Irak sigue sin desarmarse

Por Colin L. Powell, secretario de Estado de Estados Unidos (ABC, 07/03/03):

¿Ha tomado Sadam Husein una decisión estratégica, una decisión política, de que renunciará a esas horribles armas de destrucción masiva y que detendrá lo que ha estado haciendo durante todos estos años? Esa es la cuestión. No hay ninguna otra. Todo lo demás es secundario o terciario. Ese es el tema. Es un tema que ha estado sobre la mesa durante 12 años. Es el asunto que se le planteó a Sadam Husein en 1991 tras la Guerra del Golfo; la misma instrucción que se le dio por parte de la comunidad internacional, por el Consejo de Seguridad: desármese, renuncie a esas armas de destrucción masiva, deje de amenazar a su pueblo, deje a sus vecinos vivir en paz, sin que deban temer más a este tipo de armas. Y durante 12 años, Sadam Husein ha dado la misma respuesta repetidamente: «No, no lo haré».

El 12 de septiembre del pasado año, el presidente Bush llevó el tema, una vez más, a las Naciones Unidas, y ante la Asamblea General retó a la comunidad mundial a actuar de manera definitiva para ocuparse de esta amenaza de la paz y la seguridad internacionales.Y después de unas siete semanas de negociaciones intensísimas y de la máxima diplomacia imaginable, el Consejo de Seguridad aprobó unánimemente, por 15 a 0, la resolución 1.441. Nada de lo que hemos visto desde la aprobación de la 1.441 indica que Sadam Husein haya tomado alguna decisión estratégica y política para desarmarse; además, no hay nada que indique que el régimen iraquí haya decidido cooperar de manera activa, incondicional e inmediata con los inspectores. Cooperar con el propósito de mostrar todo lo que tienen, no de ver lo poco que podemos mostrarles.

Proceso no significa resultado. Concesiones no significa cumplimiento. Destruir un puñado de misiles bajo coacción, sólo después de haber sido presionado una y otra vez, y no poder evitarlo, no es el tipo de cumplimiento que tenía por objeto la resolución 1.441 de Naciones Unidas. Los gestos demasiado escasos y tardíos de Irak tienen como fin no sólo engañar y dilatar la acción por parte de la comunidad internacional; uno de sus principales objetivos es dividirla, dividirnos en facciones enfrentadas. Ese esfuerzo debe fracasar. Debe fracasar porque ninguno de nosotros quiere vivir en un mundo en el que los hechos sean derrotados por el engaño, donde las palabras del Consejo de Seguridad no signifiquen nada, donde Sadam y aquellos como él se envalentonen para adquirir y blandir armas de destrucción masiva.
Alrededor de 1995, el yerno de Sadam Husein, que sabía mucho, desertó y levantó la liebre. Hizo saber que el régimen iraquí tenía gas VX. Y como consecuencia de lo que dijo a la comunidad internacional y a los inspectores, el régimen iraquí se vio obligado a admitirlo. Obligado a admitir que había producido grandes cantidades de este terrible veneno. Ocho años después de ese descubrimiento, continúa su engaño. Sigue afirmando que Irak nunca ha transformado en armas sus reservas de VX. Quiere que creamos que aunque ha tenido alguna cantidad de VX, no puede usarla.

La saga de los programas balísticos prohibidos de Irak ofrece otro ejemplo de cómo teje su red de engaños. Los misiles en y por sí mismos no son armas de destrucción masiva, pero pueden llevar cabezas nucleares que sí lo son. Poco después del final de la Guerra del Golfo, con el fin de contener a Sadam Husein y como parte de esa primera serie de resoluciones, los misiles con un alcance de más de 150 kilómetros fueron prohibidos en Irak por la resolución 687 del Consejo de Seguridad. Se supone que no debe tener misiles que vayan más allá de 150 kilómetros, pero los tiene. Una vez más, juega un doble juego. Aunque ordene que algunos sean destruidos, continúa con actividades que permitirán producir más. Podemos ver que no hay ninguna mejora en lo esencial. Irak está lejos de desarmarse.

¿Pero qué puede decirse del proceso? La gente habla acerca de él. ¿No deberíamos estar complacidos por la cooperación que hemos visto con los inspectores? Por desgracia, no vemos que la actuación de Bagdad sea mucho mejor en ese aspecto. ¿Por qué deberíamos sorprendernos? Esta ha sido su pauta. Es lo que lleva haciendo desde hace 12 años. Si Bagdad estuviera cooperando realmente, si realmente quisiera cumplir las resoluciones, si realmente le interesara el desarme, estaría sacando a la luz todos estos materiales, no diseminándolos para protegerlos. Sabemos que altos oficiales iraquíes siguen admitiendo en privado lo que continúan negando en público, que Irak posee, de hecho, armas de destrucción masiva. Si Irak se estuviese desarmando en serio, fomentaría, ordenaría, diría a todos sus científicos: dad un paso adelante, para que la información se pueda hacer disponible y así convencer a la comunidad internacional de que nuestras afirmaciones son ciertas.
Si, en esta hora tardía, Sadam decidiese verdaderamente jugar limpio y cumplir lo estipulado en la resolución 1.441, el actual número de inspectores podría hacer el trabajo de verificar el desarme de Irak y no necesitarían una gran cantidad de tiempo para hacerlo. Ellos mismos lo han dicho. Las inspecciones equivaldrán a poco más que sombras a no ser que Irak levante la niebla de la negación y el engaño que les impide a los inspectores ver la verdadera magnitud de aquello a lo que se enfrentan. Es Irak quien tiene que demostrar al Consejo de Seguridad y al mundo que se ha desarmado. Sabemos cómo es un verdadero desarme.

He estado donde se producen las muertes. Estoy de acuerdo con quienes afirman que sólo las causas más nobles merecen el sacrificio de vidas. Deberíamos hacer todo lo posible por evitar la guerra. Lo hemos hecho, y nadie cree más en ello que el presidente Bush.

Siempre es difícil para los ciudadanos aceptar la perspectiva de una guerra, y debería serlo. Pero consideren el hecho estremecedor de que Sadam Husein también sabe lo que es la guerra. Piensen qué ocurriría si Sadam Husein llega a la conclusión de que los gobiernos del mundo no aprobarán la acción militar bajo ninguna circunstancia. Todo lo que tiene que hacer es esperar a que nos vayamos. Ahora es la comunidad internacional la que tiene que enfrentarse a la realidad de que Irak sigue sin desarmarse. La Resolución de Seguridad propuesta la semana pasada por el Reino Unido, España y Estados Unidos establece precisamente que: «Irak no ha aprovechado la última oportunidad que le concedía la resolución 1.441». Esa es también una sencilla declaración de los hechos. Irak se ha negado a desarmarse y a cooperar. El que Sadam cometa un error de cálculo no redunda en interés de nadie.

Si Sadam no nos deja más opción que la de desarmarle por la fuerza, Estados Unidos y sus aliados harán todo lo posible por hacerlo rápidamente, por hacerlo de una forma que minimice la pérdida de vidas civiles o de destrucción de propiedades. Nos responsabilizaríamos de establecer y mantener el orden, destruyendo de una vez por todas las armas de destrucción masiva. Y poco después de que se cubran estas necesidades inmediatas y se establezca la seguridad interna, desearíamos pasar tan pronto como fuese posible a una supervisión civil de las siguientes fases de transformación de Irak, trabajando con los múltiples aliados de coalición que tendremos, trabajando con todos los elementos de la comunidad internacional que estuviesen dispuestos a participar en dicho esfuerzo.

El trabajo de reconciliación, rehabilitación y reconstrucción será largo y duro, pero estamos dispuestos a afrontarlo. Pero la verdadera prueba de nuestro compromiso colectivo con Irak serán nuestros esfuerzos por ayudar al pueblo iraquí a construir un Irak unificado que no amenace la paz internacional, un Irak que resulte una presencia grata entre las naciones del mundo, no un paria internacional. Es hora de decirle a Sadam de una vez por todas que sus maquinaciones no han parado el reloj, que el reloj sigue avanzando, y que las consecuencias de su negativa a desarmarse serán muy reales.

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