Irak, 10 años después

Hoy se cumplen 10 años de la invasión de Irak por las fuerzas de la coalición, y la violencia continúa. En los últimos días, coches bomba han seguido matando a civiles en el centro de Bagdad. Los americanos teóricamente se han ido, pero no han legado un país estable y tranquilo, y no han dejado un régimen democrático del tipo que Bush prometió cuando inició la invasión. El mundo tiene pocas razones para lamentar la desaparición del régimen de Sadam Husein, pero en cambio tiene motivos para deplorar las consecuencias de un conflicto que ha cambiado la historia del mundo.

La Operación Libertad Iraquí, para darle el nombre adoptado por el Gobierno de EEUU, se basó en información inexacta sobre cada aspecto imaginable del ejercicio. Afirmaba que Irak tenía armas de destrucción masiva, que no tenia; alegó que los iraquíes querían democracia, que no deseaban; afirmó que sería una invasión sin casi derramamiento de sangre, pero no fue así; alegó que el petróleo no era el blanco del ejercicio, que en realidad resultó serlo. Nada de esto es una sorpresa para aquellos que están familiarizados con la motivación de los políticos y generales, pero lo increíble es que mucha gente todavía acepta los argumentos que presentó Bush. La misión, afirmó, era clara: «Desarmar a Irak de armas de destrucción masiva, terminar con el apoyo de Sadam Husein al terrorismo, y liberar al pueblo iraquí». Los políticos de otros países asumieron que Bush sabía de lo que hablaba. Un informe redactado por una comisión parlamentaria británica acaba de informar que Tony Blair y sus asesores no «estudiaron la historia de la zona antes de acordar la ayuda a América en la guerra», y que «los críticos se preguntan legítimamente cuántos de aquellos que tomaron decisiones sobre la intervención en Irak conocían realmente la historia de esas afligidas regiones».

¿Cuánto ha costado la guerra de Irak en vidas y miseria? Recientemente, se han hecho varios cálculos. Las estimaciones hechas esta semana por la revista británica The Lancet sugieren que por lo menos 116.000 civiles iraquíes y más de 4.800 tropas de la coalición murieron en Irak entre en 2003 y la retirada de EEUU en 2011. La guerra, dicen, ha costado hasta ahora a Estados Unidos 625.000 millones de euros y podría finalmente llegar a tres billones. Además, «muchos civiles iraquíes resultaron heridos o enfermaron debido a los daños a la infraestructura de los centros sanitarios del país, y unos cinco millones fueron desplazados. Más de 31.000 militares de EEUU resultaron heridos y un porcentaje importante de los destacados allí sufrió estrés postraumático, lesiones cerebrales y otros trastornos neuropsicológicos, y problemas psicosociales concomitantes».

Un informe diferente, también de esta semana y publicado por la Universidad de Brown, señala que la guerra ha costado a EEUU 1,5 billones de euros, más 400.000 millones en beneficios adeudados a los veteranos de guerra. También indica que ha matado al menos a 134.000 civiles iraquíes y pudo haber contribuido a la muerte de hasta cuatro veces ese número. Cuando se incluyen fuerzas de seguridad, insurgentes, periodistas y trabajadores humanitarios, los muertos se elevan a una cifra de 176.000 a 189.000. El estudio, que también toma en cuenta las guerras en Afganistán, Pakistán e Irak, calcula que la cifra de muertos de las tres guerras se sitúa en aproximadamente en 329.000 personas. ¡Y todo para conseguir una democracia que nunca se ha establecido ni en Irak, Afganistán o Pakistán!

Si las pérdidas han sido tan enormes, ¿quien ha salido ganando con la guerra? Se pueden sugerir muchas respuestas, pero éste no es el lugar para eso. Basta decir que la mayoría de la gente en el Reino Unido y en Estados Unidos está convencido de que la guerra de Irak no debía haberse librado. Los sondeos muestran que más del 60% de los estadounidenses cree que la guerra de Irak no era necesaria. Esto se traduce a ¡140 millones de americanos!

¿Dónde nos situamos hoy sobre esta cuestión? Está claro que las intervenciones militares en Irak y otros países fueron llevadas a cabo por personas que no tenían un conocimiento sólido y no hicieron ningún esfuerzo para comprender qué tipo de sociedad existía en los países musulmanes. Diplomáticos y soldados se adentraron en territorios de los que desconocían la historia y cultura y no hablaban los idiomas. Como resultado no han podido -y la evidencia de esto es más firme cada día- sacar nada positivo del enorme desperdicio de dinero y vidas a que expusieron a su propia gente. Han fracasado al igual que los españoles del siglo XVI fallaron en América y en los Países Bajos, la única diferencia es que los españoles en aquel tiempo hablaban de religión y los gobiernos de hoy hablan de democracia. Las víctimas son siempre las mismas: personas de países que tenían sus propios problemas, pero cuyos problemas empeoraron cuando los extranjeros intervinieron. Los iraquíes han sufrido: de la violencia que ha venido de las fuerzas de ocupación; de los empresarios que las mismas fuerzas han elegido como sus socios para dirigir Irak; y de las fuerzas insurgentes que afirmaban que era su deber, tanto patriótico como religioso, participar en la sublevación. El coste humano ha sido devastador, y existen muchas razones para considerar que la guerra de Irak ha sido el desastre más grande de EEUU desde Vietnam.

No hay ninguna razón para preguntar qué lecciones se pueden sacar. Desde el comienzo de la Historia, hemos sabido cuáles eran y no hemos podido aprender de nuestros errores. Siempre hay motivos más poderosos que otros, y éstos incluyen la avaricia, el chauvinismo y el racismo. Esta semana un periódico estadounidense ha publicado una entrevista con un general americano, quien describe su ira y dolor por la cantidad de soldados que siguió perdiendo, cinco o seis años después de la llamada «victoria» sobre Sadam. El general retirado dice que «tiene que creer» que la guerra de Irak valió el sacrificio que hizo EEUU, pero también dice que vio cosas «que nadie nunca debería ver. Había días que descubríamos un centenar de cuerpos en las calles de Bagdad». Eso fue en 2006. Desde entonces, las tropas estadounidenses se han retirado, pero hoy, siete años después, poco ha cambiado.

Sin embargo, podemos especificar más sobre el problema. Para muchos, hablar de Irak es hablar de un país lejano. Sin embargo para EEUU no hay países lejanos. Desde la época de George W. Bush, si no antes, Estados Unidos considera todo el mundo como un campo de batalla estadounidense regido por «reglas de guerra» que solo ellos crean. Todos los ciudadanos, de cualquier país, son vistos como terroristas potenciales y pueden ser extraditados a EEUU cuando sea necesario. Todos los países son Iraks potenciales, y todas las armas en manos de otros países pueden ser clasificadas como armas de destrucción masiva. La intervención militar en cualquier país (hoy, Afganistán, Irán mañana, al día siguiente quién sabe) se ve justificada porque es considerada como una medida de defensa contra el terrorismo. Irak no es un caso único y no debemos engañarnos sobre él: Irak es un símbolo de todo el mundo, visto a través de los ojos del Gobierno estadounidense. Es un símbolo de la terrible situación a la que hemos llegado, y en la que estamos todos involucrados, gracias no sólo a los extremistas islámicos, sino también a los políticos, banqueros y generales que afirman que están ahí para proteger la democracia.

Henry Kamen es historiador británico, su nuevo libro, La Inquisición Española: Historia y Mito, se publica esta primavera con Editorial Crítica.

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