Iraq: ¿cada cual por su lado?

Qué conclusión cabe extraer de la reciente cumbre - preparada tan expeditivamente- celebrada entre el presidente Bush y el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, en Ammán, Jordania? Ambos aliados han limado en público sus posibles diferencias a fin de afrontar el creciente deterioro de la situación en Iraq. Sin embargo, las cosas no van por buen camino: median desavenencias entre la coalición dominante chií dirigida por Al Maliki y Estados Unidos.

Al Maliki, que se ha dado cuenta de que puede aproximarse el final del mandato de Bush en Iraq, ha procedido a distanciarse sosegadamente y sin sobresaltos de su protector estadounidense para dar al menos la sensación de ser persona independiente que adopta sus propias decisiones. La cumbre de Ammán ha señalado el día y la hora en que la parte iraquí sigue su propia senda, tanto desde el punto de vista político como del simbólico. Cada cual por su lado.

Lo cierto es que Al Maliki, hasta la fecha, ha resistido las reiteradas solicitaciones y requerimientos de Bush y de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, para que licencie a las milicias chiíes, en especial las del clérigo radical y antiestadounidense Muqtada al Sadr. Según se ha informado, Al Maliki explicó a Bush que controlar a este grupo no debe suponer mayor problema: "Encontraremos una solución", ha señalado. Al Sadr es un aliado clave de Al Maliki, con 30 diputados y cinco ministros en el Gobierno. Cuenta con un importante apoyo entre la comunidad chií. En tanto se cierne sobre el país la amenaza de una guerra civil hecha y derecha, Al Maliki se ve impotente para encararse con Al Sadr, que concita sobre su figura las máximas acusaciones por la violencia sectaria que padece el país. Por otra parte, valora en mayor medida la preservación de la unidad de la coalición gobernante chií que la promesa de Bush de "cumplir" con su "misión".

En el curso de la conferencia de prensa de Ammán, no se mencionó la necesidad de desarmar las milicias de Al Sadr. Al contrario, se impuso el punto de vista de Al Maliki, que, durante meses, ha estado lamentándose de que no controla las fuerzas de seguridad porque ya lo hacen los estadounidenses. El presidente Bush ha prometido acelerar el ritmo del traspaso de responsabilidades en materia de seguridad de las tropas estadounidenses a sus homólogas iraquíes. "En parte - ha dicho Bush- está frustrado conmigo porque cree que hemos procedido de forma renuente a la hora de proporcionarle los recursos necesarios para proteger al pueblo iraquí". "Dado que no posee medios para responder a la situación planteada - ha añadido Bush- nos proponemos dotarle de mayor capacidad de respuesta".

Hay que decir que mientras las fuerzas iraquíes no sean capaces de asumir plenamente la responsabilidad de la seguridad, Al Maliki se propone ejercer el control político desechando al tiempo las susceptibilidades de sus socios chiíes sobre una nueva inclinación estadounidense a favor de los suníes. Al Maliki, en el curso de una entrevista concedida a la cadena de televisión ABC tras sus conversaciones con Bush, reiteró su determinación de asumir el mando de manos de las tropas estadounidenses a mediados del próximo año por más que el presidente estadounidense persista continuamente en su rechazo de la idea de una retirada.

Los chiíes acogieron positivamente la promesa de Al Maliki de un traspaso rápido de la responsabilidad en materia de seguridad a las fuerzas iraquíes, en tanto que los suníes expresaron sus temores a estallidos de violencia sectaria sancionados en cierto modo por el Gobierno. Un miembro del partido Al Daua de Al Maliki, Al Karim al Anzi, dijo que "Al Maliki ha obtenido el compromiso en el sentido de que gestionará la cuestión de la seguridad". Por su parte, Omar Abdul Satar, diputado y miembro de la principal formación política suní, el Partido Islámico Iraquí, ha opinado: "No juzgamos tranquilizador ceder toda la responsabilidad en materia de seguridad a las actuales fuerzas de seguridad iraquíes, pues han demostrado estar infestadas de milicias".

Al Maliki, asimismo, ha adoptado una postura distinta de la de Bush, al mostrarse aparentemente receptivo a un compromiso político con Irán y Siria. Bush, por su parte, ha expresado: "Valoro los puntos de vista del primer ministro iraquí...", al tiempo que ha señalado que ambos han constatado sus discrepancias sobre el papel de los chiíes de Irán y Siria en la tarea de garantizar la paz en Iraq. Al negarse a una reunión a tres (junto con el rey Abdulah II de Jordania, prosuní), el primer ministro iraquí, Al Maliki, ha enviado un enérgico mensaje a su protector estadounidense y sus vecinos suníes. La prensa árabe subrayó unas declaraciones del socio de Al Maliki en el Gobierno, Abdul Aziz al Hakim, quien dijo al rey de Jordania que, en caso de guerra civil, los suníes serían los grandes perdedores. Mientras tanto, el creciente foso abierto entre suníes y chiíes no facilita precisamente la estrategia de Estados Unidos en Iraq. En tanto aumentan las presiones sobre Bush en casa para que modifique su política sobre Iraq, disminuye su margen de maniobra para influir en el curso de los acontecimientos en este país azotado por la violencia. El convencimiento de iraquíes y árabes de que Estados Unidos se prepara para marcharse del letal escenario iraquí debilita y desgasta, de hecho, el papel de EE. UU. No es de extrañar, en consecuencia, que el Gobierno iraquí aspire a independizarse de su dueño estadounidense.

Resulta una ironía que todo ello constituya una buena noticia para el presidente de Estados Unidos: en efecto, la postura más firme y sólida del primer ministro iraquí facilita al presidente Bush una salida airosa de una guerra impopular... Pese a sus continuas negativas a modificar su política, una retirada gradual podría favorecer los intereses políticos de la asediada Administración Bush. Y, de paso, propiciar una estabilidad a largo plazo en Iraq.

Fawaz A. Gerges, profesor de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio y Asuntos Internacionales del Sarah Lawrence College, Nueva Jersey, EE. UU. Autor de El viaje del yihadista: en el interior de la militancia musulmana (Harcourt, 2006). Traducción: José María Puig de la Bellacasa.