Irán necesita más que nunca el apoyo de Europa, y la UE se juega en Teherán su credibilidad como actor internacional. El ultimátum lanzado por Donald Trump a Bruselas para que exija nuevas condiciones a Irán antes de que en mayo EEUU vuelva a examinar el acuerdo nuclear alcanzado con el régimen de los ayatolás tras años de arduas negociaciones, debe ser el revulsivo que impulse una política exterior europea propia. La UE y el Gobierno del reformista Hasan Rohaní pusieron todo su empeño en ese acuerdo, alcanzado en el 2015, que limita el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de las sanciones internacionales. Trump, jaleado por Israel y Arabia Saudí, amaga con boicotearlo desde antes de ocupar la Casa Blanca.
La ola de protestas que en diciembre pasado se extendió por numerosas ciudades iraníes revela las dificultades de Rohaní ante una sociedad cansada de corrupción, mala gestión y dificultades económicas que agravaron las sanciones, de cuyo levantamiento aún no se ha beneficiado la ciudadanía. El apoyo de Europa no solo es importante para impedir que Irán se dote de armas nucleares, sino también para que los reformistas atiendan las aspiraciones de la sociedad civil y faciliten, como pretende la juventud, una mayor apertura del régimen.
Rohaní se comprometió a lograr el levantamiento de las sanciones durante su primer mandato (2013-2017), mientras que el mensaje central de la campaña para su reelección, en mayo pasado, fue que la modernización económica del país pasa por que el Ejército y la Guardia Revolucionaria Islámica se desprendan de su imperio económico y aceleren la privatización de sus muchas empresas. En este complicado asunto, Rohaní cuenta con el beneplácito del líder supremo, ayatolá Alí Jameneí, como reconoció recientemente el ministro de Defensa, general Amir Hatamí. El líder espiritual es consciente de que en especial los pasdarán se dedican más a los negocios, incluido el contrabando, lavado de dinero y corrupción, que a la defensa de la Revolución Islámica.
Con su apoyo a la reintegración económica y política de Irán en la esfera internacional, Europa fortalece la voluntad reformista y transformadora de Rohaní, de ahí la importancia de que no se deje amedrentar por las amenazas de Trump y prepare una contraofensiva. Si EEUU se retira del acuerdo y restablece las sanciones, las compañías europeas que negocien con Irán y tengan activos o comercien con EEUU pueden a su vez ser sancionadas. Irán está sediento de inversiones occidentales para modernizar su obsoleta industria energética, pero ese grave riesgo las frena.
Los sectores más conservadores de Irán, encabezados por la Guardia Revolucionaria, se oponen a nuevas concesiones al grupo 5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania) con el que se negoció el acuerdo nuclear. Sin embargo, algunas de las decisiones más osadas de Rohaní, como separar al Ejército y la Guardia Revolucionaria de las actividades económicas –lo que debilitaría sensiblemente a esta-- pueden ser fruto de las negociaciones que mantienen Teherán y Bruselas. No se admiten públicamente para evitar las iras de los conservadores. La UE también podría estar detrás de la prohibición por Jameneí de desarrollar misiles balísticos de más de 2.000 kilómetros de alcance.
El fin del acuerdo nuclear sería una catástrofe para un Oriente Próximo sumido en el caos de la guerra de Siria y tras la provocadora decisión de EEUU de reconocer a Jerusalén como la capital del Estado judío, en contra de las resoluciones de Naciones Unidas y de la opinión de la mayoría de sus aliados. Sin acuerdo, no solo existiría el riesgo de que Irán se hiciese con armas atómicas, sino también Arabia Saudí. La zona más volátil del mundo podría encontrarse de la noche a la mañana con tres Estados nucleares porque, aunque no lo reconoce oficialmente, Israel tiene entre 100 y 400 cabezas atómicas.
Convencida de que la diplomacia es mejor que el enfrentamiento, Europa quiere apaciguar la profunda rivalidad existente entre Irán y Arabia Saudí, enfrentadas no solo por cuestiones geoestratégicas, sino también religiosas ya que simbolizan la pugna entre las dos grandes corrientes del islam, suní y chií. Por el contrario, Trump, desde su campaña electoral, no ha hecho más que arrojar gasolina al fuego y la puntilla puede ser el torpedeo del pacto con Teherán.
La UE debe sacar pecho de uno de los acuerdos más exitosos de su diplomacia y pergeñar una estrategia suficientemente atractiva como para convencer a EEUU de la conveniencia de cumplir lo pactado. Si pese a la oferta europea Trump persiste en sus trece, será tiempo de que Europa madure y anteponga sus intereses a los de un socio que la trata como si fuese una colonia.
Georgina Higueras, periodista.