Iraq: la presión sobre el soldado

Al tiempo que la guerra de Iraq entra en su sexto año, una de las repercusiones en que menos se ha reparado es la presión sobre los combatientes estadounidenses que la libran. Las fuerzas armadas estadounidenses hacen actualmente gala de un superdespliegue en el planeta: guerras en Iraq y Afganistán, a la par que otras misiones importantes en la así llamada "guerra larga" o guerra global contra el terrorismo. La guerra de Iraq se lleva la palma en número de bajas. Se ha franqueado el umbral de los 4.000 militares muertos en Iraq y hay 30.000 heridos graves.

Igual importancia reviste el hecho de que la guerra de Iraq ha dejado profundas secuelas psicológicas en numerosos soldados y oficiales. Un estudio reciente de las fuerzas armadas indica que en el tercer y cuarto periodo de servicio uno de cada cuatro soldados sufre problemas de salud mentales y psicológicos. Los médicos especialistas manifiestan que tales enfermedades requerirán largos tratamientos y el gasto consiguiente se elevará a miles de millones de dólares. Lamentan, además, los fallos de un sistema incompetente a la hora de atender correctamente a gran número de soldados heridos y aquejados de diversas dolencias.

Muchos soldados estadounidenses han servido militarmente tres o cuatro periodos en Iraq con despliegues de entre un año y quince meses con sólo un año en casa entre los periodos. No es de extrañar que tales soldados y oficiales sufran los efectos de la tensión y el sobreesfuerzo de los largos periodos de servicio en el frente, lejos de casa. Están cansados, exhaustos, consumidos.

Se constatan, por otra parte, los efectos posbélicos de tipo psicológico y mental de la guerra de Iraq: han aumentado los índices de suicidio entre los veteranos y se han registrado más casos de maltrato familiar en especial contra las esposas. Nunca veteranos estadounidenses - en unión de sus familias- han sufrido antes en tan alto número el trauma de una guerra dilatada y letal.

Soldados y oficiales relatan sus horribles experiencias en Iraq, pero sus pesadillas no han acabado con la vuelta a casa. Para su consternación, han hallado a su vuelta hogares, matrimonios y relaciones rotas, además de economías deshechas. Y sus vidas, hechas trizas.

Aparte de los costes humanos, la guerra de Iraq parece haber destruido la moral de las fuerzas armadas estadounidenses. La erosión del respaldo social y ciudadano estadounidense a esta polémica guerra ha intensificado los apuros de los soldados.

Merece destacarse que numerosas figuras de veteranía en el seno de las fuerzas armadas estadounidenses se opusieron inicialmente a la invasión de Iraq, temiendo sus posibles repercusiones. A diferencia de funcionarios civiles y planificadores del Departamento de Defensa y de la Casa Blanca que actuaban a instancias de cuestiones ideológicas, los responsables militares conocían al dedillo el coste de una guerra en sangre y dinero. Y, a diferencia de sus homólogos civiles, los guerreros de oficio no estaban cegados por espejismos o arrogancia ideológica de ningún género.

La ironía del caso estriba en que la actitud más matizada de las fuerzas armadas contradice los estereotipos de rancia raigambre histórica que presentan a los combatientes como figuras patrioteras que libran guerras sin fin... Lo cierto es que, en comparación con la temeraria Administración Bush, las fuerzas armadas estadounidenses han hecho gala de buen juicio a propósito de Iraq.

Aunque tales fuerzas lograron derrocar rápidamente el régimen dictatorial de Sadam Husein, quedaron luego empantanadas en las arenas movedizas de Iraq. Como ha podido comprobarse, el conflicto de cinco años de duración ha sido muy gravoso. Además de la rápida destrucción de costoso material y de la pérdida de miles de hombres y mujeres, las fuerzas armadas, faltas de reclutamiento, han debido hacer frente a una abrumadora escasez de tropa. Aunque el número de soldados en activo ha aumentado en 65.000 efectivos en relación con una fuerza total de 547.000 efectivos desde el inicio de la guerra, las fuerzas armadas estadounidenses están superdesplegadas en todo el mundo…

Los mandos militares manifiestan que abrigan dudas sobre si tales fuerzas estarían en condiciones de librar otra guerra importante y añaden que la fuerza aérea y la marina se responsabilizarían en tal caso del cometido. Como ha manifestado un ex general que propugna una retirada ordenada de las tropas estadounidenses de Iraq, los soldados se encuentran muy fatigados y necesitan desesperadamente descanso.

Pero entre todos los factores sobresale el de la presión moral que aqueja a las fuerzas armadas por las ampliamente difundidas violaciones de los derechos humanos y tortura de prisioneros iraquíes en Iraq.

En mis conversaciones con activistas y líderes iraquíes y árabes durante los últimos tres años, me han informado de que soldados estadounidenses "han violado mujeres y muchachos iraquíes". Aunque tales afirmaciones no se acompañan de pruebas, son comunes en todo Oriente Medio y de hecho echan leña al fuego. Han azuzado, además, a la opinión pública musulmana contra Estados Unidos, impulsando a muchos jóvenes musulmanes a alzarse en armas contra las fuerzas de la coalición en Iraq.

Las manifiestas violaciones de los derechos humanos de los iraquíes a cargo de algunos miembros de las fuerzas armadas estadounidenses han manchado la reputación del propio ejército estadounidense. Indudablemente, los responsables militares han cobrado conciencia del sentido de los efectos deletéreos de la guerra de Iraq, tanto sobre el prestigio de las fuerzas armadas cuanto sobre su poder disuasorio contra un país como Irán. Un general estaba tan irritado con los responsables civiles del Departamento de Defensa que se dice que les lanzó la expresión "¡jod…!" por entrometerse en asuntos militares internos.

En mis intervenciones recientes en centros de formación militar estadounidenses, me he topado con voces críticas de la invasión y ocupación liderada por Estados Unidos en boca de militares de diversa graduación que, lejos de eludir la cuestión, han señalado abiertamente que esta guerra ha sido un error si bien se han mostrado respetuosos con las decisiones de sus superiores. Pero, sobre todo, me ha impresionado la novedad de su admisión del hecho de que Estados Unidos debe empezar a sacar a sus fuerzas de Iraq, cuanto antes mejor.

La buena noticia es que el próximo presidente de Estados Unidos contará con un notable apoyo entre los militares a propósito de una retirada ordenada de las fuerzas armadas estadounidenses de Iraq.

Fawaz A. Gerges, de la cátedra Christian A. Johnson de OM, del Sarah Lawrence College. Autor de El viaje del yihadista. Dentro de la militancia musulmana, Ed. Librosdevanguardia. Traducción: José María Puig de la Bellacasa.