Irlanda: feminismo y democracia real

“El Estado reconoce que con su vida en el hogar, la mujer le brinda al Estado un soporte sin el cual el bien común no puede ser alcanzado. Por lo tanto, el Estado se esforzará por garantizar que las madres no estén obligadas, por necesidad económica, a realizar trabajos los cuales hagan descuidar sus deberes en el hogar.” Esta cuota en la que se destaca que “la vida” y “los deberes” de las mujeres están “en el hogar” proviene de la constitución de Irlanda. Un país occidental, rico, moderno y supuestamente democrático. La lluviosa isla verde tiene en muchos aspectos una de las constituciones más anticuadas del mundo occidental. Tanto es así que en ella se recogen frases, artículos y enmiendas anacrónicos. Otro ejemplo que hace aún más daño es la enmienda que prohíbe el aborto en casi cualquier caso, la cual convierte a Irlanda en el país con la mayor restricción a este derecho en Europa. La consecuencia: más de 170.000 mujeres se han visto obligadas a desplazarse a Reino Unido para abortar desde 1980.

Las constituciones, esos viejos textos que cuesta tanto cambiar, son textos escritos casi exclusivamente por hombres. A esto se le une una mayoría de dirigentes hombres en casi todos los estamentos de poder de nuestras “democracias” modernas. Si la democracia es el Gobierno del pueblo y la mitad del pueblo son mujeres, ¿cómo es que las mujeres no parecen estar incluidas en la misma medida en la toma de decisiones políticas? ¿Implica el feminismo una búsqueda de alternativas para profundizar en nuestras democracias agonizantes?

En Irlanda la propia inseguridad de los hombres ha abierto la puerta a un cambio revolucionario que trae de vuelta la democracia y pone a la mujer en igualdad con el hombre para tomar decisiones. En 2012 una coalición del partido Fine Gael y los laboristas se vio obligada a abordar por fin la modificación del texto constitucional. Sabían que hacerlo les iba a suponer un coste electoral así que decidieron recurrir a una solución desesperada: sería la ciudadanía la que sugeriría los cambios. Ciudadanos y ciudadanas elegidos de forma aleatoria constituyeron una muestra representativa de la sociedad irlandesa.

Esta representatividad implica que la mitad sean por fuerza mujeres además de permitir que estén presentes ciudadanos de todas las edades, clases sociales y condición. 66 personas fueron escogidas en total para informarse, debatir y finalmente redactar las sugerencias de modificación de la Constitución. La Convención Constitucional, que así se llamó, listó una serie de modificaciones, de las cuales una de las más importantes, el matrimonio entre personas del mismo sexo, fue sometida a referéndum, y para sorpresa de todos, aprobada por un 68% a favor. ¿Quién lo iba a decir? Este país que se creía ultracatólico y tradicional empezaba a sorprender al mundo colocando a las mujeres en igualdad para decidir cómo modificar su constitución.

Tal fue el éxito de este proceso que se decidió repetir profundizando en su metodología. En 2016 se convocó la Asamblea Ciudadana como sucesora de la Convención Constitucional, formada por 99 ciudadanas y ciudadanos elegidos por sorteo. Las sugerencias esta vez hacían referencia, entre otros asuntos, a la modificación de la enmienda sobre el aborto, permitiendo por primera vez esta práctica médica en Irlanda. El referéndum está convocado para el mes 25 mayo de este año, todo parece indicar que ocurrirá lo mismo que con el matrimonio para personas del mismo sexo y será aprobada la modificación constitucional. Otros cambios como la modificación de la cuota constitucional que abre este artículo están pendientes de que el parlamento, en su mayoría hombres electos, decida su tramitación o su traslado a un referéndum vinculante.

El debate y la búsqueda de consenso, presentes en estos procesos, implican además abandonar la política de bloques, de enfrentamiento continuo y batallas donde el que gana arrolla al que pierde. Implican empatizar con otras opciones, informarse y buscar lugares comunes en los que apoyarse para tomar decisiones. Un campo de juego donde todos y todas están incluidos y en el que las normas buscan el entendimiento y no el enfrentamiento. ¿No es la democracia real la aliada ideal del feminismo del siglo XXI?

Yago Bermejo Abati es responsable de ParticipaLab en Medialab Prado.

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