Irán: ¿y ahora qué?

Cuando aún resuenan los ecos de los dramáticos episodios registrados en Irán, cabe tal vez vislumbrar un atisbo de claridad sobre el rumbo futuro del país. Los resultados, por supuesto, fueron manipulados, pero este solo hecho no explica cabalmente el resultado electoral que tanto ha sorprendido y escandalizado no sólo a los extranjeros sino también a muchos iraníes deseosos de un cambio. Ahmadineyad era impopular y administraba la economía de forma incompetente, llevándola a altos índices de inflación y de paro. Sin embargo, contaba con sus partidarios. Hay que tener en cuenta, además, que la mayoría de los observadores extranjeros (e incluso de los emigrados iraníes) no advirtió en grado suficiente lo fácil que era manipular los resultados electorales en un país con más de un 40% de analfabetismo y un Consejo de Guardianes de la Revolución, los auténticos gobernantes de la sociedad iraní, aun sin el concurso de las formas más flagrantes y evidentes de fraude como la manipulación masiva de urnas mediante la introducción de votos favorables a Ahmadineyad.

Es una verdad a medias decir que los "pobres y piadosos" han votado por Ahmadineyad. Los pobres sufrieron en propia carne las consecuencias de las alzas de precios de los piensos para el ganado y otros artículos, así como otros efectos de la política económica. Incluso un número no despreciable de líderes religiosos musulmanes lo criticaron. Sin embargo, el líder supremo, Jamenei, deseaba el triunfo de Ahmadineyad por considerar que un cambio gubernamental pondría fin a la posición dominante de su camarilla.

En Teherán, numerosos extranjeros observaban con atención el desarrollo de las elecciones, que se celebraron con cierto grado de libertad; sin embargo, en otras áreas del país la manipulación era mucho más fácil. La policía y las diversas fuerzas parapoliciales del régimen controlaban totalmente la situación, de modo que no era menester ejercer una presión mucho mayor para recordar a la población que el deber fundamental de todo iraní patriota se cifraba en votar por las autoridades y el poder establecido, instaurado por Dios.

¿Qué sucederá a continuación? Ciertos observadores han pronosticado la aparición de la violencia. El establishment religioso-conservador se siente amedrentado por el volumen e intensidad de la oposición surgida en el país: sus representantes desconocían hasta qué punto se les desprecia y odia entre esas filas. Naturalmente, pueden optar por la represión (detenciones y cosas peores). También es posible que quienes habían esperado e imaginado un cambio lleguen a la conclusión de que no cabe tampoco la esperanza de lograr un cambio de forma pacífica y, en consecuencia, opten por la violencia.

Sin embargo, nada está garantizado. Irán puede volver a una calma precaria como la imperante antes de las elecciones. ¿Cómo influirán los acontecimientos recientes en la política occidental hacia Irán? Las posibilidades de que Obama entable efectivamente negociaciones fructíferas con Irán no han mejorado. Sin embargo, de hecho Washington tampoco dio por seguro que fueran a producirse profundos cambios como consecuencia de estas elecciones.

Cabe abrigar cierta esperanza con vistas a alcanzar un acuerdo con relación a Afganistán, pues en este caso puede haber intereses comunes. Sin embargo, prácticamente no hay esperanzas de conseguir el apoyo de Rusia y China para que se sumen a una política que detendría o al menos retrasaría significativamente el intento de Irán de fabricar bombas atómicas y misiles de largo alcance. A lo sumo habrá algunas sanciones que, desde el punto de vista de Teherán, equivaldrán a una molestia sin pasar de ahí. ¿Qué hará Israel? Se apreciará una creciente presión favorable a lanzar un ataque aéreo, pero tal cosa será difícil si no imposible sin supervisión estadounidense, ya que los aviones habrían de sobrevolar territorio bajo el control de EE. UU. En tal caso, la decisión definitiva estará en manos de Obama, quien se inclinará por esperar.

Las elecciones que acaban de tener lugar en Irán son unas de esas elecciones ("libres y provechosas", en palabras de Ahmadineyad) cuyos resultados no satisfacen a nadie. Incluso Ali Jamenei, el líder supremo, lamenta probablemente no haber elegido a un candidato que sin dejar de ser aceptable para la camarilla gobernante hubiera provocado menos cólera y protestas. O, tal vez, habría sido preferible que no se hubieran celebrado elecciones en absoluto.

Walter Laqueur, director del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos de Washington.