardián de la muerte que los acompaña, un vídeo que lo reproduce con total fidelidad, la posterior divulgación en las redes sociales, es una muestra del tipo de guerra sin escrúpulos que se lleva a cabo en varios frentes de Oriente Medio y de Europa.

La brutal acción contra los cristianos coptos provocó un bombardeo egipcio contra los yihadistas del Estado Islámico (EI) que viven en Libia. Murieron 64 terroristas del EI en algún lugar cerca de Trípoli. Otro frente queda abierto.

La espiral del odio ha causado una gran consternación en Francia y en el mundo occidental con el asesinato a sangre fría de doce periodistas de la revista Charlie Hebdo. La libertad se sintió atacada en el templo de las libertades universales. También, y de forma muy cruel y premeditada, cayeron asesinados cuatro judíos que compraban en un supermercado kosher.

Cientos de miles de franceses salieron a la calle para defender el derecho a la libre expresión. El atentado del último fin de semana en Copenhague tiene las mismas motivaciones. Atacar a los que difaman la figura de Mahoma, en este caso el dibujante Lars Vilks, y a aquellos que le acompañaban en una conferencia sobre la libertad de expresión. También, en un segundo atentado el mismo día, murió una persona que custodiaba la entrada de una sinagoga en Copenhague.

No sé si todos estos episodios violentos pueden calificarse de guerra. No es una guerra convencional, pero sí que es un conflicto abierto entre lo que representa el Estado Islámico y lo que puedan significar las democracias occidentales en general y la existencia del pueblo judío en particular. No voy a entrar en si la libertad tiene límites cuando se hace mofa de las creencias de los 44 millones de musulmanes que viven en Europa. Residen mayoritariamente en guetos, en general no participan del ascensor social, no se integran y tienen dificultades para encontrar trabajo. No entienden ni aceptan las bromas sobre el Profeta, que para muchos es lo único que les queda. Nada puede justificar un asesinato. Pero pienso que es innecesario burlarse de alguien que para muchos millones de conciudadanos europeos es considerado sagrado. Es cierto que el islam, y mucho menos los fanáticos del Estado Islámico, no ha conocido la Ilustración ni tampoco la modernidad de las sociedades occidentales. Sus acciones nos invitan a que todos regresemos a la barbarie de las guerras de religión que tantas muertes y desgracias han causado en la historia de Europa. Según el Foro Pew sobre Religión, había 1.570 millones de musulmanes en el mundo en el año 2010, mientras que los cristianos alcanzaban la cifra de 2.000 millones. El crecimiento demográfico musulmán es gradual y constante. En Europa se calcula que para el 2030 serán un 8% de la población total. Unos cuatro mil europeos combaten ya en las filas del EI.

Ante estas dimensiones demográficas nos encontramos con unos 14 millones de judíos repartidos por todo el mundo, casi la mitad de los cuales residen en Israel. Cada vez que un atentado asesina a uno o varios judíos en Europa, sale Netanyahu para ofrecerles seguridad y cobijo en Israel. El primer ministro francés, Manuel Valls, se dirigió a los judíos para decirles que “Francia está tan herida como vosotros y Francia no quiere que os vayáis, Francia expresa una vez más que os quiere y os ofrece apoyo y solidaridad”.

Una Europa sin judíos perdería su identidad. Unos 550.000 judíos viven en Francia actualmente, pero el goteo de emigración hacia Israel es de unos 4.000 anuales. En el 2014 se marcharon 7.231 y este año la cifra puede ser superior. Se calcula que el número de judíos que viven en Europa sobrepasa el millón.

No viven tranquilos, con la dignidad que merecen, por asesinatos como los de París y Copenhague, por la profanación de más de doscientas tumbas en Francia en los últimos días, por los partidos xenófobos que avanzan en todas las elecciones nacionales, por pequeños gestos de intolerantes actitudes racistas que hacen la convivencia muy difícil.

El gran rabino de Dinamarca decía el lunes que el microcosmos danés es un reflejo de lo que ocurre a la comunidad judía continental. Por una parte, dijo, somos objeto de los ataques extremistas de la yihad, que encuentran en los judíos un objetivo legítimo de sus ataques. Y, por otra, por la tendencia de las leyes sobre libertad religiosa que se replantean el futuro de la circuncisión en sociedades cada vez más laicas.

Europa no puede empujar a los judíos a que se marchen. Sería un nuevo atropello que tiene antecedentes vergonzosos en todo el continente. El discurso del odio al diferente, al judío, al musulmán, al cristiano, fomenta la intransigencia y nos acerca a la barbarie y a la intolerancia.

Lluís Foix

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