Iraq, cuarto año: devastación

Desde hace cuatro años, en el momento de la entrada de tropas estadounidenses en Bagdad y de la caída de Sadam, Iraq ha ofrendado entre cincuenta y cien personas diariamente a la muerte. De modo que, en el momento de escribir estas líneas, estoy seguro de que mueren iraquíes a consecuencia de una explosión en un mercado o en una calle cualquiera y de que el hombre de traje gris que sale en este instante de su casa encontrará una bala perdida antes de que caiga la noche.

Cuando lean este artículo, sepan que al menos 300 personas han muerto violentamente entre el momento de redactarlo y el día que llegue a sus manos. Mañana cargará también con su cuota de muertos, mujeres y niños preferentemente. En cuanto a los heridos, ¿han reparado en la circunstancia de que los periódicos ya no hablan de ellos? ¿Para qué?

Por lo que se refiere a quienes mueren a consecuencia de sus heridas, ¿quién habla de ellos? Por lo demás, ¿de qué serviría? No son más que iraquíes, árabes, musulmanes. En cambio, toda la prensa mundial da cuenta cumplida, caso por caso, del número de muertos estadounidenses.

¡Vaya! Acabo de enterarme, el 10 de abril, de que han muerto otros cuatro soldados estadounidenses. Ya hemos tenido conocimiento de que a principios de año se alcanzó y superó la cifra fatídica - redonda, como suele decirse- de 3.000 muertos. Es decir, hay muertos que concitan mayor interés y solicitud que otros; son más importantes y despiertan mayores simpatías. Es esencial dar a conocer que la mayor potencia del mundo ha perdido a 3.000 jóvenes en esta guerra contra un pueblo que no le ha hecho nada. Si al menos estos muertos se hubieran producido al desmantelar redes de terroristas, dar caza a Bin Laden y detener a un puñado de sus seguidores... No es así. Han muerto al ser blanco de ciertos iraquíes que no los quieren en su país. Un absurdo que me recuerda El desierto de los Tártaros de Buzzati. No obstante, tal fue el deseo de un presidente desacertadamente elegido y aferrado a la obsesión por demostrar que Estados Unidos sigue siendo poderoso.

Por tanto y como digo, cada día se registra un goteo de muertes, con escasa variación en las cifras. Es matemático. Soldados, fuerzas que resisten a las de ocupación, ciudadanos que no participan para nada en esta guerra mueren diariamente. A lo largo de 1.460 días de ocupación estadounidense, el balance de muertos sobrepasa las 100.000 personas. En la actualidad, nadie sabe cómo salir de este cenagal y, sobre todo, cómo devolver la paz a este país.

Todas las afirmaciones del equipo de George W. Bush han resultado ser mentiras y yerros. La democracia no es soluble en agua y el terrorismo internacional ha encontrado en este país una base de operaciones y un laboratorio inesperados. La red Al Qaeda bulle en Iraq llena de arrogancia sembrando la muerte en el país. Ha estallado una guerra civil entre chiíes y suníes. Sadam Husein ha sido ejecutado con procesos aún pendientes sobre sí. El país ha sido destruido y su economía se halla en situación catastrófica. El balance de estos cuatro años es negativo en toda regla. No muestra ningún aspecto positivo. Y el pueblo estadounidense ha despertado: esta guerra no es la suya. Estados Unidos ha perdido la honra. Las grandes manifestaciones de chiíes en Nayaf el pasado 8 de abril han acusado a Estados Unidos de estos crímenes. Ese mismo día un coche bomba estalló por los aires en Mamudiya, al sur de Bagdad, y mató a 17 personas.

Se nos habla ahora de la conferencia de Sharm el Sheij en Egipto los días 3 y 4 del mes de mayo. Una reunión más. Habrá que ir a buscar al soldado Bush perdido en la jungla del crimen. Es menester tenderle la mano, indicarle algunas vías de salida. Porque ¿cómo se puede salir de Iraq sin perder el prestigio? Sin embargo, al pueblo iraquí - expuesto diariamente al estallido de las bombas- no le importa en absoluto que se salve o se pierda el prestigio estadounidense. Lo que reclama, sin que nadie le escuche, es vivir, tener derecho a vivir de manera independiente, sin terrorismo, sin guerra civil alimentada como es sabido por vecinos condescendientes...

El día en que Bush sea presa de insomnio total, esa noche se sabrá que el presidente ha recobrado su condición humana; esto es, una persona dotada de conciencia. Los crímenes perpetrados por su política en este país atormentarán durante largo tiempo la memoria de este gran país donde más del 60% de la población rechaza tal política. Sin embargo, la Tierra seguirá girando en torno a su eje como si el destino del hombre estuviera marcado por la guerra, la injusticia y el desprecio de los valores humanistas más elementales.

Tahar Ben Jelloum, escritor. Premio Goncourt. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.