Irlanda y la legitimación del crimen

«No es solo por el pasado, sino también por el presente». Al inaugurarse el parlamento irlandés Micheál Martin explicaba así los motivos por los que el partido que lidera, Fianna Fáil, rechaza la entrada del Sinn Féin en el gobierno. Fianna Fáil es el partido con más escaños tras las recientes elecciones en Irlanda, seguido del Sinn Féin, formación que todavía hoy está controlada por la cúpula de un grupo terrorista, el IRA. Lo han confirmado públicamente tanto mandos de la policía de Irlanda del Norte como de la República de Irlanda. En ese contexto Micheál Martin denunció el populismo de izquierda radical del Sinn Féin, que carece de los estándares democráticos del resto de formaciones políticas irlandesas y que ha sido el más votado por el electorado joven. Atraídos por el discurso antisistema ante problemas como los altos alquileres, la escasez de vivienda y el deficiente sistema de salud pública, estos electores no han castigado la vinculación del Sinn Féin con el terrorismo. En 2001 Garret FitzGerald, ex primer ministro irlandés, advertía: «Su sistema de propaganda [el del IRA y el Sinn Féin] está muy centrado. ‘Somos el partido de la paz’ [dicen]. Si asesinas a un montón de gente y de repente paras, entonces te conviertes en el partido de la paz». También con fines propagandísticos el Sinn Féin reemplazó en 2018 a su presidente durante décadas, Gerry Adams, por Mary Lou McDonald. En sustitución del principal líder del IRA, que sin ninguna credibilidad siempre niega su pertenencia al grupo terrorista, se ha colocado a una mujer sin aparente integración en la banda. Sin embargo, McDonald ha simbolizado en repetidas ocasiones su subordinación a la estrategia del movimiento integrado por el Sinn Féin y el IRA glorificando al grupo terrorista responsable de miles de asesinatos.

Irlanda y la legitimación del crimenTampoco ha sancionado parte del electorado la peligrosa reivindicación del Sinn Féin de unificar el norte y el sur de Irlanda que podría intensificar la violencia. Lo advirtió antes de morir en enero Seamus Mallon, dirigente del SDLP norirlandés. Este partido, el más votado por la comunidad nacionalista en Irlanda del Norte durante la mayor parte del conflicto terrorista, fue superado por el Sinn Féin como resultado de las concesiones del gobierno británico e irlandés al brazo político del IRA en el llamado «proceso de paz». En 2005 el académico Fred Halliday previno sobre esa estrategia que debilitó a los no violentos y reforzó al SF: «Su política de debilitar y vencer al SDLP, más moderado y contrario a la violencia, ha contado con la enorme ayuda del paso del tiempo: tanto en el norte como en el sur, la generación más joven ha olvidado los asesinatos, las desapariciones y las torturas, y le admira [a Gerry Adams] porque consigue que la televisión se ocupe de él como nunca se ocupó de los líderes del SDLP».

Importantes medios de comunicación como la propia radio televisión pública irlandesa han subestimado la legitimación que brindaban al Sinn Féin mediante una cobertura acrítica con su pasado y su presente. Como se ha denunciado en el parlamento irlandés, la constante legitimación por parte del Sinn Féin de la sectaria campaña de asesinatos del IRA liderada por Gerry Adams permite a los disidentes del grupo terrorista que aún continúan con la violencia legitimar sus crímenes. El último de ellos, abortado por la policía norirlandesa, el intento de estallar una bomba en un ferry el mismo día en que Reino Unido abandonaba la Unión Europea.

El Sinn Féin sigue definiendo la frontera entre el norte y el sur de Irlanda como la herida que amputa la nación, de ahí su exigencia de un referéndum de unificación. Este objetivo choca con el posnacionalismo propugnado desde hace años por personalidades políticas y religiosas, como mostraba en 2001 el cardenal Cahal Daly: «Los nacionalistas ya no ven la unidad irlandesa como la absorción de una minoría unionista en una Irlanda unida por parte de una mayoría nacionalista en el conjunto de toda la isla. Ese concepto de democracia tan primitivo basado en el autoritarismo de la mayoría ha sido relegado al pasado. La mayoría irlandesa ni desea ni podría absorber a una comunidad unionista con la que no se ha logrado la reconciliación y que se opone de manera recalcitrante a dicha unidad».

El citado Mallon enfatizaba que la unificación no debía producirse aunque hubiera una mayoría a favor, pues sería un error como el que se cometió tras la guerra de independencia en 1921 al dividir la isla en dos: los 26 condados del sur conformaron la República de Irlanda, mientras que los 6 del norte, de mayoría unionista, continuaron bajo soberanía del Reino Unido. El miedo del unionismo en Irlanda del Norte a la absorción en un estado irlandés creció tras décadas de terrorismo que la principal facción del IRA relegó con el Acuerdo de Viernes Santo de 1998, pues otros grupúsculos persisten. Este documento, ampliamente elogiado, contempla, no obstante, un peligroso escenario sobre el que Mallon previno: «La métrica del Acuerdo que admite la unificación con una mera mayoría del 50% más uno en un referéndum no traerá una Irlanda de consenso y en paz como la que buscamos. Traerá más división, inestabilidad y probablemente la violencia».

Aunque con retraso, los partidos que han gobernado Irlanda han reaccionado ante la posible entrada del Sinn Féin en el gobierno de la nación tras haber eludido confrontar con decisión al brazo político del IRA. Para mejorar su posición en las negociaciones del Brexit, el primer ministro saliente, Leo Varadkar, de Fine Gael, alimentó el sentimiento antibritánico denunciando una supuesta mentalidad colonial británica. También dirigentes de Fianna Fáil resucitaron años atrás la retórica victimista y del resentimiento contra los británicos ante el temor de un crecimiento del Sinn Féin, recurriendo a una arriesgada exaltación nacionalista que el periodista Kevin Myers calificó como «vudú político».

La coyuntura irlandesa ofrece lecciones para un país como España donde también el nacionalismo enmascara como democráticas sus pretensiones de imponer la ruptura del Estado ignorando las implicaciones de la violencia. Conviene recordar la histórica sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que en 2009 avaló la ilegalización de Batasuna por parte de la Justicia española cuando recordaba que «la legitimación de las acciones terroristas o la exculpación o minimización de su significado antidemocrático y de la violación de derechos fundamentales que comportan puede llevarse a cabo de modo implícito». Esa legitimación de las acciones terroristas y su exculpación o minimización de su significado antidemocrático sigue produciéndose hoy en Irlanda y España tanto implícita como explícitamente. Hoy, los representantes políticos de una formación como Bildu, que rehúsa cumplir un requisito democrático básico como la condena del terrorismo, del asesinato de sus conciudadanos y de la coacción a sus adversarios políticos, ejercen el poder municipal y ostentan amplia representación en las instituciones. Esa presencia institucional, ya normalizada, al igual que la del Sinn Féin, es, sin embargo, incompatible con el espíritu y la letra de la sentencia del Tribunal Europeo de DDHH en la que se consideraba intolerable lo siguiente: «La existencia de unos partidos políticos que no se posicionen conceptualmente de manera clara e inequívoca en contra de la actividad terrorista, o que, con ambigüedad calculada, intenten disimular sistemáticamente su falta de rechazo hacia esos hechos criminales lamentando formalmente sus consecuencias, pero sin incluir un solo término de reproche hacia la bárbara actitud de quienes las provocan utilizando la violencia como método para la consecución de sus objetivos».

La Unión Europea se define como una unión de valores. Pero la indulgencia con partidos que aún legitiman el terrorismo, asumiendo su integración institucional como si fueran plenamente democráticos, deriva en una legitimación implícita y explícita de la violencia nacionalista incompatible con los valores que la Unión propugna. En esta ocasión los principales partidos irlandeses parecen dispuestos a formar una coalición que impida al Sinn Féin entrar en el gobierno. Esta necesaria pero tardía reacción solo parchea un grave problema de fondo también evidente en España.

Rogelio Alonso es catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos. Es autor, entre otros, de Matar por Irlanda (Alianza), y The IRA and armed struggle (Routledge).

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