Irak, la tentación de extender el incendio

Una declaración del ministro de Asuntos Exteriores de la República Francesa ha disparado las alarmas en una ciudadanía ya demasiado preocupada por las consecuencias de la crisis bancaria en Estados Unidos. El señor Kouchner ha pronunciado palabras escalofriantes: "Francia tiene que estar preparada para lo peor, que es la guerra"; "No aceptaremos una bomba nuclear más en esta región del mundo tan peligrosa".

Estas afirmaciones no han sido desautorizadas por ninguna autoridad superior del país galo, lo que permite deducir que estaban autorizadas por el presidente Sarkozy. ¿Puede Francia sola asumir la responsabilidad y el peso de una guerra contra Irán? Evidentemente, no. Ya no estamos en tiempos de Napoleón. Francia no es una superpotencia y no podemos olvidar que en la antigua Indochina no pudo resistir los golpes de Vietnam y se retiró, dejando la plaza a las tropas norteamericanas que, después de una guerra horrorosa, tuvieron que retirarse también derrotadas. Por consiguiente, es lógico imaginar que Kouchner hablaba en nombre de otro. Y teniendo en cuenta la situación en Oriente Próximo, ese otro no puede ser más que el presidente Bush. La única superpotencia en condiciones de cumplir hoy esa amenaza a Irán -independientemen te de que los resultados puedan resultar catastróficos para ellos mismos- es Estados Unidos.

Este verano, muchos comentaristas se ocuparon de que el presidente Sarkozy hubiera tomado sus vacaciones en Tejas, en la amigable vecindad del presidente Bush. La verdad es que, habiendo tantos lugares hermosos para veranear en la propia Francia, resultaba curioso que un presidente recién elegido escogiese para hacerlo el Estado de los petroleros norteamericanos, a miles de kilómetros de su país. Ya entonces el hecho fue interpretado como el abandono de la línea gaullista de independencia practicada por el presidente Chirac y una alineación con Washington. Las declaraciones de Kouchner parecen la confirmación de ese viraje, que puede tener consecuencias imprevisibles para la política europea.

Aunque sea cierto que la proliferación del arma nuclear es algo indeseable, ninguna guerra estaría justificada para lograrlo. Son ya muchos los países que la poseen. Desde el punto de vista del derecho internacional, incluidos los acuerdos sobre "no proliferación", el uso pacífico de la energía nuclear no está prohibido a ningún Estado. Hasta ahora, Irán ha negado que pretenda construir esa arma. Por la simple sospecha de que pueda construirla algún día, sería una locura extender la guerra de Irak a todo Oriente Próximo, abriendo así el camino a una posible conflagración mundial que superaría las catástrofes de la segunda y sus 60 millones de muertos.

Y ahí está la madre del cordero. El presidente Bush ha demostrado hasta la saciedad no sólo su incompetencia, sino su carencia absoluta de sentido de la responsabilidad para ocupar un cargo tan importante como la presidencia de la superpotencia. Declaró la guerra a Irak a base de mentiras propaladas únicamente por él y sus colaboradores: "Sadam", decía, "posee armas de destrucción masiva y está coaligado con Bin Laden". Greenspan ha denunciado la causa real de la guerra -lo que hizo cuando estaba al frente de la Reserva Federal-, el control del petróleo. Ahora Bush es prisionero de su fracaso en Irak. Tendría que retirarse de Irak pero no lo hace, aun sabiendo que cuanto más tarde en hacerlo será peor, y que Irak puede resultar un Vietnam aumentado y corregido.

No existen mil opciones a la ocupación de Irak, complicada además con la guerra de Afganistán. Algunos piensan que una opción posible sería la retirada americana con un periodo provisional de ocupación por parte de tropas árabes que asumirían la pacificación del país antes de retirarse a su vez. Esta posibilidad es tan dudosa que tengo la impresión de que ha sido ya desdeñada por el propio Bush.

La otra "solución" es la fuga hacia adelante, la ampliación de la guerra a Irán y Siria, lo que ampliaría también el control del petróleo y abriría las puertas a una posibilidad de llegar más lejos a otras fuentes energéticas de Asia. En la mente de este empresario petrolero cabe este disparate, como cupo la agresión a Irak, si es que no barruntaba ya esta perspectiva inaudita.

Hace unos días, en unas declaraciones, Bush dio a entender no sólo que no retira las tropas de Irak, sino que el presidente que le sustituya tendrá la misma patata caliente entre las manos. Simultáneamente, se supo que la aviación militar israelí había violado el espacio aéreo de Siria, realizando una operación cuya finalidad no fue aclarada por el Gobierno de Israel. Pero, sorprendentemente, funcionarios norteamericanos han hecho saber poco después que aviones israelíes, en recientes vuelos sobre Siria, "fotografiaron posibles instalaciones nucleares", y han añadido sus sospechas de que "técnicos norcoreanos han visitado Siria y que se ha transportado material atómico al país árabe". Insistiendo en el tema, el funcionario estadounidense Andrew Semmel ha declarado que "Siria está en la lista de observación nuclear de Estados Unidos y que hay un número de técnicos extranjeros que han estado en Siria. Hay norcoreanos allí. No hay duda sobre ello, como no hay duda de que hay muchos en Irak e Irán". Este funcionario añade que "Israel cree que Corea del Norte está vendiendo a Irán y a Siria lo que les queda de material nuclear".

Todo esto tiene el aspecto de algo déjà vu, como dicen los franceses, cuando se preparaba la agresión a Irak. Pero usando el mismo pretexto, la ampliación de la guerra podría sobrevenir por un ataque israelí a Siria, inducido por Estados Unidos, que, naturalmente, apoyarían a sus aliados. Después le llegaría el turno a Irán, y Estados Unidos intentaría complicar a la ONU y a Europa. De este modo se iría ampliando el escenario de la guerra en Oriente Próximo, con la apariencia de un encadenamiento fatal de acontecimientos para disimular la autoría del plan.

Es un deber denunciar públicamente este peligro, que es demasiado grande para que permanezcamos cruzados de brazos. Precisamente porque se trata de un disparate tan descomunal que parece imposible en una mente sensata; es tan peligroso. Porque cuesta trabajo aceptar que seres humanos nos hundan en tal abismo, no hay que callar. De la noche a la mañana podemos encontrarnos con situaciones de hecho que, paso a paso, nos lleven a la catástrofe.

Yo no soy partidario en manera alguna de la proliferación del arma nuclear. Pero este problema hay que abordarlo en serio, por la raíz. O se va a la supresión general colectiva del arma nuclear, o la tendencia a la proliferación es incontenible. La bomba atómica no puede ser la garantía de la seguridad para unos pocos y la causa de la inseguridad para la mayoría. Quizá ha llegado la hora de que la ONU se ocupe en serio de este problema junto con el de la tremenda carrera armamentista que agobia al planeta. Ahí residen los mayores peligros para la paz del mundo. En ellos se invierten recursos cuantiosos con los que podrían abordarse otras crisis que hoy afectan a nuestras sociedades.

Santiago Carrillo, ex secretario general del PCE y comentarista político.