Irán: engaño y secretismo

La semana pasada el Consejo de Seguridad de la ONU envió una clara señal a Irán de que el mundo no pasaría por alto su negativa de negociar su programa nuclear. La última Resolución manifiesta una decisión y determinación muy valorada por el nuevo Gobierno británico, que desempeñó un papel protagonista en su elaboración. El pasado sábado fue el aniversario de las elecciones presidenciales iraníes de 2009 y de las dramáticas escenas que sucedieron después. Los dos acontecimientos son distintos, pero representan a un Irán que está aislado y en desacuerdo con la comunidad internacional, y con muchos de sus propios ciudadanos.

Con frecuencia el Gobierno iraní echa la culpa de sus desgracias al Reino Unido y al resto del mundo. Esto no debe engañar a nadie. El Gobierno británico desea tener una relación constructiva con Irán, un país importante con una larga y orgullosa historia y una población dinámica y joven. No ayuda a nadie que Irán esté excluido por sus propios actos de consultas sobre temas que les afectan a él y a la región y que importan al Reino Unido también. Tampoco les sirve a millones de jóvenes iraníes que se encuentran a la zaga respecto al escenario internacional, incapaces de utilizar su energía y formación a pleno rendimiento o de disfrutar de los derechos y libertades a los que todo el mundo tiene derecho.

La respuesta pública del presidente Ahmadineyad ante las sanciones de la ONU ha sido previsible. Sus palabras al decir que las sanciones «deberían tirarse a la papelera como un pañuelo usado» tal vez hayan sido reproducidas en las noticias, pero está eludiendo un tema clave para su Gobierno, ya que estas sanciones tendrán un verdadero impacto en su situación económica. Sus llamamientos para que Irán revise sus vínculos con la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) tan solo reforzarán la sensación de que Irán está aislado de las normas internacionales.

Este aislamiento es debido única y exclusivamente a las acciones del Gobierno iraní. Durante el último año ha seguido enriqueciendo el uranio muy por encima del nivel requerido por un programa de energía nuclear civil; ha infringido las resoluciones de la ONU y ha acumulado unas reservas de uranio suficientes para construir un arma nuclear con el tiempo. Nada de lo que ha hecho el Gobierno iraní en los últimos meses modifica estos hechos. Si bien valoramos positivamente los recientes esfuerzos para lograr un acuerdo para suministrar combustible a un reactor de investigación iraní (un acuerdo del que Irán hizo caso omiso en un principio), este acuerdo nunca abordó las preocupaciones que suscitó su programa en general. Teherán sabía que habría nuevas sanciones si no cumpliera con las resoluciones de las Naciones Unidas, y si afirma lo contrario está distorsionando los hechos.

El Gobierno iraní dice que su programa nuclear es pacífico. Pero no puede explicar por qué el brazo militar del Estado está tan fuertemente implicado en ese programa, o por qué insiste en enriquecer uranio cuando no tiene centrales nucleares que necesiten ese combustible. Inevitablemente, su trayectoria de engaño y secretismo lleva a otros países a creer que su intención es alcanzar la capacidad para producir armas nucleares.

Las acciones de Teherán corren el riesgo de desembocar en una carrera armamentística en Oriente Medio y en el inevitable descarrilamiento del Tratado de No Proliferación Nuclear en un momento en que la comunidad internacional acaba de renovar su compromiso con un mundo libre de armas nucleares. Esta es la razón por la cual las acciones a nivel internacional son tan urgentes y este nuevo Gobierno presionó a favor de sanciones la semana pasada y defenderá con vigor la adopción de fuertes medidas adicionales en la UE, además de una estrecha cooperación con nuestros socios en la región. El fortalecimiento de las sanciones de la ONU será una importante prueba de la determinación europea, además de un ejemplo positivo de cómo el peso colectivo político y económico de la UE en el mundo puede ser utilizado para fines significativos.

Algunos pretenden reducir esta crisis a un enfrentamiento entre Irán y EE.UU, Israel y sus aliados. El Gobierno iraní quiere dar a entender que defiende al mundo en desarrollo contra un Occidente imperialista e indiferente. Nada podría estar más lejos de la verdad. El hecho de que México, Nigeria y Uganda estuvieran entre los países que votaron a favor de las nuevas sanciones de la ONU deja en evidencia esta retórica. Las acciones de Irán en el terreno nuclear perjudican la posición de otros estados no poseedores de armas nucleares que respetan las reglas del juego, y es inadmisible que sus políticas en Oriente Medio —tales como su amenaza de enviar barcos a Gaza— vayan en detrimento de aquellos que están trabajando a favor del proceso de paz.

Estamos buscando una solución a largo plazo a través de la diplomacia y las negociaciones. Es por eso por lo que seguimos instando a los iraníes a sentarse en la mesa de negociaciones y a hablar de su programa nuclear. Las nuevas sanciones de la ONU están diseñadas para persuadir a Irán a hacer precisamente eso. Las presiones sobre Irán para que se comprometa al respecto serán cada vez mayores. Este es un mensaje que el Gobierno iraní no debe pasar por alto.

Además de las sanciones, los costes para Irán de sus desafíos deliberados ya son elevados. Su producción petrolífera está disminuyendo debido a la falta de inversión por parte de empresas internacionales. Su economía se encuentra en una situación lamentable, y la represión política sufrida por sus ciudadanos, de la que todos somos conscientes este fin de semana, es acompañada por una falta de oportunidades. Estos factores no hacen más que reforzar los argumentos a favor de un cambio de actitud por parte de Irán.

Irán podría tener una relación mucho mejor con el resto del mundo. La comunidad internacional respondería inmediatamente a un cambio de actitud por parte del Gobierno iraní, si este tomara medidas significativas para restablecer la seguridad de que sus intenciones son serias. El Reino Unido y sus socios están dispuestos a reunirse con los negociadores iraníes en cualquier momento para mantener un diálogo sustantivo sobre su programa nuclear. Se le ha ofrecido a Irán un paquete de incentivos que permitiría el levantamiento de sanciones y proporcionaría beneficios comerciales, el diálogo sobre temas internacionales clave y, lo más importante, la cooperación sobre la energía nuclear civil que Irán dice que desea. Se trata de una oferta poderosa e importante, hecha de buena fe y reafirmada por el nuevo Gobierno británico. Instamos al Gobierno iraní a considerar esta oferta detenidamente, ya que se trata de un verdadero intento de cambiar la dinámica entre nuestros gobiernos y presentar una vía de avance que tenga en cuenta todas nuestras preocupaciones. La táctica de negarse a negociar su programa nuclear no funcionará y no debilitará nuestra determinación.

William Hague, ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido y la Commonwealth.