Irak hoy

Por Talal Hashim Khudairi, embajador de Irak en España, y Eduardo Aguirre, embajador de Estados Unidos en España (EL MUNDO, 20/07/06):

La reunión en Bagdad entre el primer ministro iraquí, Yawad Maliki, y el presidente estadounidense, George W. Bush, celebrada el pasado 13 de junio, fue algo más que un impactante símbolo de apoyo mutuo entre los Gobiernos de Irak y Estados Unidos. Fue otro paso tangible para lograr nuestro objetivo común de estabilidad, seguridad y prosperidad para el pueblo iraquí. Sigue habiendo, obviamente, dificultades, y queda mucho por hacer, pero hoy existen poderosas razones para el optimismo sobre el futuro del país árabe.

La seguridad en Irak, por supuesto, sigue siendo en estos momentos la máxima prioridad. El mes pasado, Maliki lanzó una importante operación para mejorarla en el área de Bagdad. Esta tarea está encabezada por casi 50.000 efectivos del Ejército y la Policía iraquí, con el apoyo de 7.200 soldados de la coalición.

La muerte del líder de Al Qaeda en el país, el jordano Zarqaui, ha sido un logro significativo -al menos, ha puesto fin a su campaña personal de degollaciones, matanzas y masacres-, pero por sí misma no impedirá que los terroristas que aún quedan traten de asesinar a más ciudadanos inocentes. Los terroristas no han ocultado su intención de seguir matando y de proseguir con su fanático baño de sangre, siempre que les sea posible.

Afortunadamente, los líderes políticos y religiosos iraquíes -y, lo que es más importante, la abrumadora mayoría del pueblo- han rechazado los llamamientos a la violencia. Estados Unidos y otros países han ayudado en la formación y el equipamiento de las fuerzas militares y policiales que el nuevo Irak democrático necesita para garantizar su propia seguridad. Esta tarea vital ha de continuar avanzando.

El Gobierno iraquí aprovechará el impulso ganado con la muerte de Zarqaui para tratar de derrotar el terrorismo y el sectarismo, y colmar las recién nacidas esperanzas de una democracia unida, estable y próspera. De momento, ya hay una clara estrategia para alcanzar su consecución.

En primer lugar, hay que aprovechar todos los recursos humanos del país -que no son pocos-, aún sin utilizar, para reactivar la reconstrucción de todo tipo de infraestructuras, poner en marcha una iniciativa para una auténtica reconciliación nacional e intensificar y hacer más eficaz la creación del Ejército y la Policía. Aunque algunas zonas del país han estado muy tranquilas en los últimos meses y se han mantenido bastante seguras, esto no se ha traducido, lamentablemente, en una mayor inversión o reconstrucción. Por ello, hay que corregir este desequilibrio y desarrollar, en primer lugar, las infraestructuras y los servicios en estas regiones más estables, convirtiéndolas en un modelo para el resto del país. Urge movilizar a los jóvenes iraquíes, admirablemente enérgicos y capaces, para vitalizar esta ingente tarea.

En segundo lugar, está previsto emprender una iniciativa de reconciliación nacional, algo de suma importancia si se quiere comenzar a curar las divisiones y las heridas provocadas primero por el Gobierno dictatorial de Sadam Husein y agravadas después por el terrorismo. Esto permitirá, junto con una auténtica cooperación de todos los grupos étnicos y religiosos en el actual Gobierno de unidad, que los iraquíes persigan a los terroristas con la máxima fuerza del Estado de Derecho.

Las dificultades económicas son una comprensible fuente de quejas. También ofrecen un argumento fácil para ser explotado por parte de los insurgentes. Pero, igualmente en este caso, el Gobierno iraquí está resolviendo los retos. El sector energético, por ejemplo, ha sido especial objeto de continuos ataques, y las consiguientes interrupciones del suministro eléctrico han supuesto una seria dificultad para los ciudadanos, que trabajan para revitalizar la economía, impulsar el abastecimiento de los servicios básicos, crear empleo, atraer la inversión y estimular el crecimiento -para lo que necesitan mucha ayuda e inversiones de la comunidad internacional-. Muchos países prometieron apoyo, aunque todavía no se han cumplido todos esos compromisos. Ahora es necesario que todos los países reduzcan las deudas de Irak para ayudar a que la economía iraquí se estabilice y avance, y reforzar así el proceso político.

Entre las iniciativas más significativas del Gobierno de unidad se encuentra el fomento de la reconciliación nacional y de una participación política más amplia de todos los sectores sociales. Maliki ha instado a todos los iraquíes a superar las diferencias étnicas y sectarias, y trabajar juntos para crear un futuro de paz. El presidente Bush apoya firmemente estas medidas, como la reciente liberación de más de 2.500 presos por parte de Irak. El Gobierno de Maliki, elegido democráticamente, ha mostrado de manera coherente su voluntad de fomentar la unidad nacional y superar las divisiones que algunos tratan de provocar.

Irak está avanzando y hace frente a sus desafíos, pero todavía necesita ayuda. La ONU, en numerosas resoluciones, ha subrayado repetidamente la importancia del apoyo de la comunidad internacional al pueblo iraquí. Ha pedido que los estados miembros aporten toda la ayuda necesaria, incluyendo tropas en las fuerzas multinacionales, para lograr mayor seguridad, estabilidad y la oportunidad de un futuro mejor. Estados Unidos se siente orgulloso de estar, junto con la ONU y otros muchos países, apoyando firmemente al Gobierno y al pueblo de Irak. Es también necesario que los países vecinos no interfieran en sus asuntos internos. Algunos acogieron a muchos iraquíes durante el régimen dictatorial baazista, pero eso no les da derecho ahora de injerencia en los asuntos internos, que sólo competen a la soberanía nacional iraquí, o a hacer la vista gorda ante las operaciones de los terroristas.

Los últimos decenios han traído gran sufrimiento a este pueblo, pero hoy, tras muchos años de dictadura y dificultades, Irak tiene la oportunidad de un futuro de paz y prosperidad. La hora de las discusiones sobre los desacuerdos del pasado ha terminado. Este país necesita la solidaridad y la cooperación de la comunidad internacional, y ésta no puede permitir que se fracase.

Su éxito como país estable, seguro, democrático, independiente y próspero no sólo beneficiará al pueblo iraquí, sino también al mundo entero. Juntos, ahora, tenemos una extraordinaria oportunidad para garantizar que así sea. Los iraquíes han mostrado repetidamente perseverancia ante muchos desafíos. Con sus aliados, lucharán también para hacer de su nación una democracia próspera en el corazón de Oriente Medio.