Israel: resultados sorprendentes

Los resultados de las últimas elecciones al Parlamento israelí son alentadores y positivos pero también inquietantes. Lo mejor es que se ha frenado la tendencia racista y prepotente de los partidos de derechas que estaban usando de forma cínica y demagógica supuestos lemas patrióticos. Esta tendencia ha sido claramente rechazada por la mayoría de los votantes. La derrota de la lista electoral conjunta del Likud y del partido de Liberman, que representaba los sectores más radicales de ambos partidos y de los partidos religiosos, no sólo ha demostrado el error en la estrategia de Beniamin Netanyahu al aliarse con Avigdor Liberman sino que desmonta el argumento esgrimido siempre por la derecha de que ella es la que en el fondo representa el auténtico espíritu del pueblo, que no se fía de las intenciones de paz de los palestinos y que se cree con el derecho a asentarse en toda Palestina. En cambio, los resultados de las pasadas elecciones revelan que la clase media laica, que tanto se manifestó en las protestas de verano del 2011, ha tenido el coraje de escapar de los miedos que Netanyahu ha querido infundir y ha sabido marcar el inicio de un nuevo camino.

Sin embargo, aunque el ambiente general en Israel parece ahora más agradable, pacifista y volcado en luchar por la igualdad de derechos de los individuos, conviene no olvidar que el partido liderado por el periodista Yair Lapid y del que depende que Netanyahu sea o no el próximo primer ministro, carece de experiencia política alguna; de hecho, ninguno de los diputados de este partido ha trabajado antes en política. Por eso, se ha de evitar que se conviertan en una presa fácil y sean seducidos por las astutas manipulaciones de los veteranos del Likud y de los partidos religiosos, con el fin de que no les ocurra lo que ya ha pasado con otros partidos de centro en Israel. De ahí que sea vital que el partido de Lapid adquiera una buena consistencia desde el punto de vista ideológico, político y parlamentario.

Y es que en el pasado ya surgieron partidos de centro que también gozaron de un éxito deslumbrante pero que tras una o dos legislaturas desaparecieron sin dejar rastro. Ese fue el caso del partido antirreligioso que fundó el padre del propio Yair Lapid, el también periodista Tomy Lapid, y que obtuvo un gran éxito electoral pero que al poco tiempo desapareció por completo. Otro ejemplo es el partido Dash, que fundó en 1977 uno de los hombres más admirados en su época, el general Yigal Yadin, héroe de la guerra de Independencia de 1948 y catedrático de arqueología. Su partido fue socio de gobierno con Menahem Begin pero no logró frenar la deriva hacia la derecha y desapareció a los pocos años.

Para que un partido eche realmente raíces fuertes y profundas en la realidad israelí no sólo necesita una agenda política sino también una infraestructura ideológica. Este nuevo partido de Lapid, que cuenta con mi simpatía, corre el riesgo de desvanecerse ya que es el reflejo de la debilidad ideológica del sector laico de izquierdas israelí, cargado de buenas intenciones pero que carece de la estabilidad de ideas y principios necesaria para permanecer en el panorama político. En un Israel enredado en problemas de identidad y seguridad nacional, amén de los problemas económicos que afectan a todos los países del mundo desarrollado, ¿qué podría hacer el partido de Yair Lapid? Sería una verdadera lástima que toda su energía la destinase a erradicar discriminaciones sociales, como la que se refiere a la exención del servicio militar de la que gozan los jóvenes ultraortodoxos o a eliminar las generosas subvenciones que reciben del Estado las escuelas rabínicas, una cuestión muy relevante desde el punto de vista ético pero que carece de importancia si lo comparamos con el problema fundamental a la que se enfrenta ahora Israel: cómo parar el peligroso proceso que nos está llevando a convertirnos en un estado binacional.

Retomar el proceso de paz es sin duda importante, pero Israel y los palestinos ya se han reunido miles de veces y la paz sigue sin llegar, tanto por la distancia que separa las posturas de ambos lados como sobre todo por la ausencia de presión real por parte de la comunidad internacional para que se alcance un acuerdo. Pero sí hay una exigencia clara que puede demandar el nuevo partido liderado por Lapid: la paralización inmediata de la construcción de asentamientos y el desmantelamiento de todos los puestos militares ilegales dispersos en Cisjordania en territorio palestino. Esta es una exigencia factible que no depende de la buena voluntad de los palestinos y que no implica un choque frontal con los colonos.

Si Yair Lapid y los miembros de su partido logran que esta exigencia se cumpla, nosotros, los veteranos de izquierda, que hemos votado a un partido claramente de izquierdas como Meretz y que dudábamos del paso a la política por parte de un periodista como Lapid, tendremos que quitarnos el sombrero y decirles: “Chapeau”.

Abraham B. Yehoshua, escritor israelí, promotor del movimiento Paz Ahora

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