Inversión en desarrollo: la clave del futuro

España y Francia abogan conjuntamente, desde hace tiempo por la instauración de mecanismos de financiación innovadores para dar respuesta a las necesidades del desarrollo y del cambio climático. Desde 2006, planteando esta cuestión con insistencia en diversos foros internacionales, hemos conseguido reunir más de 1.000 millones de dólares al año mediante mecanismos de financiación innovadores al servicio del desarrollo. En concreto, esto quiere decir que 260 millones de niños han sido vacunados y se han salvado 6 millones de vidas humanas.

Podemos y debemos hacer más. Los resultados alcanzados demuestran que este compromiso no tiene nada de utópico. Al mismo tiempo, los retos no dejan de crecer. Se estima que a partir de 2020 se necesitarán 300.000 millones de dólares al año para hacer frente a los desafíos del desarrollo y del cambio climático. A la hora de avanzar hacia este objetivo, dos vías de acción se abren ante nosotros.

La primera consiste en extender los mecanismos ya existentes, de forma pragmática. Numerosos países aplican ya el impuesto sobre los billetes de avión. Hemos luchado por que UNITAID, que también se nutre de un impuesto sobre los billetes de avión, se oriente hacia la lucha contra las grandes pandemias, en particular el SIDA. En la actualidad, Francia y España se encuentran entre los primeros países que destinan fondos a la financiación de UNITAID.

La segunda vía de actuación se refiere a la puesta en marcha de nuevos instrumentos financieros. En este ámbito, ya hemos demostrado el potencial que tendría una tasa sobre las transacciones financieras. Es, indudablemente, una herramienta eficaz para recaudar varias decenas de miles de millones de euros al año para el desarrollo. Expertos de reconocido prestigio en todo el mundo han demostrado que una aportación de estas características es técnicamente posible.

Nicolas Sarkozy y José Luis Rodríguez Zapatero ya lo señalaron durante la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Objetivos del Milenio, en septiembre de 2010. El presidente Zapatero lo reiteró ante el Parlamento español en junio de 2011. Nicolas Sarkozy y Angela Merkel se refirieron claramente a esta medida el pasado 16 de agosto en París. Y actualmente se está reflexionando en la UE sobre la instauración de una tasa relativa a las transacciones financieras.

Ciertamente, el verano de 2011 ha venido marcado por una crisis bursátil a escala mundial y por fuertes tensiones sobre la deuda de determinados países desarrollados, con rebajas en la calificación de algunos de ellos. Desde luego, es muy tentador destinar la recaudación de esta tasa a los presupuestos nacionales o al de la Unión Europea, así como a la lucha contra el cambio climático. Es incluso comprensible.

Ahora bien, si los mecanismos de financiación innovadores pueden contribuir a movilizar nuevos recursos presupuestarios, también deben servir para hacer retroceder la pobreza, el hambre y las enfermedades en los países en desarrollo. Hace cinco años, cuando lanzamos UNITAID, compartíamos esta convicción. Después de todo el trabajo desarrollado desde entonces, compartimos hoy esta certeza.

La crisis de la deuda no ha hecho que desaparezca la necesidad de contar con una ayuda pública al desarrollo. La globalización de la última década ha producido enormes beneficios pero también ha provocado profundos desequilibrios. La mayor parte de la humanidad no vive en un mundo triple A.

La ayuda al desarrollo no sólo debe mantenerse, sino incrementarse mediante nuevos recursos estables, como los instrumentos de financiación innovadores. A la vista de las dificultades presupuestarias de los países desarrollados, los mecanismos de financiación innovadores son una necesidad.

Tomemos el ejemplo de África. La población de este continente debería doblarse de aquí a 2050 para alcanzar la cifra aproximada de 2.000 millones de habitantes. Su población activa se multiplicará por cinco durante este periodo. ¿Cómo podría Europa permanecer inactiva frente a una evolución como ésta, que le afecta directamente?

El refuerzo de la capacidad productiva, la buena gobernanza, la seguridad de las inversiones generadoras de empleo, la introducción de sistemas sanitarios eficaces en África, constituyen factores esenciales para la estabilidad y la seguridad de este continente, pero también para las del resto del mundo.

Tenemos una responsabilidad común, promesas que mantener y también nuevos compromisos que hacer. Europa debe dar ejemplo. Parte de los ingresos de la futura tasa sobre las transacciones financieras debe ir destinada a la ayuda al desarrollo. Está en juego la estabilidad del mundo. Está en juego nuestro futuro.

Por Henri Raincourt, ministro de Cooperación de Francia y Soraya Rodríguez es secretaria de Estado de Cooperación Internacional.

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