Irán: lo peor está por llegar

En la fase posterior a las elecciones presidenciales, la República Islámica de Irán ha mostrado abiertamente su faz no sólo al pueblo iraní, sino también a la comunidad internacional como gobierno totalitario que no rehúye el uso de la violencia contra manifestantes pacíficos ni la aplicación de la férrea censura sobre las fuentes informativas. El ayatolá Ali Jamenei, el líder supremo de Irán, ha temido una revolución de terciopelo, hasta tal punto que la ha provocado él mismo impulsando un golpe contra los veteranos de la república islámica, excluyendo de forma agresiva a los elementos moderados del régimen y apoyando a Mahmud Ahmadineyad, de línea dura, respaldado por el ejército, los Guardianes de la Revolución y las milicias.

Jamenei, que encarna el verdadero poder en Irán, está firmemente convencido de que, desde el inicio de la república islámica, los países occidentales han tramado su derrocamiento. Sin embargo - señala Jamenei-,una vez que Occidente cayó en la cuenta de que no podía derribar un gobierno revolucionario que goza de una amplia base social mediante métodos coactivos, cambió de herramientas, aunque no de objetivos. Desde que accedió al poder hace veinte años, Jamenei no cesa de prevenir contra la "invasión cultural" de Occidente sobre Irán. Durante los últimos decenios, Jamenei ha ordenado a los órganos judiciales que clausuraran periódicos y detuvieran a intelectuales y activistas de la sociedad civil, que califica de soldados de la guerra cultural occidental contra Irán. En 1998, el Ministerio de los Servicios de Inteligencia reconoció públicamente que estaba involucrado en el asesinato en serie de intelectuales que provocó la dimisión del ministro en cuestión, Qorban Ali Dorri Najafabadi.

Ahora el gobierno ya ha acusado a cientos de detenidos de "librar una guerra contra Dios", acusación que según la legislación iraní comporta la sentencia de pena de muerte. Lo peor está aún por llegar en Irán en términos de violación de los derechos humanos.

Ciertos políticos optimistas en Estados Unidos y Europa sostienen que, dado que el gobierno islámico ha perdido su popularidad y legitimidad en el interior del país, aspirará a la legitimidad internacional intentando alcanzar un acuerdo sobre su programa nuclear. Políticos de visión realista y pragmática en ambos continentes argumentan que, si Occidente diera preferencia a las conversaciones sobre la cuestión nuclear sobre la democracia y los derechos humanos en Irán, se hallaría en condiciones de responder adecuadamente a la apremiante necesidad de solucionar la amenaza nuclear por vía diplomática.

El ayatolá Jamenei ha demostrado fehacientemente que tal convicción constituye una mera ilusión. Ha respaldado total y enérgicamente la política nuclear y exterior de Ahmadineyad, quien ha reiterado que el programa nuclear iraní es innegociable, nunca se cancelará e Irán nunca se echará atrás en su decisión de impulsarlo.

A juicio de Jamenei, los acontecimientos del último mes constituyen la prueba de que sus temores relativos a la revolución de terciopelo y el complot occidental contra el régimen estaban justificados. A lo largo de la campaña, cuando los candidatos mostraron sus preocupaciones por la posibilidad de una manipulación de las elecciones a gran escala, Jamenei recalcó que el "discurso de la manipulación" no era más que una conspiración de Occidente para suscitar dudas sobre la legitimidad del régimen iraní y obstaculizar los comicios. Desde las elecciones, Jamenei ha presentado el movimiento de protesta como un producto de la injerencia occidental.

¿Cómo influirá esta actitud en las negociaciones sobre la cuestión nuclear? Jamenei ha reiterado que el asunto es un pretexto para que la real y verdadera agenda de Occidente pueda provocar, efectivamente, una revolución de terciopelo que derribe a la república islámica. Yha advertido que un acuerdo con Occidente sobre el programa nuclear no acabaría con la presión de Estados Unidos y Europa sobre la república islámica. Jamenei argumenta que si Irán propiciara y alcanzara de hecho un acuerdo en la cuestión nuclear, a Occidente le faltaría tiempo para encontrar otro asunto con el fin de apuntar contra la revolución iraní.

Aunque muchos creen en Occidente que cabe deslindar el programa nuclear del resto de las cuestiones situando la democracia y los derechos humanos en el último lugar de la lista de prioridades, Jamenei contempla estas tres cuestiones como tres ángulos de un solo prisma. Presione o no Occidente a Irán en materia de derechos humanos, tal postura difícilmente influirá en las políticas de Irán sobre la cuestión nuclear. En consecuencia, una decepcionada comunidad internacional no puede abrigar grandes esperanzas de que las conversaciones nucleares solucionen la crisis. Irán no cederá ante ninguna política adoptada por la comunidad internacional basada en el principio de solucionar la crisis nuclear a costa de la democracia y los derechos humanos.

Aunque la comunidad internacional mantenga las puertas abiertas al diálogo con Irán, debería adoptar enérgicas medidas políticas y económicas para presionar a Irán con mayor intensidad que con anterioridad para lograr que cambie la desafiante política nuclear de Irán.

Mehdi Khalaji, Instituto de Estudios sobre Oriente Medio de Washington Traducción: José María Puig de la Bellacasa.