ISIS, una crisis para Turquía

El reciente regreso sanos y salvos de 46 rehenes turcos del Estado Islámico generó en Estados Unidos esperanzas de que finalmente Turquía se comprometa a unirse a la coalición internacional que ahora combate a la milicia islámica. Pero la voluntad turca de sumarse todavía debe superar dos escollos: la herencia de la desafortunada política de Ankara hacia Siria y una desconexión estratégica fundamental entre los gobiernos de Recep Tayyip Erdoğan y Barack Obama.

Desde el comienzo de la guerra civil siria, hace tres años, Turquía proveyó apoyo logístico y financiero a casi todos los elementos de la oposición siria, y les permitió usar el territorio turco para reagruparse tras sus operaciones militares al otro lado de la frontera. Comprometida con un cambio de régimen en Siria, Turquía hizo la vista gorda ante las tácticas brutales, las ideologías radicales y las ambiciones desmedidas de algunos de estos grupos; ahora se teme que esta condescendencia haya permitido al Estado Islámico infiltrarse en Turquía y preparar los medios para ejecutar actos terroristas en suelo turco, con lo que podría tomar represalias contra la participación de Ankara en la coalición liderada por Estados Unidos.

Pero la reticencia de Turquía a integrarse a la coalición esconde algo más. Entre Turquía y Estados Unidos hay un desacuerdo básico respecto de cómo interpretar y enfrentar la amenaza del Estado Islámico. En pocas palabras, para Estados Unidos el Estado Islámico es el problema más apremiante de Medio Oriente, mientras que para Turquía es un síntoma de patologías más profundas.

Según la visión turca, una campaña cuyo solo objetivo sea destruir al Estado Islámico no impedirá que aparezcan amenazas similares en un futuro cercano. Y a diferencia de Estados Unidos, los países de Medio Oriente y sus vecinos no pueden ejecutar un “giro estratégico” hacia otra región si las consecuencias de intervenciones mal planificadas se les van de las manos.

En este contexto, los líderes turcos creen que la respuesta internacional al Estado Islámico debe ser mucho más ambiciosa: el objetivo debe ser reparar las causas subyacentes del actual desorden. Esto incluye convencer al nuevo gobierno iraquí de que abandone el sectarismo del ex primer ministro Nuri Al Maliki y ayudarlo a proveer servicios sanitarios, educativos y municipales básicos a todos los ciudadanos de Irak.

En cuanto a Siria, el único camino creíble hacia la normalidad pasa por obligar al presidente Bashar Al Assad a ceder poder. A tal fin, Estados Unidos y sus aliados deberían pensar en golpear los bastiones de Assad en Siria y crear áreas seguras para la oposición moderada bajo el manto protector de una zona de exclusión aérea.

En esto Turquía podría tener un papel central. La creación de áreas seguras para los sirios desplazados por el conflicto es vital para Turquía, que desde el comienzo de la crisis en 2011 recibió a más de un millón de refugiados sirios en su territorio.

En un solo fin de semana tras ataques del Estado Islámico sobre enclaves kurdos, cruzaron la frontera con Turquía más de 120.000 refugiados. Esta cifra es aproximadamente igual al número de sirios a los que se les permitió buscar refugio en toda la Unión Europea desde 2011.

No hay duda de que una campaña militar conjunta contra el Estado Islámico creará más desplazados en Siria, pero para Turquía, eso no implica que deban cruzar la frontera para obtener seguridad. En cambio, Turquía propone crear infraestructuras para atender las necesidades de la población siria desplazada, dentro de las fronteras de su país. Pero estos proyectos sólo tendrán sentido en el contexto de áreas seguras garantizadas por la comunidad internacional y protegidas por una zona de exclusión aérea.

El Estado Islámico plantea una amenaza mayor para Turquía que para cualquier otro país occidental, de modo que Turquía está obligada a participar en la campaña en su contra. Esto implica, antes que nada, aplicar puertas adentro una política de tolerancia cero que impida al Estado Islámico recabar financiación y adeptos en suelo turco. También es esencial una mejora continua de la seguridad fronteriza y una mayor cooperación con los organismos de inteligencia occidentales en la cuestión de los combatientes extranjeros.

Pero la necesidad turca de combatir al Estado Islámico no anula ni invalida las inquietudes de los líderes turcos respecto de los objetivos de Obama a largo plazo. Para que Estados Unidos y Turquía puedan colaborar en la erradicación del Estado Islámico, primero deben acordar una estrategia duradera para restablecer cierta apariencia de orden en una región convulsionada.

Sinan Ülgen is Chairman of the Istanbul-based Center for Economics and Foreign Policy Studies (EDAM) and a visiting scholar at Carnegie Europe in Brussels. Traducción: Esteban Flamini

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