Iraq y la yihad mundial

Cinco años después del 11-S, existe entre la opinión musulmana un respaldo generalizado a la yihad local o resistencia armada contra la ocupación extranjera de las tierras del islam. Si no fuera por los obstáculos logísticos, decenas de miles de jóvenes musulmanes viajarían hasta Iraq, Palestina y el Líbano para defender a sus hermanos. Si bien el apoyo público musulmán a la yihad mundial (en tanto que opuesta a la yihad local) es limitado, Iraq constituye en la actualidad uno de los teatros más prometedores para el renacer del movimiento. La invasión y ocupación de ese país encabezada por Estados Unidos ha dado lugar a una nueva generación de yihadistas que difiere radicalmente de la primera generación (los padres fundadores que asesinaron al presidente Anuar el Sadat en 1981) y de la segunda generación de los árabes afganos o de Al Qaeda.

Los miembros de la primera generación del movimiento yihadista - los pioneros- procedían de la clase media y la clase media alta, y se habían graduado en los principales departamentos científicos y de ciencias sociales de las mejores universidades egipcias. Poseían una comprensión compleja, aunque distorsionada, de las diversas escuelas de pensamiento islámico y formularon la base ideológica del yihadismo que ha sido utilizada ampliamente por la generación de Al Qaeda y también la generación de Iraq.

En cambio, muchos yihadistas de la generación de Iraq, que representan una minúscula fracción de todos los combatientes en ese país, proceden de los cinturones pobres de las calles y los guetos árabes y musulmanes, de los estratos sociales y económicos más bajos. De modo muy sorprendente, muchos poseen una educación formal y religiosa muy escasa. He conocido a adolescentes que aspiran a luchar contra los ocupantes estadounidenses y que son casi analfabetos, sin ningún conocimiento de las interpretaciones de los textos religiosos. Carecen de los medios económicos - unos pocos cientos de dólares- para viajar a Iraq, pero constituyen una ingente reserva potencial susceptible de ser reclutada para la yihad mundial y enviada a Iraq.

Además, a diferencia de la primera y la segunda generación, los yihadistas de Iraq, por pocos que sean de momento, no trazan una distinción clara entre el enemigo cercano (los renegados gobernantes musulmanes) y el enemigo lejano (Estados Unidos y sus aliados). Libran una guerra total contra enemigos internos y externos por igual. Las líneas de demarcación entre musulmanes y no musulmanes también se han difuminado. Los yihadistas de Iraq están dispuestos a matar a miles de correligionarios que, a sus ojos, son kufar (apóstatas) e igual de peligrosos, si no más, que los estadounidenses y los occidentales.

En mis conversaciones con miembros de la primera generación y algunos árabes afganos, he visto que no podían explicar los brutales actos de terror cometidos por sus homólogos en Iraq. Aunque los yihadistas tienden por naturaleza a la complicidad, reconocieron que las matanzas indiscriminadas de musulmanes y civiles eran consecuencia de la defectuosa educación religiosa y el bajo nivel social de la generación de Iraq, así como del mancillamiento por parte de Estados Unidos de la inviolabilidad musulmana. "Los voluntarios extranjeros en Iraq son vulnerables a la ideología de los takfiri (excomulgadores), que los colocan en el camino equivocado", me dijo un dirigente de la primera generación. "No hay otra forma de explicar la proliferación de atacantes suicidas, miles de operaciones, contra otros musulmanes creyentes en Iraq."

En otras palabras, los voluntarios extranjeros de la yihad mundial que se encuentran en Iraq son una materia prima fácilmente moldeable por los jefes de Al Qaeda en ese país. Se ofrecen a ser bombas humanas, portadores de muerte y destrucción. Lo cierto es que presenciamos una mayor mutación y militarización con cada generación yihadista.

¿Quién iba a pensar que la generación de Iraq iba a ser más violenta que la generación de Al Qaeda?

En mis entrevistas, tanto los islamistas convencionales como los militantes se han distanciado de los yihadistas de Iraq, "un obstáculo para la resistencia honrosa", según afirmó uno de mis interlocutores. Sin embargo, los yihadistas de Iraq ya no dependen de los voluntarios extranjeros, sino que están ganando rápidamente para su causa a suníes iraquíes. En el último año se ha producido una transformación drástica en el seno de la generación de Iraq, puesto que el contingente de iraquíes ha superado el de los voluntarios árabes. Aunque constituyen una minúscula fracción dentro del conjunto de la resistencia, la generación yihadista de Iraq se hace más iraquí cada día.

Cuando los estadounidenses salgan de ese país, los yihadistas se enfrentarán a una fuerte oposición de esa misma comunidad suní que ahora les ofrece protección y refugio. Se convertirán en un problema para la comunidad árabe suní que ya está intentando distanciarse de su tenebrosa visión. Sin embargo, Al Qaeda y sus socios se alimentan de la confusión y el caos. Al Qaeda está en proceso de establecer una base autóctona en el Iraq asolado por la guerra. Si el país se hunde en la guerra total, se convertirá para la yihad mundial en lo que fue Afganistán en la década de 1990 y los primeros años de la década del 2000. "Estados Unidos invadió Iraq bajo el pretexto de la guerra contra Al Qaeda", me dijo riendo Kamal Habib, un influyente islamista radical. "Pero Estados Unidos logró hacer revivir una Al Qaeda durmiente y el movimiento de la yihad mundial. También ha despertado a la umma de su sopor político."

El debate estadounidense sobre Iraq se centra sobre todo en los efectos de la presencia militar sobre Al Qaeda y sus socios - una diminuta porción del paisaje político dentro y fuera de Iraq-, y hace caso omiso de los efectos negativos de la guerra en las corrientes principales de opinión musulmana en todo el mundo. La presencia militar estadounidense en el corazón árabe se ha convertido en un obstáculo, no en una ventaja, para la estabilidad iraquí a largo plazo y el mantenimiento de los intereses vitales estadounidenses en la región; en particular, la lucha contra la yihad mundial.

La triste paradoja es que la guerra estadounidense en Iraq ha resultado ser contraproducente para la lucha contra el movimiento de la yihad mundial y se ha enajenado los indecisos sectores centrales de la opinión pública musulmana. Ha resucitado a Al Qaeda y sus socios.

Aunque de mala gana, también los servicios de inteligencia de Estados Unidos han acabado por llegar a la misma conclusión. Y la opinión pública de ese país ya ha dado la espalda a la costosa aventura iraquí.

Los resultados de las elecciones legislativas estadounidenses muestran con claridad la insatisfacción de los electores ante la idea de mantener el rumbo en Iraq. Este mecanismo corrector podría anunciar un nuevo comienzo para Iraq y Estados Unidos. Desearía uno que todavía fuera posible salvar Iraq, que no sea demasiado tarde.

Fawaz A. Gerges, investigador Carnegie y profesor visitante en la Universidad Americana de El Cairo. Autor de Journey of the jihadist: Inside muslim militancy. Titular de cátedra Christian A. Johnson de Asuntos Internacionales y de Oriente Medio en la Universidad Sarah Lawrence, Nueva York. Traducción: Juan Gabriel López Guix.