Irak: la aventura más arriesgada de la democracia

Felipe Sahagún es miembro del Consejo Editorial de EL MUNDO. Antonio Izquierdo es analista de defensa y doctorando de Relaciones Internacionales (EL MUNDO, 16/07/03).

El Gobierno aprobó el pasado viernes la participación de España, con unos 1.300 efectivos, en una misión indefinida, sin estrategia clara de salida, de elevado coste, bajo un mando disperso y confuso, a una zona hostil, con medios escasos, objetivos cambiantes, alto riesgo de bajas, sin mandato de la ONU, de la OTAN o de la UE, sin apoyo de la oposición ni de la opinión pública españolas y con escasas garantías de éxito.

Se dan todos los ingredientes necesarios para que la aventura, producto de una estrategia diseñada por un puñado de ideólogos neoconservadores estadounidenses tras el 11-S, se convierta en la Somalia de las tropas españolas o nos devuelva a los traumáticos desastres en el norte de Marruecos de principios del siglo XX. Si la operación sale bien, Irak se estabiliza y se convierte en modelo para Oriente Próximo, los sacrificios habrán merecido la pena; pero hoy, los riesgos superan con creces a los posibles beneficios.

Nuestras tropas van a ayudar a un aliado en apuros porque nos necesita, nos lo ha pedido. José María Aznar prometió ayudarle hace ya muchos meses, y nos interesa un Irak estable y en paz tras la guerra y no un Irak caótico o radicalizado. Gobierno y oposición deberían hacer todo lo posible para separar la decisión política de la operación militar. Independientemente de la opinión de cada uno sobre la decisión, todos los partidos deberían apoyar sin fisuras a los soldados que se van a jugar la vida en una misión muy arriesgada.

«Van a mantener la paz en la zona centro-sur de Irak, en los términos recogidos por unanimidad en la resolución 1.483 de 22 de mayo del Consejo de Seguridad», dijo el ministro de Defensa, Federico Trillo, el pasado viernes. En una conferencia en El Escorial, en la víspera, el director general de Política de la Defensa, Rafael Lorenzo, citaba tres misiones para la brigada española: estabilidad, seguridad y facilitar la transición.

El mismo día, en el World Affairs Council de Los Angeles (California), el presidente del Gobierno, José María Aznar, resumía, ignorando los riesgos, la razón real de la decisión: «Los compromisos se deben cumplir, la palabra dada es sagrada y países como los nuestros no pueden ni deben eludir sus responsabilidades». Dejaba claro que sus compromisos con George Bush, las obligaciones de aliado y su coherencia con todo lo dicho y hecho desde el 11 de Septiembre de 2001 sobre Irak, no le han dejado otra salida.

Misión indefinida: hasta finales de mes, el general Richard Myers, presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor de los EEUU, no recibirá el primer informe de John Abizaid, general de cuatro estrellas y nuevo jefe del Centcom (Mando de Oriente Próximo) desde el 7 de julio, en sustitución de Tommy Franks. En ese informe debe concretar las tropas necesarias para la posguerra, las posibilidades de reducción y relevo y sus misiones futuras. Es absurdo pedir más concreción a España de la que tiene EEUU.

Las fuerzas españolas, que sólo representan alrededor del 0,6% del total desplegado en Irak, van, en primer lugar, a facilitar el redespliegue y los relevos de los estadounidenses en su zona de responsabilidad. La misión está tan mal definida todavía que, tras escuchar al general Franks en el Congreso la semana pasada, el congresista Ike Skelton lamentaba la terrible falta de planificación y la improvisación diaria.

Mando disperso y confuso: la brigada española dependerá operativamente del Pentágono, no de la ONU. Su jefe inmediato será, en la primera fase al menos, el general polaco Andzej Tyszkiwicz. Este, a su vez, dependerá, para las tareas militares en Irak, del general estadounidense Ricardo Sánchez, quien a su vez recibe órdenes directas de John Abizaid. Para las tareas civiles, en cambio, todos ellos tienen que atender a las necesidades diarias del administrador civil, Paul Bremer, sin olvidar las peticiones de ayuda o escolta que reciban del equipo de la ONU, dirigido por Sergio Vieira de Mello. A la hora de la verdad, pocos problemas se resolverán si no se negocia con los imanes y jefes de tribus, en su mayoría chiíes, dominantes en la provincia asignada.

Uso de la fuerza: los mandos estadounidenses son los que determinan el orden de operaciones y las normas de enfrentamiento (ROE en inglés): las reglas que fijan el uso de la fuerza. Los mandos españoles han solicitado cierta flexibilidad en su aplicación.Esperan poder seguir más el modelo británico en Basora que el de los norteamericanos en Bagdad, pero de poco servirán los modelos si empiezan a sufrir ataques o atentados.

Riesgos: «Limitados y controlados... Entran dentro de la profesión», dice el almirante Lorenzo. «Van a una zona relativamente tranquila, hemos tenido un cuidado exquisito en la confección de la brigada, la más adecuada para esta misión», señala Trillo. Con más de 70 muertos estadounidenses desde el 1 de mayo y, en palabras del general Franks, entre 10 y 25 ataques diarios, todas las precauciones serán pocas. La obsesión oficial por rebajar el riesgo tendrá un efecto bumerán contra el Gobierno español en cuanto empecemos a recibir ataúdes.

Si, como pretende Bremer, se empeñan en desarmar a la población, el riesgo aumentará de inmediato. Para la protección del oleoducto no hay fuerzas suficientes. Para el orden público, tampoco: por razones económicas, Defensa ha tenido que reducir a 45 los 120 guardias civiles que tenía previsto incluir en la brigada. Ello ha obligado a adiestrar deprisa y corriendo en técnicas antidisturbios a una compañía de la Legión.

Los riesgos serán tanto más graves cuanto más se tarde en detener a los dirigentes del régimen de Sadam -el dictador, sus hijos, el vicepresidente y el ministro de Defensa siguen en libertad-; cuanto más se prolongue el caos en los servicios básicos, sobre todo de electricidad y agua; cuanto más se tarde en localizar las armas de destrucción masiva; cuanto menos colaboren los países vecinos (Siria e Irán sobre todo); y cuanto más se tarde en internacionalizar la posguerra.

Medios: es, por ahora, el principal Talón de Aquiles de la misión.Las altas temperaturas de Al Qadisiya, las extremas condiciones del terreno y la gran pobreza de la zona han obligado a Defensa a planificar el envío de prácticamente todo. La dependencia del Pentágono para el transporte garantiza una mayor seguridad, pero nos sitúa en la cola de las prioridades estadounidenses. Mientras no se demuestre lo contrario, el mando polaco está todavía peor preparado, a merced de lo que reciba de Tampa y de la OTAN que, a finales de junio, aceptó a regañadientes reforzar el cuartel general polaco con transmisiones, logística y planeamiento por valor de unos 90 millones de euros. Más importante que todo ello, a medio plazo, puede ser el relevo. Por cada soldado enviado hay que empezar a preparar otros dos para las rotaciones. En cuanto a las comunicaciones, si, como parece, nuestro Hispasat no cubre la zona, habrá que depender de otros.

La coalición: está por ver si los batallones centroamericanos bajo mando español son una ayuda o un estorbo, dada su escasez absoluta de medios y su dependencia total de España y del Pentágono.La incompatibilidad de sus sistemas de armas y, sobre todo, de comunicaciones (radio, por ejemplo) constituirán un problema desde el primer día. Su presencia sólo se explica por las dificultades que tiene el Pentágono para encontrar otros contribuyentes.

Chile y Argentina declinaron participar por razones políticas y económicas, y España está tan escasa de fuerzas que, como reconoció Trillo el viernes, se verá obligada a recortar otras misiones, empezando por Kosovo y Bosnia, donde hay desplegados más de 1.500 efectivos. Si, finalmente, la India y Pakistán aceptan participar, el panorama cambiaría, pero mientras Francia, Alemania y Rusia sigan condicionando su participación a la sustitución del mando estadounidense por un mando de la ONU, se avanzará muy poco.El envío de 1.000 soldados de las Fuerzas de Autodefensa japonesas es otro éxito político de Washington, pero, militarmente, van con las manos atadas, pues no pueden participar en combate.

Cuenta el coronel Eduardo Andino Cobos, jefe del contingente dominicano, que sus hombres están aprendiendo algunos saludos en árabe y que muchos de ellos ya han tenido experiencia en el Sáhara. Sin entrar en más detalles, suena a los preparativos de Gila. En su favor, hay que reconocer que el grueso de las fuerzas estadounidenses ha ido todavía peor preparado para la posguerra.

Plazos: aunque oficialmente se ha dicho que van por cuatro meses prorrogables, en Defensa, como en el Pentágono, se piensa ya en años.

Coste: cuando se le preguntó en la rueda de prensa del viernes, Trillo se fue por peteneras: «Capítulo 228, cláusulas 2ª y 3ª del acuerdo... Aún no se puede evaluar. El año pasado gastamos 52.000 millones de pesetas (¿en todas las misiones?). En lo que llevamos de año, ya hemos gastado otro tanto...». En castellano, significa que el presupuesto de las misiones de paz se puede multiplicar, como mínimo, por tres.