Aunque algunos insistan en ello, la creencia en los caracteres nacionales, es decir, en rasgos distintivos comunes en la personalidad de quienes han nacido en un determinado país, hace tiempo que está desacreditada y, sobre todo, desmentida por los hechos.
La flema británica no se corresponde con el desenfrenado apasionamiento de los hooligans en los campos de fútbol; el supuesto racismo innato de los alemanes sólo fue, afortunadamente, una corriente política e ideológica del pasado; el chauvinismo francés choca con las ideas de Schuman o Jean Monnet, Camus o Sartre, europeístas y cosmopolitas; en fin, que los italianos sean frívolos, frescos y caraduras, pero de una seducción encantadora, se reflejó en el cine de una cierta época pero no resiste el contraste con la realidad. En todas partes cuecen habas, en cada país hay de todo un poco.
Italia, vista desde fuera, ha sufrido durante veinte años el calvario de Berlusconi. Los amigos italianos a quienes planteabas la cuestión de por qué un personaje tan zafio y vulgar, además de corrupto, era votado por una mayoría de italianos, solían sonrojarse antes de contestar. ¿Quizás era el prototipo del italiano medio? En la pregunta estaba implícita una respuesta: a los italianos les encantan los frívolos, frescos y seductores caraduras porque así son ellos. En ciertos casos esa era la pesimista respuesta del avergonzado amigo. No creo que fuera justa: en Italia, como en cualquier país, hay de todo. Veamos algunos casos de personajes antagónicos de Berlusconi y de todos los berlusconis que sin duda hay en Italia.
El día de Navidad murió a los 91 años el periodista piamontés Giorgio Bocca, un crítico acérrimo del poder y de la sociedad italiana. Su artículo semanal en la revista L’espresso se publicaba bajo el escandaloso rótulo L’antitaliano, que ya anticipaba su contenido. ¿Se imaginan una sección periodística que se titulara El antiespañol o El anticatalán? Bocca era un patriota al que no le gustaba como era la Italia de su tiempo, ni los gobernantes ni los gobernados, y consideraba que la única manera de que su país cambiara era criticándolo sin contemplaciones.
“Un gran luchador siempre en busca de la verdad”, así lo definió tras su muerte Eugenio Scalfari, primer director de La Repubblica, el diario de referencia del centroizquierda italiano que Bocca contribuyó a fundar en 1976. Además de miles de artículos –el último, en L’espresso, lleva fecha del pasado 28 de noviembre– escribió también más de una veintena de libros. Especial éxito tuvo en España Los cachorros del neocapitalismo (Ed. Noguer, Barcelona, 1963), que dio nombre a toda una generación de jóvenes empresarios de nuevo tipo.
Otro italiano de referencia es Giorgio Napolitano (Nápoles, 1925), el actual presidente de la República. Artífice de la forzada dimisión de Berlusconi y su sustitución por Mario Monti, también como Bocca se inició en política durante la resistencia antifascista y conserva aún el instinto político adquirido en aquellos tiempos. Sin embargo, a diferencia de Bocca, que era miembro de Giustizia e Libertá, Napolitano proviene de la tradición comunista italiana, la de Gramsci y Togliatti.
La vía italiana al socialismo iniciada por Togliatti en 1943, influido por las reflexiones de Gramsci escritas en sus años de cárcel, consistía básicamente en llegar a alcanzar una sociedad socialista no a través de una insurrección revolucionaria sino mediante procedimientos democráticos y cambios culturales. La aceptación de esta estrategia no fue fácil en los tiempos de la guerra fría, tanto porque los militantes comunistas estaban todavía fascinados por la URSS, como por el pacto implícito entre EE.UU. y la democracia cristiana que impedía al partido comunista (PCI) su acceso al al poder. Napolitano, discípulo de Amendola, se situó en el sector del partido más proclive a adoptar el compromiso histórico de Berlinguer y la vía eurocomunista.
Es significativo que en febrero de 1976, justo en los inicios de la transición, la barcelonesa Editorial Blume publicara bajo el título La alternativa eurocomunista, con prólogo de Antoni Gutiérrez Díaz, una larga entrevista del historiador Eric Hobsbawm con Napolitano en la que se explican con detenimiento los orígenes y las tesis centrales del eurocomunismo.
¿Hay mucha diferencia entre el Napolitano comunista de entonces con el actual presidente de la República que facilita el acceso del técnico sin partido Mario Monti a la jefatura del Gobierno con el asentimiento de una inmensa mayoría de la Cámara de Diputados? Yo diría que hay pocas diferencias de fondo; los impulsos básicos son los mismos. Recordemos que la política de Berlinguer también se basaba en la austeridad y quizás Napolitano intuye que, como pretendía el PCI, estamos en una época en que son necesarios no sólo cambios políticos y económicos sino, quizás sobre todo, culturales. Como entonces.
Bocca, Napolitano, Monti, añadamos a Mario Draghi, el nuevo gobernador del Banco Central Europeo. Y tantos otros. En Italia no sólo hay berlusconis.
Por Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.